Por Guillermo Correa C.
El tren en que viajé el domingo a mediodía hacia la localidad de Quilpué iba repleto y a poco andar los comentarios relacionados con la jornada electoral empezaron a surgir espontáneamente entre los pasajeros. Una señora comentó que tuvo que esperar casi una hora para poder votar, ya que la persona que la antecedía al entregar su carnet al encargado de la mesa este resbaló y cayó directo al interior de una de las urnas de los votos. Insistía en que le rescataran el carnet abriendo la urna y los encargados de la mesa le explicaban que eso sólo era posible al finalizar el proceso electoral. La discusión se prolongó mucho rato, incluso apareció el marido de la señora poniéndole más “pimienta” a la discusión, pero finalmente, la señora debió aceptar volver por la tarde para recuperar su carnet. Otra pasajera contó que a ella le había tocado una mesa en donde había solo hombres y estos “eran muy lentos para hacer los trámites, en cambio en las mesas donde había mujeres como vocales los trámites andaban rapidito”, concluyó. Una tercera pasajera también intervino y dijo que una amiga suya encontró que eran muchos los votos y demasiados nombres en ellos, así es que optó por votar “por el primero que aparecía en las listas y punto”.
Los comentarios generales coincidían en que, a diferencia de votaciones anteriores, había bastante gente votando. Por otro lado, los informativos radiales también hablaban de filas y aglomeraciones en distintos recintos de votación. Por lo tanto, la sensación, subjetiva por cierto en esos momentos, era que el fantasma de la abstención se había esfumado y la campaña desarrollada con fuerza desde el gobierno llamando a la participación ciudadana había tenido éxito.
Las frías cifras conocidas al día siguiente de las elecciones sepultaron estas apreciaciones, ya que el porcentaje de abstención alcanzó al 53,5% este 19 de noviembre del 2017, a diferencia de las elecciones presidenciales del año 2013, en donde esta cifra alcanzó un 51%.
A nivel parlamentario hubo un ganador indiscutido y este fue el Frente Amplio que, con 20 diputados y 1 senador electos, alcanzó un porcentaje del 16,50% de los votos.
Al conocer estos primeros resultados debo confesar que pensé que este rotundo triunfo se debía a la participación de muchos votantes nuevos, pero con los datos relativos a la abstención y a la derrota sufrida por los Partidos Socialistas (bajó de 11,1% en el 2013 a 9,75% en el 2017), el PPD ( bajó de 11.00 en 2013 a 6,10% en el 2017), y la Democracia Cristiana (bajó del 15,5% en 2013 al 10,28% en el 2017), el análisis necesariamente debe tener en cuenta estos números, ya que podemos deducir que el gran avance del Frente Amplio tiene sin duda una explicación en el apoyo entregado por los desencantados de la Nueva Mayoría, debido a un “trasvasije” de votos que favoreció la opción presentada por el Frente Amplio y los votantes nuevos que convocó esta coalición se puede deducir que fueron insignificantes a la hora de evaluar las cifras anteriores.
Esto nos lleva a una segunda reflexión, relacionada con que el universo de quienes participan de la institucionalidad electoral no se ha incrementado y , por el contrario, ha disminuido, representando una expresión minoritaria desde el punto de vista de la participación “democrática ciudadana”, ya que la abstención sigue siendo mayoría, lo que , se quiera o no aceptar, es también “otra forma de expresión ciudadana” que no debe ser despreciada y menos “ninguneada” por quienes ejercen la opción de ir a votar.
Esto no quiere decir que la abstención represente un universo homogéneo y consciente. Nada de eso, pero hay que tenerla seriamente en cuenta al momento de hacer los análisis y no mostrar porcentajes alejados de esta realidad. Si más del cincuenta por ciento no votó, las cifras obtenidas por cada conglomerado, alianza, coalición, partido político o movimiento en particular debe necesariamente dividirse por dos para, de esta forma, entregar cifras reales abarcando el universo total de los ciudadanos convocados a votar.
Al mismo tiempo se debe pensar que al interior de este gran porcentaje de abstención, un número no despreciable han optado por este camino de manera consciente, meditada y sustentada en posiciones ideológicas que no le reconocen legitimidad a la institucionalidad heredada de la dictadura y consagrada en la actual Constitución Política, reformada “en la medida de lo posible”. De una vez por todas, quienes si participan en esta institucionalidad, deben de terminar con la absurda cantinela de que “si no votas, no tienes derecho a reclamar”. Todos estamos insertos en este modelo de libre mercado y el modelo económico, político y social que se deriva de él nos afecta de igual manera, pero existen múltiples y variadas formas de expresar acuerdo o desacuerdo con ello y no solamente dibujando una rayita sobre un papel cada cuatro años.
Valparaíso 22 noviembre 2017