Clima de optimismo: distopía bélica de Erich Rosenrauch

Gloria Sepúlveda Villa, desde Cosmito / resumen.cl Entre los años 1974 y 1979 Erich Rosenrauch (Viena 1931 – Londres 1979) escribió y publicó cinco novelas que abordan un fenómeno que hoy se cierne sobre el mundo desprendiéndose de la ficción para actualizarse en la realidad: distopía. Pero tal fenómeno nunca se ha separado de la realidad de los pueblos. Kaliyuga argumentarán desde la India. El Apocalipsis que los evangélicos gritaron domingo tras domingo en las poblaciones parece realizarse en la forma de un virus que se propaga como una plaga que nos castiga por no seguir los senderos de Dios. El catálogo distópico es amplísimo y sigue expandiéndose, historia que trazan una línea muy tenue entre realidad y ficción. A partir de las novelas de H.G Wells, Adolf Huxley, George Orwell, Ann Ryad y Margaret Atwood y su distopía feminista El cuento de la criada (1978) que vio en su segunda versión audiovisual éxito mundial. La distopía no está necesariamente vinculada a un desarrollo tecnológico desatado. Las distopías, en primer lugar, buscan poner en evidencia los comportamientos sociales que perjudican la libertad de los sujetos y como afirmó Luis Núñez Lavedeze (1985) distopía y utopía son la cara y sello de un fenómeno cuyo límite es difuso. En 1974 a un año del Golpe Militar en Chile, Erich Rosenrauch (escritor judío austriaco refugiado de la Segunda Guerra Mundial arribó a Concepción desde Viena en 1939 y murió en Londres en 1978) publica con la editorial de Pacífico, Clima de optimismo, una novela que retrata un país ficticio “Cantonia” (el no lugar de la distopía) y su cambio de fortuna. De ser un paraíso (retomemos el oasis chileno) se transforma en un infierno al desatarse una guerra partidista entre los miembros del bando azul y el bando amarillo, sí, amarillo. Un periodista, David, recorre la ciudad de W, escribiendo y reportando la guerra: “Cantonia se mostraría a la sazón tan limpiamente dividida como las familias rivales de las tragedias célebres, y sus combatientes habrían de masacrarse, pues, conforma a una psicología no menos explícita ni iluminadora” (22). Los miembros de los bandos deciden reunirse para evaluar el fin del conflicto, pero David descubrirá que dicha reunión no llegará a ningún acuerdo y verá en los delegados no más que pequeñez y como olvidan “de improviso su rol clave de redentores patrios” (26). Pero el destino de Cantonia no acaba en la discusión vacía de sus gobernantes: “Como una máquina capaz de aprovechar los materiales más insólitos a modo de combustible de un muy especializado trabajo, Joaquín, para mantener su aromática y surtida fraseología en pro de la reconciliación nacional, sabía valerse de las múltiples víctimas de cuyo exterminio fuera el autor clave” (31). Los personajes aparecen como estereotipos que velan ciegamente por la ideología que defienden acudiendo sin cuestionamientos a razones nimias. La novela avanza en el desarrollo del cónclave que no busca soluciones sino dramatizar el conflicto en una verborrea sin fin como la guerra que los azota a lo que se suma una epidemia de disentería: “Las dificultades para plasmar una patria solidaria, limitadas antes a las opuestas convicciones de azules y amarillos, se centuplicaban hoy por el brusco concurso de las bacterias nativas, y tendían a pasar de un intangible plano ideológico a otros asaz concreto, cuyo símbolo no eran sino inodoros colmados perpetuamente de sangrientas heces” (50). Luego será una plaga de mosquitos que invalide la reunión prologando el conflicto no sólo al ámbito bélico o de la retórica, sino a la naturaleza que hace lo suyo. La novela declara la impertinencia de los que ostentan el poder tras una “bombástica propagandística” (57) que da cuenta de los vicios y la nula empatía que muestran al convertirse en “esclavos de la fama” más que trabajadores gubernamentales y esa imagen en pleno siglo XXI parece un reflejo de la constante alianza entre los medios de comunicación y la clase política en una estrategia de desinformación y ocultamiento de datos lo que lleva a la corrupción de los medios en favor de las clases dirigentes. En una entrevista Erich Rosenrauch declaró que su inspiración inicial para el relato de Clima de optimismo surgió de la Guerra Vietnam y de este modo, declara la inefectividad de las instituciones en todos los conflictos que se han dado en la historia humana. El tópico de la guerra sin fin parece actualizarse tras la revuelta social originada en Chile a partir de octubre de 2019 (sin embargo, no es la única revuelta, solo debemos volver la mirada a Hong Kong) cuando el gobierno anuncia la frase “Estamos en guerra” y nuevamente se actualiza cuando a partir del Covid las autoridades anuncian que estamos en guerra contra un virus. La concepción bélica se apodera de los discursos oficialistas sumiendo a la población no sólo en el miedo, sino también en la desesperanza. En la novela de Rosenrauch leemos: “Resultaba asombroso que en el largo conflicto vernáculo, durante el cual la tecnología moderna se superara a sí misma en orden a destrozar el país, no se hubiera patentado aún la máquina anonadadora de las estructuras mentales donde arraigaba dicho empobrecimiento” (131). A pesar que la guerra destruye el edificio donde se reúnen los políticos, esto no impide que “las accidentadas conversaciones” continúen como un debate estéril. La novela cierra con un mensaje telegráfico que da cuenta de la rápida reconstrucción del congreso y contra toda lógica “el fracaso rotundo del concilio anterior no impide que se respire en W… un clima de sano y persistente optimismo” (135). Como escribió Jaime Concha en el prólogo “Rosenrauch desactualiza el tema de la guerra, lo sitúa en una lejano país desconocido del cual volvemos con la secreta conciencia de que no es otro que el nuestro”. A 45 años de su publicación el efecto es el mismo. Lamentablemente, las novelas se liquidaron prontamente al no encontrar un público en su época. Afortunadamente sus libros aparecen como rarezas en librerías de viejo, en paños de feria o libreros virtuales. No son de lectura fácil requieren un lector paciente que acepte el reto. Aun así en el Archivo Digital de la Biblioteca Nacional de Chile se encuentran entrevistas, notas y reseñas que permiten un acercamiento a la vida, obra y particular visión que tuvo Erich Rosenrauch Vogëlfanger del mundo y Chile.
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