Por Sótero Suazo VéjaresParte 1 Fundamentos del empleo del terror como herramienta política de la Derecha:
“El plebiscito del 25 de octubre se tiene que determinar si se hace o no se hace por razones estrictamente sanitarias. Lo que yo sí tengo una preocupación es que hoy cómo los distintos países están cambiando sus calendarios electorales. Es una cosa práctica, no ideológica. (......) todos saben que esta probabilidad existe, pero como que nadie se atreve a hablar del tema, porque se puede pensar que uno no quiere, y no. Lo que uno quiere es que ante la eventualidad cierta que sea imposible exista un Plan B conversado con anticipación. No a última hora”.
Andrés Chadwick (UDI), ex ministro del Interior (destituído), foro de Libertad y Desarrollo, 24 de Abril 2020
“El Congreso acordó un calendario constitucional que está vigente. Sin embargo, hoy día la prioridad es combatir la pandemia, que no sabemos cuánto tiempo se va a extender. Y, por lo tanto, en su minuto debemos evaluarlo, conversar republicanamente en función de la realidad sanitaria y lo primero, insisto, es cuidar la vida y la salud de las personas”.
Gonzalo Blumel (Evópoli), ministro del Interior, La Tercera, 25 de Abril 2020“Yo pienso, estamos especulando, que quizás la recesión económica va a ser tan grande y va a poner tantos desafíos a todos los países, incluyendo a Chile, es un tema que quizás se va a volver a discutir, pero hoy día el calendario que tenemos es un plebiscito en el mes de octubre”.Sebastián Piñera (RN), presidente de Chile, 26 de Abril 2020
“No sé si vale la pena gastar esa cantidad de recursos si la crisis sanitaria se mantiene deslegitimando el proceso constituyente”.
Jacqueline van Rysselberghe (UDI), Senadora y Presidenta UDI, T13.cl, 30 de Abril 2020
“Es muy importante que los ciudadanos sepan cuánto cuesta la democracia”.
María José Hoffman (UDI), Diputada y Jefa de Bancada UDI, La Tercera, 6 de Mayo 2020
“Es fundamental avanzar en un gran acuerdo. La incertidumbre que se ha instalado en el país requiere como nunca de generosidad. Sin estabilidad y señales claras de la clase política se profundizará más aún la crisis. La base de ese acuerdo debe ser eliminar el plebiscito de entrada, está absolutamente de más. Además, gastar una fortuna en el plebiscito, con la necesidad de recursos que tendremos que destinar para enfrentar la cesantía y otros gastos urgentes fruto de la pandemia, a estas alturas es una irresponsabilidad”.
Pablo Longueira (ex UDI), ex senador y ex ministro, Revista Capital, 10 de Junio 2020
Azotados por la pandemia global del corona virus, que ya ha cobrado la vida de muchos miles de chilenos, e intentando sostener una cuarentena de vital importancia para evitar que esta mortal enfermedad continúe su ritmo implacable de propagación, nos percatamos de que ha llegado el momento de enfrentar el virus también letal del neoliberalismo.
Hoy, a las puertas de un desastre sin precedentes, entendemos con mayor claridad que ayer, mientras somos testigos de la forma en que Chile ha enfrentado esta crisis, que para este sistema lo más importante es la economía de unos pocos, no la vida humana.
En el largo encierro, que muchos no han podido permitirse, porque de lo contrario hubieran muerto de hambre, comprendemos porqué el país que vio nacer este experimento siniestro, debe convertirse también en su tumba.
Este receso, en que observamos como el Estado, por su inacción, ha abandonado a las personas a su suerte, mientras protege y fomenta el negocio de algunos, nos llama a reflexionar acerca de la relevancia capital que tiene crear una Nueva Constitución, para lograr los cambios que el país requiere.
Sabemos que los problemas en Chile no sólo son efecto de la pésima conducción del gobierno actual, sino también de las normas contenidas en la carta fundamental que nos rige, traje a medida del sistema neoliberal autoritario, cuya derogación es urgente desde hace más de 30 años.
El nuevo cuerpo normativo que eventualmente pueda surgir, debe cumplir el objetivo central de crear una política que tome decisiones a escala humana, que devuelva al Estado el rol que le corresponde como garante de los Derechos Humanos más elementales, y la fuerza necesaria para que no sea solamente un títere del mercado.
Comprender las amenazas que se ciernen sobre este proceso, las intervenciones extra electorales a las que pueda estar sujeto, es un deber ciudadano hoy cuando la resistencia consiste en no sucumbir a la pandemia.
Para lograrlo, y estar preparados cuando esta crisis de salud al fin llegue a su término, es de suma relevancia conocer la sarta de artimañas de la más abyecta naturaleza que ciertamente vendrán, con la finalidad inequívoca de distorsionar la voluntad democrática popular, fuente del poder constituyente originario.
La derecha y Maquiavelo, un amor imposible
Nicolás de Maquiavelo, quien nunca pronunció la famosa frase que se le atribuye, acerca de que “el fin justifica los medios”, señaló en su obra “El Príncipe”, que tanto la crueldad como el miedo y el terror, son herramientas políticas que pueden utilizarse para sustentar o permitir la llegada al poder de un gobernante.
Contrariamente a la forma en que la historia lo ha retratado, por muchos años fue un dedicado y comprometido funcionario de la república de Florencia, ciudad estado gobernada en ese entonces por medio de una democracia, que se caracterizaba por su alternancia en el poder, cautelosos límites a las potestades de los magistrados y una amplia participación por medio de asambleas populares.
No obstante, Todo cambió en 1512, cuando la poderosa e influyente familia Médici, uno de los poderes fácticos de la época, retornó al poder en la ciudad tras 18 años del gobierno popular que la había expulsado.
Acusado de conspirar en contra dicha dinastía, que adquirió su poderío a través del negocio de la banca y el comercio, y que ahora además contaba con el respaldo de las armas de la santa sede, Maquiavelo pagó con cárcel y tortura su convicción democrática.
“El Príncipe”, su tratado más famoso, que según se ha difundido ampliamente fue una forma de congraciarse con Lorenzo de Médici (el poder entrante), era en realidad una denuncia de los métodos malvados de los príncipes, quienes no tenían escrúpulos ni conciencia a la hora de consolidar su poder autocrático.
Considerado por muchos como un manual para tiranos, con “elogiosas” palabras para los gobernantes más retorcidos y brutales, buscaba en realidad educar al pueblo, advertirle de que no debe dejarse llevar por los caminos de la desidia política, ya que estos finalmente derivan en autoritarismo.
Para Maquiavelo, “Un pueblo capaz de hacer lo que quiere no es sabio, pero un príncipe capaz de hacer lo que quiere está loco”, refiriéndose a que una democracia en que los ciudadanos participan no será perfecta ni unánime, sin embargo siempre será mejor que una tiranía y un poder discrecional.
Habida cuenta de aquello que los hechos parecen revelar, la derecha chilena más recalcitrante no solamente tendría a “El Ladrillo” como libro de cabecera, sino también a este manuscrito del siglo XVI. Aún cuando en Chile no es solamente una familia la que dirige los destinos del país, esto no significa que quienes defienden los intereses de esta plutocracia, representen los de la mayoría.
Este sector, que históricamente ha despreciado tanto a los Derechos Humanos como a las humanidades, muy probablemente no tenga en cuenta el contexto en que la obra se escribió y publicó. Por esta razón, hay también una alta probabilidad de que muchos de sus personeros se sientan halagados por la irónica pluma del autor, como si de príncipes modernos se tratara. En Chile, Las evidencias que permiten apoyar esta interpretación, son en extremo abundantes.
Las poco agraciadas caras de la derecha ideológica chilena, un paseo por el inframundo de la reacción
Fiel a su básica, elemental, tosca y cavernaria forma de pensar, La derecha nunca ha comprendido el sentido figurado ni las ideas más elaboradas ni adelantadas. Este conglomerado, cuya prepotencia palidece frente a su ignorancia, no lee entre líneas ni interpreta adecuadamente los matices, sólo se queda en lo literal. Y no sólo nos referimos a las pobres y aspiracionales bases, que aún creen que la guerra fría no ha terminado, sino que también a la psicopática y narcisista élite, que pregona la guerra contra el marxismo internacional.
Dichos operadores políticos, que actúan para defender los intereses de los poderes fácticos, se presentan en tres variantes principales. Aquellos que integran núcleos más radicalizados, cercanos al pinochetismo, que por años se mostraron democráticos y “renovados”, los integrantes de la aristocracia más tradicional, cercanos al absolutismo feudal, y aquellos que representan al poder económico que surgió, tras el saqueo de la propiedad del estado y el empobrecimiento de la mayoría, gracias al modelo neoliberal.
En consecuencia, quienes abogan porque el sistema se mantenga, son delegados de partes interesadas.
Tanto de aquellos que se beneficiaron con el abaratamiento del precio del trabajo, el continuo y progresivo crecimiento de precios de bienes y servicios, y la cesión de derechos de uso de agua a título gratuito y perpetuo, como de quienes usufructuaron de la “compra” de empresas estatales a precios ridículos, oscuro proceso conocido como saqueo de la propiedad del estado.
También de los triunfadores del jaguar de latinoamérica, que se enriquecieron gracias al financiamiento, crecimiento y acumulación de capital, basados en la especulación bursátil, que se solventó con los fondos de pensiones de los trabajadores.
Por supuesto, de quienes hoy conforman el acaudalado 1% de la población, que no sólo concentra gran parte de la riqueza del país, sino que además recibe obscenas y escandalosas utilidades, gracias a la gestión de la élite política que emplea, lo que en definitiva sitúa a este grupo minoritario, en la posición de quienes realmente gobiernan el país.
El mejor representante organizacional de tales cuadros, serviles y adeptos a dichos intereses, que duda cabe (como decía longueira), es la ultraderecha ideológica clasista y fundamentalista, conformada por la Unión Demócrata Independiente (UDI), Partido Republicano (PR) y Evolución Política (Evópoli), junto a algunos de los integrantes más reaccionarios de Renovación Nacional (RN) y la Democracia Cristiana (DC).
Diversas estrategias, que nos conducen al mismo pantano, cuyas aguas estancadas e infectas, nos asfixian y oprimen.
Mientras el partido republicano, se ha dedicado a incitar al odio, fomentar el negacionismo (en muchas de sus variantes), difundir falsedades por redes sociales (modelo Trump / Bolsonaro), y acercarse al conservadurismo religioso (a la manera de su símil estadounidense); Evópoli, la “nueva derecha moderna y liberal”, “defensora a todo evento de la democracia y los derechos humanos”, “que rechaza las formas represivas de la dictadura”, que por supuesto califica el periodo de pinochet como tal, y que llama a votar apruebo en el plebiscito, ha demostrado no ser nada de lo que pretendía, sino simplemente un grupo de fascistas “zorrones” y “onderos”.
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De aquellos partidos, por supuesto el más relevante es la UDI, heredera de Jaime Guzmán, autor ideológico del adefesio constitucional ilegítimo que hoy nos rige, y cuyo cambio resulta apremiante, para construir un futuro mejor para todos.
La tienda, que corrió a firmar el llamado “acuerdo por la Paz”, al parecer como una forma de limitar el alcance del proceso constituyente, claramente no tenía dentro de sus cálculos que finalmente, gracias a la acción protagónica de la llamada "bancada femenina" (un grupo transversal de parlamentarias), se aprobara la paridad de género, la inclusión de pueblos originarios y la participación de independientes.
Consecuentemente, la UDI se opuso en todas sus etapas de tramitación, a que esta reforma se convirtiera en ley. Su férrea resistencia, precisamente a la democratización de la política por este medio, es sólo una muestra más de cómo este partido tiene lo demócrata sólo en el nombre.
A la vez que sus personeros se pronunciaban con ímpetu para señalar que el cambio sería un factor de intervencionismo electoral, que sería como “meter la mano a la urna”, nunca han dicho nada acerca del funcionamiento actual de las instituciones como el congreso, donde múltiples proyectos de ley han sido rechazados con 1/3 de la votación.
La razón para esta contradicción aparente, reside justamente en que es en su calidad de guardianes del cuerpo normativo autocrático del 80, que sus miembros conforman la élite del sistema político. Como tales, cuentan con impunidad en el ejercicio de sus funciones, pues en virtud de su amplio abanico de contactos de alto nivel y posibilidades de recaudación, son para la ley más iguales que los demás.
En consecuencia, el destino y futuro de la UDI está amarrado inevitablemente al de esta constitución, sin la cual está condenada a hundirse, pues es precisamente esta carta la que le otorga su poder de veto.
La manera en que, a lo largo de este proceso de cambio, quienes quieren tener futuro en la eventual política post constitucional, han rehuido activamente a este partido (y al presidente) ha sido sumamente llamativa. En ese trance, sólo los integrantes de la derecha más retrógrada y reaccionaria, se han alineado con dicha tienda, que representa lo peor del infame sistema neoliberal (al igual que presidente).
Sus motivos e intereses son afines, pues defienden y practican una forma de hacer política autoritaria, oligárquica y elitista, que en pos del usufructo propio, promueve comportamientos lejanos a la ética, como aquellos en los que la UDI ha incurrido profusamente.
Resulta evidente que quienes nunca han tenido escrúpulos, ni siquiera en las mejores situaciones (Quienes no tuvieron pudor, de pedir “el raspado de la olla”, pedir "asesorías" a integrantes de las industrias reguladas o de redactar leyes a pedido, impulsar perdonazos de impuestos desde el mundo privado y luego desde el público, o emitir boletas falsas, para recibir pagos de favores), no los tendrán ahora que ven en riesgo su cómoda y privilegiada forma de vida.