Durante la primera cumbre anual del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (BAII), realizada en Pekín, los chinos revelaron sus intenciones de asumir el liderazgo mundial en el financiamiento de infraestructura. Para finales de este año, es muy probable que el BAII tenga más de 100 países de miembros, con lo cual, lograría convertirse en la institución multilateral de crédito bajo el control de los países emergentes más importante de la historia. Sin embargo, todavía está pendiente que el BAII se decida a abandonar el dólar, pues solamente de esta manera la hegemonía de Estados Unidos en las finanzas internacionales será herida de muerte.
Por Ariel Noyola Rodríguez / Red Voltaire
China ya tomó la delantera frente a Estados Unidos en el financiamiento global de infraestructura. Las finanzas internacionales están en vías de transformación, pese a la fuerte oposición de la cúpula de poder norteamericana. El año pasado, desde Washington, funcionarios de alto nivel intentaron sabotear el lanzamiento del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (BAII), pero no lo consiguieron.
De hecho, aquellos que eran supuestamente los aliados incondicionales del Gobierno de Estados Unidos, como Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido, a la postre tomaron la decisión de incorporarse a la nueva institución multilateral de crédito promovida por Pekín. El presidente Barack Obama no pudo concebir que, en unos cuantos meses, el BAII haya conquistado el respaldo de más de 50 países.
Es indudable, China está precipitando el declive estadounidense en escala mundial. En abril de 2015, Larry Summers, quien fue secretario del Departamento del Tesoro durante el Gobierno de Bill Clinton, apuntó que la exitosa convocatoria del BAII representaba uno de los episodios más dramáticos para la hegemonía norteamericana: “El mes pasado puede ser recordado como el momento en que Estados Unidos perdió su papel como garante del sistema económico mundial” [1].
Con todo, hasta el momento China ha actuado con extrema cautela. Gracias a ello, casi todos los países del Grupo de los 7 (G-7, conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) han recibido con beneplácito la puesta en marcha del BAII. Sin embargo, si bien es verdad que la extraordinaria capacidad de convocatoria de Pekín socavó la influencia de Washington en el financiamiento mundial de infraestructura [2], el BAII se resiste a desechar el dólar. Aunque muchos especularon [3] que los préstamos del BAII estarían denominados en yuanes, o quizás en monedas locales, hasta la fecha sus créditos han sido emitidos en la divisa estadounidense.
Por añadidura, cabe destacar que de los cuatros préstamos que fueron aprobados los primeros seis meses de este año por el BAII, por un total de 509 millones de dólares, tres de ellos están relacionados con proyectos de inversión en los que también participan las instituciones del viejo orden financiero mundial, ese que se construyó a imagen y semejanza de Estados Unidos tras la segunda posguerra. A mi juicio, los chinos quieren sacar provecho de las acciones que tienen invertidas en el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo, así como de las excelentes relaciones que han sembrado con Europa.
Actualmente, el BAII financia un programa de mejora de vivienda en Indonesia junto con el Banco Mundial a través de un crédito de 216,5 millones de dólares; la construcción de una autovía en Pakistán, con un costo de 100 millones de dólares, se realiza en colaboración con el Banco Asiático de Desarrollo y el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido; un préstamo de 27,5 millones de dólares, financiado junto con el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, se utiliza para modernizar una carretera en Tayikistán; llevar energía eléctrica a las zonas rurales de Bangladesh, a través de un préstamo de 165 millones de dólares, es el único proyecto que el BAII ejecuta de forma independiente.
Pese a todo, el nacimiento del BAII marca un punto de inflexión en la historia de las instituciones multilaterales de crédito por ser la primera (además del nuevo banco de desarrollo de los BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en la que las economías emergentes son las principales accionistas [4].
Las aportaciones económicas de las tres potencias orientales de los BRICS son aplastantes: la de China es de 29,78%, seguida de la India con 8,36%, y en tercer lugar Rusia con 6,53%. En contraste, los 20 socios no regionales del BAII contribuyen solamente con una cuarta parte de los 100 000 millones de dólares del capital autorizado [5].
En un primer momento, el BAII se concibió bajo la idea de proveer financiamiento a los países de la región asiática principalmente, sin embargo, todo apunta a que China planea convertirlo en una institución con vocación global capaz de aglutinar las aspiraciones de todas las economías emergentes [6]. Bajo esta perspectiva, en la ceremonia de inauguración de su primera cumbre anual, celebrada en Pekín el mes de junio pasado, el presidente del BAII, el chino Jin Liqun, anunció que en la actualidad están evaluando la incorporación de 24 países más [7].
En la región latinoamericana, Chile, Colombia, Venezuela son los candidatos; en cuanto a África, presentaron su postulación Argelia, Libia, Nigeria, Senegal y Sudán. También destaca la candidatura de Canadá, que junto con México y Estados Unidos forma parte del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); en Europa, Chipre, Grecia e Irlanda están sumamente interesados. Si todo marcha tan bien como hasta ahora, es muy posible que para finales de este año el BAII cuente con más de 100 países miembros [8], es decir, tendría por lo menos 34 adherentes más en comparación con el Banco Asiático de Desarrollo, aunque todavía estaría lejos de alcanzar los 183 que posee el Banco Mundial.
El BAII tiene muchas tareas pendientes. Es que aunque la región asiática registró elevadas tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) durante las últimas dos décadas, no logró hacerse de un sistema de infraestructura de vanguardia. Sultan Ahmed Al Jaber, quien es el ministro de Gobierno de los Emiratos Árabes Unidos, reveló que en Asia-Pacífico casi 1 500 millones de personas carecen de servicios de saneamiento básico, 260 millones no tienen acceso a agua potable y por lo menos 500 000 no cuentan con electricidad en sus casas [9].
En conclusión, la primera cumbre anual del BAII puso de manifiesto la determinación de China para hacerse escuchar en las ‘grandes ligas’ de las finanzas internacionales. Por su compromiso con la construcción de la nueva “Ruta de la Seda” (‘Silk Road’) [10], el BAII constituye un poderoso contrapeso frente a la influencia geoeconómica de Estados Unidos y Japón en la región asiática. Sin embargo, para acelerar la construcción de un orden mundial multipolar es decisivo que los directivos del BAII se decidan finalmente a desechar el dólar y, sobre todo, que nunca abandonen la promesa de mejorar las condiciones de vida de la humanidad.
[1] «Time US leadership woke up to new economic era», Lawrence Summers, Financial Times, April 5, 2015. [2] «The AIIB: The infrastructure of power», The Economist, July 2, 2016. [3] «China seeks role for yuan in AIIB to extend currency’s global reach», Cary Huang, The South China Morning Post, April 14, 2015. [4] «Beijing, el crepúsculo asiático post-Bretton Woods», por Ariel Noyola Rodríguez, Red Voltaire , 1ro de noviembre de 2014. [5] «Asian Infrastructure Investment Bank: Articles of Agreement», Asian Infrastructure Investment Bank. [6] «President’s Opening Statement 2016 Annual Meeting of the Board of Governors Asian Infrastructure Investment Bank», Asian Infrastructure Investment Bank, June 25, 2016. [7] «AIIB expansion plans underscore China’s global ambitions», Tom Mitchell, Financial Times, June 26, 2016. [8] «AIIB will have 100 countries as members by year-end: Jin Liqun», Li Xiang, China Daily, May 31, 2016. [9] «The AIIB has been designed to benefit all», Sultan Ahmed Al Jaber, China Daily, June 25, 2016. [10] «China’s AIIB seeks to pave new Silk Road with first projects», Tom Mitchell & Jack Farchy, Financial Times, April 19, 2016. Fuente: www.voltairenet.org/article192859.html