Winston Smith es un individuo común y corriente que trabaja en uno de los Ministerios del Partido dentro de la distopía presentada por George Orwell en el libro “1984”. Una de las frases que más caracteriza al texto es la siguiente: La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia es la fuerza. En un mundo donde las realidades distópicas salen de los libros y encaran a la sociedad, es completamente entendible e, incluso, predecible, que Chile y sus autoridades puedan tratarse de una analogía a la realidad orwelliana.
Por Kathia Cancino Rojas
La premisa del libro es simple: la existencia de un líder -conocido como el Gran Hermano- y la obediencia de la sociedad civil. Eso, sumado al nulo cuestionamiento que tienen las personas en relación al régimen en el que viven, se asemeja bastante a la realidad impuesta posterior al 11 de septiembre de 1973. Aunque en el texto, esta adoración y ciega fidelidad al líder y al Partido se ve representada por lo ganado en batalla en tierras lejanas: la nueva configuración del orden mundial en tres superestados y las continuas guerras a las que se enfrentan.
Smith, el personaje principal, reside en el superestado de Oceanía, que ininterrumpidamente se ve enfrentado con Eurasia y Estasia. En un constante ir y venir de guerras, el Partido cambia continuamente al oponente y esta verdad es la única que existe: irresoluta e irrefutable. Sólo gracias a un trozo de papel, Winston comprende que otra de las frases del Gran Hermano se enmarcan como la absoluta verdad bajo la cual se rige su mundo:Quien controla el pasado controla el futuro.
Y es que la tarea de nuestro protagonista no es más que reescribir la historia, borrando los hechos y acomodándolos a la realidad vigente. Algo así como la tan conocida frase que dicta que un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia. De esta forma, si el líder dice que estamos en guerra con Eurasia y nunca lo hemos estado con Estasia, pese a que hace cinco segundos los altoparlantes anunciaban lo contrario, debemos aceptar sin reclamación alguna.
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Entonces, ¿dónde cabe el trozo de papel encontrado por nuestro salvador? Con la misión de anular el pasado, cierta vez llegó a sus manos la prueba fehaciente que el Gran Hermano borraba la historia y la reacomodaba para mantener -por la razón y por la fuerza- el control de la ciudadanía. Por supuesto, el miedo a ser descubierto con este elemento lo obligó a hacerlo desaparecer y olvidar tal suceso; aunque más pronto de lo que esperaría él mismo estaría dudando de la veracidad del Gobierno actual, cuestionando la ceguera en la que había vivido desde que tuvo uso de razón.
Las comparaciones con el sistema chileno abundan, y más aún en el contexto de crisis sanitaria actual. Basta recordar el irrisorio plan “Fondéate en tu casa” impulsado por el Gobierno, donde ninguna autoridad tenía muy claro en qué consistía y todas entregaban informaciones distintas (e incluso contradictorias).
La verdad es que nadie entendía nada y en este punto el paralelismo se diluía en una mala copia de “1984”, una cosa media extraña que intentó emular una comedia pero que terminó en un chiste sin gracia que nadie tomó mucho en cuenta. Pero nosotros sí podemos permitirnos la broma: el plan del Gobierno era como una especie de “ahorasiquesi100%real.doc” o un “cada uno hace su parte del trabajo y las juntamos al final”. Lamentablemente, cinco rectificaciones consecutivas esconden una cruda realidad detrás: vivimos en un país donde la esfera dominante considera que puede decretar medida tras medida, jugando y confundiendo a la gente mientras se felicitan entre ellos y se dan palmadas en el hombro por el excelente manejo de la crisis.
Por lo demás, el fenómeno no se da recientemente, sino que ha sido implementado por el Estado de Chile desde la dictadura. En primera instancia la persecución política en nuestra historia próxima era una cosa de cada día, por lo que la uniformidad llenó las calles durante casi 17 años y los mandatos de Pinochet se establecían como dictámenes incuestionables. Algo así como “1984”, con el impedimento a pensar diferente, el asedio político y la vigilia constante en las calles pero en un largo y angosto país. De esta forma, llega la tan anhelada democracia, pero los patrones militarizados de la policía son algo que se extienden hasta la actualidad.
La militarización del Wallmapu, la constante vigilancia hacia dirigentes mapuches, estudiantiles, sindicales, socioambientales, etc. rebelados en el "PacoLeaks" son hechos recientes que marcan y enmarcan a nuestra sociedad moderna como un pueblo con historia pero sin mucha memoria.
Sin ir más lejos, la persecución y la criminalización de la protesta por parte de los medios tradicionales de comunicación por los sucesos acaecidos desde el 18 de octubre de 2019, son la clara demostración de que existe un Partido que observa y castiga al pez (o los peces) que nadan contra la corriente. Por suerte, este todopoderoso rol del Estado en materias de dominación ha sido fuertemente cuestionado desde el inicio de la década del 2000, llegando a un despertar social desde el año pasado transversal e intergeneracional, con un pueblo que ya no teme alzar la voz en pos de las demandas necesarias y justas, aferrándose al trozo de papel de Winston y enarbolándolo por sus cabezas con el firme recordatorio de que la historia, la memoria y la justicia son la base de todas las transformaciones sociales.