Aqui se ofrece el testimonio de una profesora del Preuniversitario Cpech, recientemente en Huelga. Fue publicado por el Observatorio de Políticas Educativas (OPECH), en su boletín mensual.
PROFESORES DE CEPECH EN HUELGA.
Y es que todo tiene su límite.
Por Bífeda Ramos
Soy profesora del Preuniversitario Cpech. Veo creativas y costosas campañas de
publicidad de la empresa, al llegar a mi casa cuando prendo la televisión. En el paradero
de la micro –rumbo a Cpech- leo el slogan “Expertos en P.S.U.” y pienso: “Bueno, al
menos soy experta en algo”. En mis últimas Teletones veo a ejecutivos y alumnos donar
solidariamente millonarias sumas. Cuando recibo mi liquidación de sueldo, recuerdo la
noticia sobre la reciente compra del Grupo Cpech del 60% una universidad privada. Por
mientras, me preparo para no recibir sueldo en 4 meses del año. Y es que esta empresa,
esta que apunta a la excelencia y a la experticia, a la solidaridad y al emprendimiento,
me contrata todos los abriles y me echa todos los noviembres. Y lo digo en plural,
porque así han pasado y pasado los años. Desde que Cpech existe redacta un contrato a
plazo fijo por 8 meses, ante profesores silenciosos, que rumbo a su casa planean la
estrategia financiera del verano. Mientras los otros profesionales (porque recordemos:
somos profesionales) atesoran sus días de vacaciones y diseñan días de relajo y placer,
nosotros tiramos curriculum a call center y casas comerciales, tramitamos créditos y
estiramos los ahorros de todo el año. Ahorros que, por lo demás, no son muy nutridos.
¿Y cómo habrían de serlo con un valor hora que bajó casi mil pesos este año? ¿Qué
estrategia de ahorro implementar si no nos pagan las capacitaciones? ¿Cómo guardar
plata si no me pagan licencias de menos de 11 días? ¿Cómo explicarle a Sr. Cpech que
hay algo llamado “aguinaldo”? No, que ingenua. Esto no se trata de que Sr. Cpech
ignore aquella práctica realmente solidaria. Es que él prefiere –solidariamente- entregar
ese dinero a la Teletón. Que generosidad de alma.
Así Sr. Cpech, recién terminadas las “27 horas de amor”, empieza los “4 meses de venta” y secretarias y profesores (sóloaquellos que fueron bendecidos con la posibilidad de vender matrículas en verano)
presentan sonrisas y beneficios inigualables, cerrando la venta de decenas de cursos
diarios. En tanto, el profesor de Cpech contesta el teléfono en su nuevo trabajo, piensa
infructuosamente en clases particulares que ningún padre pagará para su hijo en pleno
Enero. Y es que el potencial estudiante prefiere estar en la playa en vez de practicar plan
de redacción o trigonometría. Para ser franca, el profesor también quisiera estar en la
playa y peor aún, los hijos del profesor también quisieran estar en la playa.
Pero este año las cosas cambiaron. Y es que todo tiene su límite.
Mórbidamente había engordado la fortuna de los dueños. Y sentados, desparramados, ellos y su dinero en la
silla, recibieron la noticia de la constitución legal del sindicato. ¿Habrán sabido qué es
un sindicato? Ahora lo saben, porque por mayoría los profesores hemos votado la
huelga. Y pronto Ud. señora y señor que tiene a sus hijos en este preuniversitario, que
los tuvo o que pensaba tenerlos, sepa que esta “experta” empresa pagará la respectiva
multa por contratar a reemplazos y pondrá al frente de sus hijos a docentes que
sustituirán a sus profesores de todo el año, esos que ya conocen a su hijo, que saben que
quiere estudiar, que lo saludan por el nombre. Eso cree Sr. Cpech, que somos
sustituibles. Como el Data Show que proyecta los ejercicios de cada clase. Desde acá le
decimos a quien ideó tan sucia estrategia, que no somos sustituibles y que creemos que
la educación sigue siendo una cuestión de humanos, humanidad que Ud. sólo reconoce
cuando babea ante el movimiento del lápiz, del apoderado firmando el cheque. Nosotros
que nos relacionamos con sus alumnos (o clientes, como les dice Ud.) sabemos que la
humanidad es mucho más que eso. La humanidad se despliega cuando hacemos felices
nuestras clases, cuando vemos la cara de “Ahora entiendo” de nuestros estudiantes.
Cuando sabemos que en las clases de las 20 hrs. hay que tener un ritmo distinto que en
las de las 11 de la mañana. Cuando le preguntamos a un alumno por qué faltó la semana
pasada. Cuando nos cuesta salir de la cama, retenidos por la rutina y cuando cerramos la
puerta de la sala dejando afuera a esa misma rutina, porque una clase nunca es igual a la
otra, porque los cursos son diferentes, porque quienes nos escuchan son diferentes,
porque cada persona es diferente Sr. Cpech, incluyendo en esa afirmación a los
profesores... aunque Ud. no lo crea. Porque los profesores no somos piezas u objetos
reemplazables, le aseguro Señor Cpech que los resultados bajarán este año y que su
trabajada imagen publicitaria se verá manchada por estos hechos. Los consumidores
sabrán que Ud. privilegia su ya abultada billetera en detrimento del aprendizaje de los
alumnos.
Para ser profesor de Cpech se necesita aprobar una evaluación que mide contenidos de
P.S.U. y habilidades pedagógicas. Sorpresivamente la tasa de aprobación de ésta es
altísima desde que la empresa está en reclutamiento de profesores para reemplazarnos,
en contraste con las cifras que siempre se nos recalcaba en tiempos anteriores al
sindicato, acerca de un orgulloso y mínimo 10% promedio de aprobación de los
postulantes ante esta evaluación. Esto quiere decir que hoy Cpech no sólo está dispuesto
a sacrificar a sus profesores, sino también a sus alumnos, quienes a un mes de la P.S.U.,
en los días de mayor presión, recibirán a profesores nuevos, muchos de ellos inexpertos
y probablemente nerviosos por la situación que vivirán en los próximos días, cuando
reciban a cursos que venían trabajando 6 meses con su profesor oficial.
No negaremos lo profundamente dolidos que estamos. Las ofertas de la empresa son
indignas. Llevan años ofendiéndonos y lo siguen haciendo. Pero sabemos que a Ud. Sr.
Cpech cada peso menos le duele. Le duele en su cuerpo, porque a estas alturas su
avaricia ya es un órgano más. Sepa Ud. Señor que los órganos se enferman y terminan
por caerse a pedazos. Su empresa ya está enferma y Ud. también. Empezó a decaer
cuando nos sindicalizamos. En los próximos días toserá mediocridad. Y ella, con Ud. a
cuestas, perderán la cara lozana lucían ante la sociedad. Adelgazarán Ud. y ella porque
se alimentan de dinero y buenos puntajes... dos cosas que perderán lenta y
penosamente. Y nunca lograrán sobrepasar a la “competencia”, porque la
“competencia” le paga a sus profesores en verano. Siempre irá atrás, eternamente
segundón. Cojeando, cansado por la mochila de plata a cuestas, colgando las cabezas de
los despedidos. Le faltará el aire por el hedor a rencor de esos funcionarios cuyo puesto
pende de un hilo ante el olorcillo a huelga. Lo vemos enfermo, Sr. Cpech y su
enfermedad es nuestra alegría. En otro lugar y en otro tiempo, lo saludaremos: alegres
por las victorias o alegres por haber comenzado su deterioro.