Chile cerró el año 2021 con una inflación anual acumulada del 7.2%, mucho más alta de 6% proyectado y a pesar de las consecutivas alzas de las tasas de interés por parte del Banco Central.Por Joaquín Pérez
Tampoco hubo este segundo semestre -como estaba estipulado- un cuarto retiro de fondos de las AFP, al cual de forma desvergonzada los propagandistas neoliberales acusaban como el principal responsable de la inflación que vive el país.
Teníamos claro que los retiros de las AFP no eran el problema. Por el contrario, evitar el retiro de sus propios fondos a los trabajadores tiene la misma causa que la aquella que dio origen a las AFP, ser fuente de recursos o capitalización para los grandes grupos económicos ligados a las administradoras, como lo comprueba la reciente trama de la deuda de LATAM que involucra a la familia Piñera.
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Nadie esperaba en nuestro país, a principios o mediados de año, que la inflación escalara por sobre el 7%. Las alzas de tasas fueron drásticas, draconianas, prácticamente de shock y aún así ocurrió, el Banco Central cuyo carácter -entre comillas- es autónomo, prevé seguir en la misma senda, encareciendo el crédito en una sociedad altamente endeuda, lo que redunda al igual que en la inflación, en la precarización de la vida de los mismos sectores sociales.
El problema de la inflación es que no solo ocurre en Chile, es un fenómeno internacional que también vive Estados Unidos y Europa en estos momentos, donde sus bancos centrales también han adoptado la misma receta de aumentar tasas de interés. Sin embargo, en diversos países del mundo ya comienzan a salir voces que exigen otro tipo de medidas.
En Chile es evidente que el alza desmesurada de precios, nuevamente, tiene que ver con la concentración económica y junto con ello, la colusión de precios, como lo vemos tan nítidamente hoy en el caso del gas licuado, donde los sindicatos de ENAP han denunciado que el valor al que se entrega el balón de gas, es menos de un tercio del que cobran las empresas que controlan el mercado.
Hay varios países que tienen en sus legislaciones el control de precios de los productos o bandas de precios entre los cuales los productos deben moverse: durante la pandemia muchos de estos países echaron mano a sus legislaciones y generaron grandes listados de productos con valores controlados como forma de contener el alza de precios, especialmente, en aquellos productos de primera necesidad.
Argentina es un ejemplo de aquello, pero países como España también lo hacen con cosas específicas como el balón de gas que en Chile cuesta un disparate.
El propio Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, en Estados Unidos, ya en julio pasado señalaba que la situación actual se asemeja a la del final de la Segunda Guerra Mundial. En aquella época también se provocó alzas desmedidas de precios, ante lo cual el Gobierno de EEUU decidió ejercer un control directo sobre el precio de ciertos productos estratégicos, lo que le permitió controlar la inflación.
La ortodoxia neoliberal sigue considerando la inflación como un fenómeno monetario. No obstante la subida de los precios tiene mucho más que ver con el control de los mercados por parte grandes grupos económicos o las relaciones de poder entre el capital y el trabajo. Los grandes holdings corporativos y su influencia sobre los gobiernos ven en la inflación la excusa perfecta para disminuir el poder adquistivo de los sueldos en coyunturas históricas extraordinarias como las que vivimos con la pandemia y aumentar las tasas de ganancia del capital. Es decir, trasladan los costos, los socializan, como en el caso del aumento de precios producidos por el alza de costos de las cadenas de distribución de productos.
Y como muy bien nos enseña la experiencia histórica, son los gobiernos los que tiene poder para controlar los precios y evitar el empobrecimiento de su población, especialmente, de aquellos que viven de un salario.
Foto: Control de precios en Argentina.