[resumen.cl] El cinco de octubre se conmemora la caída en combate de Miguel Enríquez, el líder del MIR y de la Resistencia Popular contra la dictadura, que demostró con su ejemplo el camino de lucha del pueblo chileno. El cinco de octubre se conmemora a un luchador del pueblo.
Hay sectores de nuestra desprestigiada clase política chilena que se esfuerzan por imponer la idea de que la importancia del cinco de octubre radica en que se efectuó el plebiscito de 1988 que dio forma a la salida de Pinochet y sus secuaces desde La Moneda y dio paso al inicio de las negociaciones y conciliábulos que terminaron convirtiendo el término formal de la dictadura en otro gran negociado de las oligarquías y poderosos de este país.
La podrida costumbre de torcer la historia cuando no pueden ocultarla aflora, una vez más, en los desproporcionados halagos y remembranzas en torno al Arco Iris y la franja del NO. Estos afanes mediáticos no sólo tienen el objetivo de arrogarse una participación mentirosa en la lucha contra la dictadura, sino que tratan de ocultar el significado y verdadera importancia de la muerte de Miguel Enríquez el cinco de octubre de 1974 en un barrio popular de San Miguel, en Santiago. Pero, sobre todo, estos hipócritas cantos de sirena tienen el propósito de seguir ocultando el significado y la importancia que tuvo la lucha popular para arribar al término de la dictadura. Ignorar al pueblo, ridiculizar su participación, burlarse de los caídos. En eso se esmeran estos aparecidos, con el beneplácito de los poderosos, que aplauden cualquier cosa que signifique graficar la atomización y derrota popular.
Pero aclaremos las cosas. El pueblo fue traicionado, la lucha contra la dictadura que desarrolló el pueblo chileno fue traicionada por la clase política de la seudo izquierda y de los sectores seudo progresistas que, tras la pantalla y los colores del arco iris, se vistieron de gris para tranzar los objetivos de la lucha popular con los causantes del golpe, con los tiranos represores, con los mandantes de la tiranía.
Desde el comienzo de la dictadura el pueblo chileno comenzó la lucha contra el régimen tirano. A pesar de la represión salvaje y criminal, a pesar del terror impuesto desde todas las esferas del Estado dictatorial, a pesar de la debacle de las condiciones de vida y de sobrevida de los trabajadores, a pesar de todo ello, siempre se mantuvo en los recodos del pueblo la organización de clase, la necesidad de resistir, la voluntad de luchar. A pesar de los muertos que había que llorar, a pesar de los detenidos desaparecidos que había que lamentar, a pesar de los prisioneros políticos hacinados en campos de concentración esparcidos por todo el territorio, nunca fue aplastado el espíritu de resistir, de luchar, de derrocar a la tiranía, de recuperar la libertad, de conquistar un futuro mejor y más digno.
A pesar de los cierres de las fábricas y fuentes laborales, de la pérdida de los trabajos, de la cesantía; a pesar de la persecución y oscurantismo en los centros de estudios, a pesar de la censura y la pérdida de todas las libertades, desde los recovecos de las poblaciones, por las hendijas de la sociedad aplastada, siempre surgió la necesidad de rebelarse.
Ese es el espíritu que encarnó Miguel. La necesidad de resistir la expresó desde el primer momento del golpe militar combatiendo en alguna fábrica de la zona sur de Santiago y conduciendo el repliegue; la necesidad de organizarse la tradujo en la construcción de una política de resistencia al naciente régimen; el compromiso con el pueblo lo manifestó de modo inconfundible con la disposición ¡El MIR no se asila! Queriendo significar con ello que el papel de los luchadores sociales estaba junto al pueblo, compartiendo su destino, bregando en la misma adversidad colectiva.
Fue la política de Resistencia que levantó Miguel Enríquez y el MIR lo que posibilitó que siempre se mantuviese viva en el pueblo la llama de la lucha, de la esperanza, de la libertad. Fue esa lucha de resistencia, iniciada, encarnada y liderada por Miguel Enríquez lo que permitió que el propio MIR no fuese destruido a pesar del aniquilamiento que sufrió por el accionar criminal de las hordas represivas de la dictadura.
Fue esa lucha de Resistencia la que se tradujo en las primeras organizaciones de pobladores en la zona sur de Santiago que protagonizaron las marchas del hambre y tomas simbólicas de terrenos; en organizaciones clandestinas de trabajadores en las industrias sobrevivientes al shock económico impuesto por la dictadura, de los cesantes en bolsas de trabajo en barrios populares; junto a expresiones de cultura en las parroquias y centros juveniles y de ollas comunes en los barrios, en donde resurgía la solidaridad en pleno apogeo del terror. También en pleno apogeo del terror surgieron las organizaciones de familiares reclamando por sus parientes detenidos, secuestrados, desaparecidos, organización y lucha que se mantiene hasta hoy; y del brazo de esta organización de familiares surgieron las organizaciones de defensa de los derechos humanos y de los derechos del pueblo.
Fue esa lucha de Resistencia la que, en la segunda mitad de los años setenta, comenzó a desarrollar acciones de propaganda armada y de milicia popular contra la dictadura. Accionar que contribuyó grandemente a romper el cerco comunicacional instaurado por el régimen y aplicado con gusto por los medios empresariales de comunicación. Fue esa lucha de Resistencia la que a comienzos de los ochenta comenzó a desarrollar acciones de guerrilla urbana en las principales ciudades del país, rompiendo definitivamente el cascarón del temor y demostrando que era posible luchar a pesar del terror dominante.
Fue esa lucha desarrollada por la Resistencia chilena en las condiciones más adversas posibles e imaginables, la que posibilitó que ya a partir del 11 de mayo de 1983 se diera paso a las masivas Protestas Nacionales contra la dictadura. Fue esa lucha de resistencia y la masividad de las protestas populares la que lleva a que otros sectores de la izquierda (y ya no sólo el MIR) optaran por iniciar formas activas de resistencia contra la dictadura, surgiendo al poco tiempo el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR).
¡Pan, trabajo, justicia y libertad! Reclamaba el pueblo chileno. ¡Abajo la tiranía! Se imponía con fuerza creciente en todas las poblaciones del país. ¡Y va a caer! ¡Y va a caer! Coreaban las manifestaciones populares a pesar de la represión criminal.
Y aquí hay que detenerse. La creciente fuerza de la lucha de resistencia, el importante desarrollo que había logrado el MIR en sus fuerzas y en sus formas de lucha armada, el incremento de las milicias populares en las poblaciones y centros laborales, el surgimiento del FPMR con un importante nivel de accionar armado, la masividad y contundencia de las manifestaciones populares, todo ello, no redujo en nada el actuar de la represión dictatorial. Por el contrario, se incrementó y fue igualmente salvaje. El pueblo pagó con numerosas vidas de ciudadanos movilizados su osadía de luchar; en cada Protesta Nacional las fuerzas represivas de la dictadura causaban numerosas víctimas en la población. Y a pesar de ello, la lucha no decaía.
Por otra parte, los aparatos especializados de represión se encarnizaban, una vez más, con los luchadores revolucionarios del MIR provocándole innumerables bajas por medio de asesinatos que eran presentados como enfrentamientos. La política de los falsos enfrentamientos fue el método preferido de represión selectiva que usaron las hordas criminales del régimen contra los miembros de la Resistencia durante los años ochenta. El MIR, primero, y el FPMR, después, fueron los blancos predilectos de las llamadas fuerzas de seguridad para continuar con sus prácticas terroristas.
En medio de todas estas luchas y devenires populares, es que comienzan a aparecer los oportunistas y seudo demócratas a tratar de escamotear las luchas populares. El oportunismo desvergonzado saca ventaja del hecho de que los verdaderos líderes de la lucha de resistencia debían permanecer en clandestinidad, a riesgo de sus vidas, para comenzar su maniobra de usurpación, de escamoteo de una movilización popular y de una lucha que tenía objetivos categóricos.
Los objetivos de poner término a la dictadura, de terminar con su constitución, de restablecer las plenas libertades, de satisfacer la lucha por el pan, por trabajo, por justicia, por libertad, fue siendo suplantada por los oscuros y mezquinos intereses de los aparecidos oportunistas. Los negociados secretos terminaron siendo la forma en que se encubrió la traición.
Ese es el verdadero sentido que tiene el Arco Iris. Dice la leyenda popular que al final del arco iris se encuentra un recipiente con un tesoro. Así fue para estos escamoteadores seudo demócratas. Al final de su arco iris se hicieron del “tesoro” que les ofrecieron los tiranos y los poderosos, enriqueciéndose a sí mismos a costa de los intereses de ese mismo pueblo que decían representar. Ese es su cinco de octubre.
Traicionaron y allí están, vendiéndose al mejor postor para seguir colgándose de los flecos de los poderosos, para seguir entronizados en la parodia de democracia que dibujó la tiranía al amaño de los poderosos y que estos seudo demócratas se han ocupado en conservar, en proteger, en perfeccionar.
El verdadero cinco de octubre es el de la lucha popular, el de la Resistencia, el de Miguel. A pesar de los afanes mezquinos por ocultar o torcer la historia, esa verdad sigue imponiéndose porque, como escribiera un poeta clandestino refiriéndose a la pérdida de un compañero caído:
“En la gran rendija histórica: aquí estás”.Foto: Protestas contra la dictadura. Del Archivo Fortín Mapocho. http://www.archivofortinmapocho.cl/