El 24 de diciembre las fiestas no trajeron buenas nuevas para la paz en Colombia. Ese día el presidente Santos, en un saludo a las fuerzas armadas en la base de Tolemaida, reconoció que en los últimos diez meses el Estado sumaba mas de 2.500 bajas en la lucha contra la insurgencia.
“La culebra está acorralada y la derrotaremos en el 2011”, indicó refiriéndose a las FARC.
Una rara culebra por cierto, que es capaz de infligir semejantes daños a las fuerzas oficiales tras ochos años de ofensiva en toda la línea.
El anuncio tuvo que causar malestar en los mandos militares hasta el punto que en las página oficial del Ejército y en la web de la Presidencia de la República, se reseñó el discurso pero censurando las reveladoras cifras de la confrontación que sí pasaron los noticieros de televisión.
Sin embargo, los datos de la Casa de Nariño no decían nada nuevo. A mediados de noviembre, la Corporación Nuevo Arco Iris, en un extenso y completo estudio de la guerra interna, hacía un balance de las pérdidas oficiales y escondido por los medios.
“Las bajas de la Fuerza Pública, entre muertos y heridos, en el año 2010 (diez meses), ascienden casi a 2.500. La cifra ya supera a la que se registró en 2002 cuando se presentaron 2.236 y a 2009, año en el que se registraron 2.320 bajas”, indica el informe basado en fuentes judiciales.
En lo que va de 2010 un total de 69 estructuras de las FARC presentaron acciones armadas, 184 municipios registraron acciones militares de esta guerrilla, citaba el documento de Arco Iris al que le do toda la razón el presidente Santos.
Esto quiere decir que en esos 300 días de resumen, las FARC le ocasionaron 250 bajas a la Fuerza Pública cada mes: más de ocho víctimas por día, una cada tres horas. Entre ellas 450 muertos, 1.5 cada día.
El citado centro de estudios subrayaba que “en 2010 se ha producido un alto número de combates: más de 400. Un combate, entendido como una acción militar de choque entre dos estructuras enemigas por más de 120 minutos, mostraría que las FARC aún mantienen una fuerte capacidad bélica en varias regiones del país”.
Si se compara con la lucha que libran EE. UU. y 26 naciones más contra el pueblo de Afganistán, las cifras son particularmente arrolladoras: en todo 2010 los norteamericanos y sus aliados sufrieron 709 bajas mientras en Colombia pasaron de 2.500 en diez meses. (Ver http://icasualties.org/oef/).
Nadie puede regocijarse con semejantes datos de la muerte que demuestran el escalonamiento del conflicto. Nos deben doler todos los colombianos caídos en esta larga e inútil guerra, pero con nuevos llamados a prolongarla y prometiendo un exterminio total del enemigo, sólo se cosechará más dolor y sufrimiento al pueblo colombiano.
Es hora de que Santos haga realidad sus palabras cuando se posesionó hace cuatro meses: “No he arrojado al mar la llave de la solución política del conflicto armado”. Los crudos hechos de la confrontación así se lo demandan.