Cataluña: 2015, escenario de cambios políticos en clave nacional y social

En las últimas semanas se ha dado una disputa política intensa entre el grupo español PODEMOS, que lidera Pablo Iglesias y el independentismo de izquierda en Cataluña (CUP). Presentamos esta reflexión para dar el punto de esta última formación considerando la amplia difusión que el grupo socialdemócrata (PODEMOS) tiene en los medios latinoamericanos, contribuyendo a la comprensión del debate actual en el Estado Español.


Después de años de lucha y reivindicación, nunca como este 2015 los y las catalanas tenemos la posibilidad real de impulsar cambios profundos en nuestro país. Cambios profundos en las estructuras políticas, democráticas y económicas del país, más allá de las posibilidades de alternancia de partidos en los gobiernos que ofrecen las elecciones convencionales.

El país vive inmerso en dos grandes articulaciones de propuestas de cambio que no necesariamente van ligadas, pero que sí que tienen puntos de intersección: el debate sobre la independencia y el debate sobre la necesidad de abrir un proceso constituyente en el cual se dibuje democráticamente otro país posible.

La acumulación de argumentos y peso democrático específico en la sociedad de Cataluña, del proceso soberanista, convierte la convocatoria necesariamente inminente de unas elecciones anticipadas en un plebiscito práctico sobre la independencia del Principado. La única continuidad posible del 9N (9 de noviembre de 2014, Referéndum por la Independencia) es la convocatoria urgente de elecciones en clave plebiscitaria. Pero aun así, la única forma posible de convertir unas elecciones en plebiscito no es la lista única que formuló el presidente Mas.

En la construcción de un plebiscito en forma de elecciones autonómicas, las fuerzas soberanistas tienen que tener acuerdos en tres puntos clave: cuál es la fórmula que suma más votos a la independencia, cómo se traslada de forma clara el resultado a nivel internacional y qué estrategia mínima se asume como compromiso colectivo de cara a desplegar este resultado de forma práctica después de las elecciones. La primera de estas claves descarta la lista única que reduce el país a un solo proyecto, cuando en realidad el país vive paralelamente un escenario de fuerte desigualdad y confrontación social, es decir, se disputan a diario proyectos diferentes, si es que no opuestos de país. La segunda de las claves obliga a pensar fórmulas, alguna de ellas ya expuesta públicamente, que clarifiquen la lectura del resultado de las elecciones en clave de referéndum sobre la independencia y envíen un mensaje único desde la diferencia. La tercera clave obliga a un compromiso de las fuerzas soberanistas que gira en torno a la proclamación de la nueva República en caso de resultado favorable a la independencia y a los tiempos y formas de la apertura de un proceso constituyente, verdadera revolución democrática y participativa. Negarse a clarificar este proceso constituyente y a abrirlo de forma radicalmente democrática; o bien negarse a asumir que la independencia se hará desde la confrontación de proyectos de país, es usar partidistamente el proceso soberanista. Y este es el peor favor que se puede hacer a la causa de la independencia. Hace falta que todas las fuerzas soberanistas asuman la prioridad del plebiscito por encima del mantenimiento de sus cuotas de poder político y económico. Transparencia y democracia, derecho a decidirlo todo. O el proceso será entendido como una estratagema de unos pocos para mantener sus privilegios, y fracasará.

Pero por otro lado, 2015 tiene todas las condiciones objetivas necesarias para convertirse en el año donde una mayoría social, empobrecida y maltratada durante siete largos años de crisis, pase de la resistencia y la queja a la propuesta y la victoria. Y aquí la palabra clave es “proceso constituyente”. Existe un consenso amplio en las fuerzas sociales y políticas que aspiran a construir un país lejos de la dominación de los mercados financieros y la cleptocracia en que el recorrido del régimen político y económico del 78 ha acabado definitivamente. Y en que hay que construir una nueva constitucionalidad, es decir, un nuevo marco institucional i legal, que ponga el poder político en manos de una democracia real, en manos de la mayoría. Este es un debate presente con fuerza en los Países Catalanes y al conjunto del Estado, hasta el punto que la aparición de nuevas fuerzas políticas al Estado y su auge en las encuestas lo están haciendo creíble y realista, como también en Cataluña lo hace creíble y realista un proceso soberanista que en la creación de un nuevo Estado pasaría por un proceso constituyente también.

Hay que articular paralelamente a la mayoría soberanista en una mayoría popular y social a favor de un proceso constituyente radicalmente democrático. No son las mismas en su totalidad las fuerzas que defienden a la vez una cosa y la otra: un proceso soberanista y un proceso constituyente. Pero existen probablemente mayorías en ambos sentidos y éstas se tienen que materializar. Por eso, igual que tenemos que apostar por el acuerdo en las tres claves básicas de cara a convertir unas elecciones anticipadas en plebiscitarias, tenemos que buscar el espacio y las formas en que la mayoría por un proceso constituyente pueda articularse y acordar una estrategia conjunta, también desde la diferencia de proyectos políticos que existe. En este sentido, las elecciones municipales son una oportunidad clave.

En Cataluña están creciendo dos grandes propuestas de cambio y transformación social y política. Negar una para defender la otra, y viceversa –como están haciendo algunos actores- es la pinza histórica que ha impedido avanzar el pueblo de Cataluña en clave de ruptura y soberanía plena. Unirlas, combinarlas, hacerlas parte de un mismo cambio, es la clave de la soberanía real, de la democracia real y del camino hacia la justicia social. El año 2015 el programa efectivo y realista de cambio político y social se llama independencia y proceso constituyente.


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Foto: http://infotodomexico.com

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