Este lunes 7 de Enero se debe decidir sobre el futuro de alrededor de 3000 máquinas en la comuna, debido a que el concejo municipal penquista dio un plazo que vence mañana para regularizar el negocio de los dueños de las máquinas, quienes debían comprobar que eran de habilidad y destreza y no de azar, pues si fuera de esta última forma, la actividad debiera ser regulada por la Superintendencia de Casinos de juego.
Es, por decir lo menos, llamativo que al conjunto de la clase política penquista le interese la discusión sobre las máquinas tragamonedas en la medida en que perjudique la estética y la identidad del centro de Concepción. Como si la estética no fuera de la mano con las actividades que la población penquista realiza, como si los penquistas no jugaran a las máquinas tragamonedas. Es sintomático que el bienestar o malestar de la población no aparezca mencionado en esta discusión más que como una cuestión decorativa. Desde la Cámara de Comercio hasta los concejales.
La preocupación es solo económica. El efecto de economía de aglomeración que han producido estas máquinas tragamonedas hace que el resto del comercio penquista, al menos visualmente, se vea opacado con estos casinos “picantes”. Piensan que la baja en las ventas tiene que ver con ellos, el mismo discurso que utilizaron para que se persiguiera aún más al comercio ambulante. Ni una palabra sobre el Mall, ni los años de abandono que concentra Concepción.
El tema, a mi parecer, más importante es el efecto que producen estos “juegos de habilidad y destreza” sobre los penquistas. La ludopatía es un fenómeno en crecimiento exponencial y la salud mental de la población se ve seriamente atentada con la proliferación de este tipo de comercio. Son cientos las investigaciones, comentarios negativos y consultas en medios públicos, blogs, páginas y redes sociales sobre esta adicción, que a niveles peligrosos va logrando adeptos por todo Chile.
Pero este trastorno psicológico que puede hacer a una persona perder todos sus recursos en un juego de apuestas y manipulación de emociones básicas, no es tema para las autoridades locales. Como si la estética de la ciudad no tuviera que ver con el bienestar de la población, sino que con lo que dicen los empresarios locales. Según la OMS La ludopatía es un trastorno del comportamiento, entendiendo éste como expresión de la psicología del individuo consistente en la pérdida de control en relación con un juego de apuestas, llevándola a la categoría de enfermedad crónica en el apostador y/o jugador obsesivo.
Entonces el problema es que no hay una preocupación por la salud de los vecinos.
La comuna carece espacios públicos que permitan socialización entre los vecinos, es solo un paseo del que hay que irse lo más pronto posible. Un centro hecho para consumidores que goza de buena salud en la medida que el consumo active la economía. Y eso fue decayendo por el absurdo del valor intrínseco del comercio y del consumo, y también en la medida que el comercio local, que vendía además producto local y no productos importados, fue desapareciendo. Son esos lugares los que están siendo ocupados por estas máquinas, pero la desaparición o el menoscabo de la ciudad tiene raíces profundas que ninguna autoridad política parece conocer, ni tampoco querer asumir. Los TLC firmados en los gobiernos de la Concertación y la Derecha generaron el trauma.
¿Qué otra cosa puede hacer un pequeño negocio de barrio, más que instalar de estas máquinas, cuando a unas cuadras se abre un supermercado de barrio?
Y en la medida en que esta realidad está consumada ¿cómo empoderamos a nuestras juntas de vecinos para que no permitan la instalación de estas máquinas en los barrios? ¿cómo protegemos los pequeños patrimonios de nuestras comunidades?¿cómo protegemos la salud de nuestra población?
Estas preguntas son parte del mismo problema. Y ese problema se podrá solucionar en la medida que los intereses de las mayorías sean más importantes que el capital. O sea, cuando la salud sea más importante que el negocio.
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