Pornografía moralizante televisiva. Eso es lo que hemos visto durante los últimos días tras el lamentable asesinato de un pobre paco que no le hacía daño a nadie.
Por J. Murieta
Pero como todos buscan llevar el agua a su molino e imponer sus mezquinos intereses en una situación dramática, ahora resulta que lo importante no es como el crimen organizado puede campear por nuestras ciudades sin que sepamos si es la policía quien los persigue o bien los ayuda.
No, ahora se trata de una problemática semántica. Toda la crisis de seguridad pública se produce por una profanación lingüistica: porque usted y yo le decimos pacos a los pacos.
Y es que así de ridículo suena el general Alex Chavan cuando decide expulsar -sí, la policía expulsando a una periodista de un punto de prensa- a Paulina de Allende porque se le salió un paco involuntario en un despacho a la televisión.
Ahora la periodista era la culpable de la muerte del carabinero, de todos los pacos y de la crisis de seguridad.
Cabe recordar que Chavan ya había aparecido en una situación similar en 2017, cuando era jefe de comunicaciones de carabineros y la institución impidió que el trabajador de El Ciudadano, Matías Rojas, estuviera en un punto de prensa porque les parecía incómoda su cobertura del PacoGate o el caso de corrupción que transparentó como el alto mando de carabineros defraudó al fisco con miles de millones de pesos.
El periodista recurrió a la Corte Suprema y el máximo tribunal del país le dio la razón: carabineros no puede vulnerar la libertad de expresión.
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Y es que carabineros venía mal hace mucho tiempo: la Operación Huracán -mediante la cual intentaron meter presos a comuneros mapuche con pruebas falsas-, su cuestionado trabajo hacia la ciudadanía -carente de una visión de género pertinente en casos de VIF, violentos y prepotentes con la población en general, ausentes cuando se les llama en las poblaciones-, el PacoGate, las violaciones a DDHH durante el estallido -su sadismo y descaro para golpear y mutilar a sus compatriotas- y un largo etc.
Pero la prensa y la clase política centraron, en la actualidad, su atención en la crisis de seguridad transformando a los principales responsables de ella, en víctimas.
El encuadre de los medios ya parece obsesivo y la población, paulatinamente, comienza a darse cuenta que el asunto va más allá de los dimes y diretes: la primera responsabilidad de que existan armas circulando en las calles es de las policías.
No es permisible y al parecer, lo permitieron por varios años con su “huelga de brazos caídos”: no controlaban el tránsito, no perseguían a las bandas criminales y la obsesión de sus altos mandos con las protestas sociales les cobró la cuenta.
El crimen organizado creció frente a sus narices o quizás a su alero.
Entonces, no es culpa de la población su alicaída imagen institucional.
Ha sido el propio actuar de la policía uniformada que los ha llevado donde se está: casos de conducción en estado de ebriedad, violencia intrafamiliar, venta de armas a narcotraficantes… Todos hechos difundidos en medios de comunicación y Redes Sociales cuyos comentarios se repiten irónicamente: un nuevo caso aislado.
Así que digan lo que digan, para mi siguen siendo los pacos. Porque criticar a carabineros y exigir su reformulación o bien la construcción de una nueva policía, no me hace disfrutar la muerte de un pobre paco que no le había hecho daño a nadie.