En la región chilena, específicamente en la comuna de Bulnes (8va región del Bio-bío) se pretende instalar una serie de termoeléctricas a gas que amenazan el territorio de la comunidad que habita esta zona. Cabe destacar que las termoeléctricas son solo una parte de un mega-proyecto llamado hasta hace poco tiempo “Octopus” (ahora han cambiado el nombre para limpiar su imagen debido a la resistencia de la comunidad al proyecto), el cual consiste en una serie de instalaciones de gran infraestructura para recibir y procesar gas. El proyecto pretende la construcción de un mega-puerto en la bahía de la comuna Penco (8va región) para recibir el gas desde el extranjero, mega-tuberias para trasladar el gas y termoeléctricas que procesarían la materia prima en función de generar energía. Este proyecto que las autoridades y la burguesía energética han promovido en función del “progreso” de la comunidad, pretende consolidar a la región del Bio-bío como la principal potencia energética del país. En la zona ya están funcionando plantas termoeléctricas en Coronel que han afectado gravemente a los habitantes, y también diferentes proyectos hidroeléctricos que han mantenido un tenso conflicto con comunidades mapuche, también se pretenden construir mega-parques eólicos en la provincia de Arauco. El proyecto Octopus viene, así, a profundizar la ocupación del territorio de la 8va región por parte del negocio de la energía, el cual, dicho sea de paso, poco aporta en suplir las necesidades básicas de la comunidad, ya que la mayoría de esta energía se genera en función de mantener otros mega-proyectos industriales que destruyen territorios como lo son la megamineria del norte de chile.
Uno de los principales argumentos de autoridades y empresarios para instalar este proyecto es que las termoeléctricas a gas serían una alternativa “limpia” de generación de energía, a diferencia de las habituales termoeléctricas a carbón que están instaladas en varios puntos del país y que han causado enormes daños a la salud de las comunidades circundantes y el ambiente en general (casos como los de Coronel en la 8va región o Tocopilla en el norte de chile son emblemáticos al respecto con altos indices de enfermedades cancerígenas y respiratorias en niños y adultos, así como contaminación sistemática del ambiente). Sin embargo, pese a la “publicidad” que hacen los poderosos de estas nuevas termoeléctricas “limpias” y “amigables” con el medio ambiente, se han conformado distintas organizaciones en contra de este proyecto como la “Coordinadora Penco-Lirquen” contra el proyecto Octopus y “Bulnes sin termoeléctricas”, las cuales han realizado distintas actividades de manifestación y difusión de información en sus comunidades. Cabe señalar que este proyecto no solo afecta a los habitantes de Bulnes, sino también a comunas costeras en donde estaría instalado el terminal marítimo que recibiría el gas, como lo son Penco, Tome y Talcahuano que ven con peligro la contaminación térmica (cambio de temperatura del mar que afectaría el ecosistema marino) y los posibles accidentes por explosiones derivadas de las enormes cantidades de gas que llegarían al puerto. Por último, no es menos relevante el hecho de que este gas provendría de diversas partes del mundo en donde es extraído mediante la técnica de “Fracking”, peligrosa técnica industrial que ha adquirido popularidad entre las empresas productoras de energía y gas en el mundo durante los últimos años, la cual conlleva una destrucción y contaminación sistemática de las zonas en que es aplicada.
Una de las manifestaciones se realizó el 3 de octubre mientras se celebraba el aniversario de la ciudad de Bulnes, lugar donde se pretenden instalar las termoeléctricas de este proyecto. En el lugar se realizó una intervención de manifestantes durante un desfile de la ciudad, en donde se mostraron pancartas y lienzos en contra del proyecto. La manifestación de carácter pacifico, sin embargo, fue reprimida por la policía, agrediendo a varios manifestantes, siendo todos detenidos y procesados por desordenes públicos. Actualmente se encuentran en libertad tras ser citados a la fiscalía.
Cabe destacar que la oposición a este tipo de proyectos viene siendo una piedra en el zapato para el progreso del capitalismo en nuestra región, el cual necesita urgentemente energía para seguir generando sus procesos de producción de mercancías (materias primas) en el constante frenesí que caracteriza a este modelo. La idea de recesión económica que circula por el ambiente, tiene a los empresarios del país ávidos de generar más mega-proyectos que puedan sustentar su nivel de vida y riqueza. Lo cierto es que estos proyectos lejos de beneficiar a la sociedad en su conjunto, como suelen proclamar sus propulsores, tienen como beneficiarios a los mismos de siempre, generando las externalidades negativas a los habitantes de las zonas en donde se ubican estas instalaciones. La producción energética, por otro lado, está lejos de beneficiar a la comunidad en general, y sirve principalmente para otros procesos industriales contaminantes. Cabe destacar que la región del Bio-bío se encuentra gravemente expoliada por proyectos industriales contaminantes y destructores como las mega-plantaciones forestales que ocupan cerca del 40% de la superficie de la región y que han dejado a las comunidades rurales sin agua, con una biodiversidad notablemente disminuida y con el peligro de los voraces incendios forestales a las puertas de sus casas. Las mega-hidroeléctricas han destruido territorio relevante en zonas mapuche y las termoelectricas han contaminado irreversiblemente zonas como Coronel. La pesca industrial, por su parte, ha dejado las aguas de la zona extremadamente estériles por las excesivas ansias de ganancia de los empresarios tras la pesca industrial.
La octava región, así, es una zona altamente golpeada por la productividad industrial y energética que se vende como “progreso” por las autoridades, sin embargo las consecuencias ambientales son cada vez más visibles y podrían tener consecuencias mucho más devastadores a corto o mediano plazo. Por su parte, nuestra región sigue siendo una de las más pobres del país, esfumándose cualquier argumento que ponga a estas empresas como necesarias en virtud del “trabajo” que ofrecen a la población. Pésimas condiciones laborales, abusos, bajos sueldos y represión sindical son prácticas habituales de todas estas empresas que siguen enarbolando el “progreso” de la región y el país como su principal bandera, pero, nosotros nos preguntamos ¿de qué progreso nos hablan? Evidentemente del progreso de sus negocios y ganancias, nada más. La clase dominante defiende la idea de “progreso” en bloque, las aparentes diferencias entre los partidos de izquierda y derecha desaparecen cuando nos damos cuenta de que sus planes de producción energética son casi idénticas y su defensa a la idea depredadora de “progreso” es igual de apasionada en todos sus discursos, candidaturas presidenciales y acciones.
Las luchas por la defensa del territorio son fundamentales para sustentar la vida de nuestras comunidades, antes de que todo sea demasiado tarde. En la región chilena ya se han venido dando estas luchas, principalmente por el pueblo mapuche, pero también por comunidades como las de Freirina que en 2012 logró, tras lucha, organización y acción directa cerrar uno de los principales complejos industriales de producción de carne de cerdo en el país y que tenía viviendo a la comunidad circundante con enfermedades y olores insufribles. Estas luchas que están adquiriendo fuerza en el territorio tienen a burgueses y políticos bastante alertas y preocupados por un movimiento que podría frenar sus insaciables ansias por expandir sus negocios contaminantes. Es por eso que la represión será algo habitual contra la comunidades en resistencia, como lo son Bulnes y otras, por esa sencilla razón se explica la represión que vivieron estos compañeros, y los futuros golpes que seguramente recibirán sus acciones si logran radicalizar sus posturas para defender su comunidad y su territorio. La experiencia de resistencia mapuche, en este ámbito, nos tiene mucho que decir.
La resistencia a este tipo de proyectos, y en particular al proyecto más ambicioso en materia energética, el conocido “Hidroaysen” que fue detenido por protestas de orientación más o menos radical o más o menos ciudadanas, ha determinado que la burguesía y la clase política estén enarbolando un discurso más “sostenible” en materia energética, que no consiste en más que generar proyectos más pequeños y menos “invasivos” que bajo una etiqueta verde se venden como más ecológicos. Lo cierto es que este nuevo reformismo verde que están vendiendo las autoridades no proviene de una iluminación ecológica que les vino de la noche a la mañana, sino que principalmente por la resistencia constante que han manifestado distintas comunidades a esta vorágine de la producción energética. Pero estas nuevas industrias más verdes (centrales de paso que son más pequeñas que las mega-hidroeléctricas, termoeléctricas a gas y no a carbón, y uno que otro parquecillo eólico) por su menor potencia tendrán que ser instaladas en masa para dejar contentos a los magnates energéticos.
No hay que olvidar que cualquier proyecto de producción energética que se venda como más ecológico, no es más que una farsa cuando su principal objetivo es suministrar energía a un sistema que reproduce la desigualdad y la destrucción de los ecosistemas. Cuando la producción energética es usada en un sistema que fomenta la dominación y la explotación, todo intentó por aumentar la matriz energética deviene en fortalecer esa dominación y explotación. Las comunidades, frente a este escenario, no pueden sino oponerse a todo proyecto de este tipo en pos de vislumbrar nuevas alternativas de producción energética basadas en las necesidades reales de la comunidad. Estas alternativas hasta el momento no son fáciles de vislumbrar en tanto somos una humanidad altamente dependiente al sistema capitalista y sus formas de producción energética. Es por eso que, en un primer instante, la resistencia a esta realidad no puede sino devenir en la forma de oposición radical, primer paso para luego imaginar nuevas formas de circulación, distribución y producción de energía a escala humana. Estos cambios, lejos de provenir de formulas ecologistas ciudadanas, o cambios técnicos que vendan la nueva solución cientifica eficiente y verde, provendrán única y exclusivamente de la resistencia organizada de las comunidades que en base a la acción directa, organización y antagonismo frenen estas iniciativas. Burgueses y políticos no cederán los brazos hasta que se les anteponga una fuerza organizada que traspase su marco legal y la normalidad capitalista que buscan sacralizar.
Las luchas contra el “desarrollo” y “progreso” que nos venden los poderosos, su aparato tecno-industrial y sus mega-fabricas de producción energética y de mercancías aflora como algo primordial si queremos que nuestros territorios mantengan algo de su vitalidad y que puedan seguir siendo un espacio habitable por todos y todas. La comunidad no existe sin un territorio, por tanto mientras antes nos decidamos por defenderlo más posibilidades tendremos de potenciar una comunidad libre e igualitaria.
El problema no es que falte energía, sino el monopolio radical que han instalado los poderosos en su producción y utilización. Contra eso debemos luchar, por ahora oponiéndonos a sus proyectos, mañana imaginando y creando nuevas formas de producción energética controladas por las propias comunidades.
Video Explicativo del “Proyecto Octopus” generado por “Bulnes sin termoelectricas”
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