Por Alejandro Baeza
El 20 de mayo de 1990 fue lanzado el disco “Corazones”, un hito fundamental en la historia de la música chilena. Oficialmente el cuarto álbum de Los Prisioneros, es en la práctica el primer trabajo de Jorge González como solista y marca un antes y un después en los sonidos que caracterizarán el pop nacional de ahí en más.
Y es que así como Violeta Parra abrió la caja de Pandora de la música “folklórica”, González hizo lo propio con el pop. Artistas contemporáneos de trascendencia internacional como Javiera Mena, Alex Anwandter, Gepe, Pedropiedra y otras/os tantas/os recibieron el testimonio y son herederas/os de su sonido.
Fue un disco realmente renovador y polémico, tanto por sus letras como por su música totalmente inesperada, un quiebre con lo que venía haciendo en Los Prisioneros.
Lejos quedaba energético y adolescente "La voz de los 80" (1984), “Corazones” es un disco adulto, tanto de perfección técnica y como de pasión. Sí, mal llamado disco de amor, es sin lugar a dudas un disco sobre la pasión y hecho con pasión, una que logra transmitir con fuerza al escucharlo. Y claro, si bien ése es su eje central, también es sobre la nostalgia (“Tren al sur”) y sin dejar de lado las ácidas críticas sociales que han caracterizado la carrera de González (en la adelantada “Corazones Rojos” o “Noche en la ciudad”).
El germen de este sonido synthpop apareció por primera vez en el “Pateando Piedras” (1986) en canciones como "Estar solo" o "Por favor”. Sin embargo, es en el “Corazones” donde alcanza un nivel superior, en gran medida gracias al maravilloso trabajo de producción de Gustavo Santaolalla en Los Ángeles (EEUU) con equipos de primera línea, que aportó una exquisitez estética que hubiese sido imposible de conseguir en Chile. De hecho, como este viaje a EEUU lo hizo solamente Jorge González, y sólo él participó en la grabación y producción del disco (y que por cierto, todas las canciones fueron compuestas por él), es que es del todo correcto afirmar que es su primer trabajo como solista.
Realmente este álbum no tiene ningún desperdicio, todas las canciones son una joya en sí misma, pero que brillan aun más al escucharse en conjunto, del track 1 al 9 en orden, lo que permite incluso sentir una nueva interpretación de la idea y energía detrás del concepto del disco.
30 años después de su lanzamiento, “Corazones” es un clásico indiscutible, desde ayer gran parte de los medios de comunicación se apresuraron por hacer inmensas loas. No obstante, en aquel 1990 de inicios de la postdictadura, los autodenominados expertos en música lo destruyeron, las críticas en toda la prensa especializada de muchos medios que hoy se deshacen en elogios fueron drásticas y demoledoras, fue tratado “del peor disco de Los Prisioneros”, de “decepción”, que “se les acabó la creatividad” (¡figúrese!), comentarios que ahora lucen ridículos y carentes de sentido. Buen ejemplo es la emblemática columna “’Los Prisioneros’: mucho tecno, poco rock” del periodista Freddy Stock para el diario La Época, donde señala: “Hace falta una guitarra de peso, un punteo estremecedor, un individuo de la categoría simbólica de Los Prisioneros que pueda sustituir a Claudio Narea, porque si Jorge González continúa con su tecno ante una masa que no le es incondicional, terminará por enfriar una noche de verano”. Claro, parece que no tenía idea de nada, todavía.
“Corazones” define el sonido del pop chileno y qué duda cabe. Un disco que entra por las orejas, pero llega hasta morder tu corazón.