Por Marc Serra
El pasado 1 de octubre se conmemoró el tercer aniversario del referéndum de autodeterminación de catalán. En los días que siguieron, Cataluña vivió una importante huelga general y un paro nacional por protestar por la fuerte represión policial del 1 de octubre y pedir que se ejecutara el resultado del referéndum; el encarcelamiento de los principales líderes sociales catalanes acusados de sedición (aun hoy en prisión); la declaración de independencia de Cataluña; su suspensión; la abolición y usurpación de las instituciones catalanas y de su gobierno por parte del gobierno español; el exilio de medio gobierno catalán y la prisión de la otra mitad.
Pasados tres años, lo cierto es que Cataluña y su sociedad siguen sumergidas en un fuerte espiral de represión y falta de libertades. Continúa el exilio y la cárcel para los detenidos en octubre de 2017, y sin ir más lejos, recientemente se inhabilitó al que hasta ahora era el Presidente del Gobierno catalán Quim Torra, surgido de las elecciones de diciembre de 2017. Fue el cuarto candidato propuesto por el Parlamento, ya que los tres anteriores se encontraban en el exilio o fueron encarcelados, uno de ellos durante el mismo debate de investidura. Esta vez la excusa fue el haber desobedecido los requerimientos de un órgano administrativo como la Junta electoral al no haber descolgado del balcón de la sede del gobierno catalán una pancarta reclamando la libertad de los presos políticos. Por otra parte Òmnium Cultural, la principal entidad cultural de Cataluña, ha puesto número a las persones objeto de la represión en los últimos tres años por motivos políticos, siendo un total de 2.850 catalanes represaliados.
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Delante de ésta represión, la unidad estratégica entre Gobierno catalán, entidades sociales y partidos políticos independentistas que hizo posible la realización del referéndum todo y la oposición activa y la dura represión del estado español, voló por los aires.
Actualmente, los tres principales partidos independentistas no tienen una estrategia compartida, ni analizan el resultado del referéndum de la misma forma (el Sí a la independencia ganó con el 90% de los votos). De igual forma, el Gobierno catalán formado por dos de los partidos independentistas, ha seguido una línea de muy baja intensidad en lo que hace referencia a la confrontación con el Estado, todo y que la represión no ha disminuido, el Gobierno se ha visto incapaz de mantener el pulso al Estado más allá de la retórica y del discurso. A su vez, dentro del Gobierno han aflorado las diferentes estrategias de cada uno de los partidos, una que prioriza en estos momentos la línea más pactista con el Estado (ERC) aunque el Gobierno español se niegue por activa y por pasiva a hablar de amnistía y autodeterminación como ha dejado claro, y otra más partidaria de lo que ellos han llamado como “confrontación inteligente” liderado por el Presidente catalán en el exilio Carles Puigdemont (Junts per Catalunya) para forzar una intervención europea y forzar al Estado a negociar. A su vez, ésta última posición ha provocado la incomodidad del sector más moderado de la formación, que estudia de presentarse en una candidatura propia bajo las siglas del PdCAT (Partit Demòcrata de Catalunya).
En el aniversario del referéndum se vivieron actos conmemorativos y manifestaciones con el resultado de diversos detenidos, aunque fuera por las medidas y restricciones impuestas por la pandemia o por un estado general de desorientación dentro de la sociedad civil catalana, se vivieron con una intensidad muy por debajo de las celebradas el año pasado y que la ocasión requería.
Actualmente crece la desconfianza hacia los partidos políticos independentista por parte de sus propias bases y electorado, hay una crítica seria hacia sus líderes, pero tampoco se ha sido capaz de vertebrar, desde la sociedad civil, una estrategia que sea aceptada por todas las entidades y que genere la fuerza necesaria para movilizar y hacer que los diferentes partidos se vean forzados a volver a las andadas de la confrontación.
Con las vistas ya puestas en las próximas elecciones en Cataluña, previstas para el próximo febrero, los diferentes partidos comienzan sus actos y estrategias partidistas, cosa que dificulta la concreción de estrategias compartidas que ayuden al independentismo a sus objetivos políticos. A diferencia de ERC, para JxCAT y la CUP, estas elecciones son vistas en modo plebiscitario cosa que ha puesto de nuevo al españolismo en alerta. PSOE/PSC, Ciudadanos, PP y VOX, intentan fraguar una coalición “constitucionalista” y españolista para evitar que el independentismo continúe ganando las elecciones y evitar que la suma de los votos independentistas supere el 50%, y así evitar que ganen el relato que una mayoría social catalana apuesta directamente por la independencia, cosa que para el españolismo, fortalecería el independentismo de cara a una mediación europea del conflicto.
En medio de cierta apatía y desconfianza hacia los partidos independentistas que no fueron lo suficiente consecuentes en implantar el resultado del referéndum del 1 de octubre y han vivido los tres últimos años intentando dar respuesta a la represión sin querer romper más platos, la sociedad civil catalana se encuentra en la disyuntiva de si salir o no a votar en las próximas elecciones, desengañadas por el papel de los partidos, que prometieron una República después del referéndum y se quedaron lamentándose de lo todos sabíamos, que para el Estado español está por encima la unidad de España que no los valores y principios democráticos.