Crónica de Ruperto Concha: Manipulación de la prensa por el poder financiero internacional

¿A quién no le parece razonable escuchar que “Una imagen vale más que mil palabras”? Y sin embargo basta pensar un poco para entender que esa frasecita no es más que una tontería publicitaria. De hecho, bastan sólo 7 palabras para decir eso. Pero, oiga, cosas tremendamente importantes, que no son ninguna tontería, se pueden decir con muy pocas palabras. Por ejemplo, bastan apenas 10 palabras para enunciar la célebre ecuación de Albert Einstein : energía igual masa por velocidad de la luz al cuadrado. En realidad, nuestra condición humana se vincula entrañable y decisivamente con nuestra capacidad de formular palabras. No sólo poder decir las cosas necesarias en lo inmediato. Mucho más que eso, desarrollar un lenguaje fue esencialmente desarrollar nuestra capacidad de pensar. Pensamos racionalmente con palabras. La sintaxis, que construye nuestro lenguaje, nos entrega todo el andamiaje estructural para que podamos entender el remolino de sensaciones que nos entregan nuestros sentidos, y transferirlo hacia la coherencia de la percepción inteligente. Pero hay épocas en que ser inteligente no está de moda. Percibir la realidad para muchos es una lata. Y es así que a muchos les parece mejor retroceder nomás al impulso de los sentidos. Darnos por satisfechos con los sonidos y las imágenes, que nos parecen más apetitosas que mil palabras.   Como sea, vivimos en un tiempo en que los dueños del poder y del dinero no sienten ningún deseo de que la gente se vuelva inteligente. Toda la dinámica social de la doctrina neoliberal parte de la base de que la gentecita común tiene que portarse bien, de manera perfectamente predecible. Tiene que reaccionar a los avisos comerciales de la manera prevista, tiene que se sentirse poderoso y digno cuando va de compras, en fin, tiene que ser un borrego mansito cuyas protestas no pasen más allá de unos balidos inofensivos. De ahí que, en una mayoría abrumadora, la gran masa de la comunicación social, desde las grandes obras de arte hasta las comunicaciones noticiosas y de análisis, busquen la transmisión audiovisual, disminuyendo el rol de la palabra. En esa realidad, y desde la perspectiva de comerciantes y publicistas, una imagen astuta y sensualmente elegida puede funcionar mejor que mil palabras de una animadora que en realidad no tiene nada que decir. Pero cuando esa mazamorra comienza a impregnar también el trabajo periodístico descriptivo y analítico, de información o de opinión... bueno, el costo político y social equivale a la bancarrota, la ruina de cualquier posibilidad de protagonismo ciudadano. Y eso es lo que está ocurriendo ahora. Las grandes empresas multinacionales que controlan los principales medios de comunicación, están logrando transformar al periodismo en un quehacer básicamente propagandístico, atrincherado en las conveniencias político-financieras de las oligarquías. Se miente, se oculta la verdad, se deforman los hechos y también a menudo se inventan falsedades que, bien dotadas de imágenes, se hacen pasar como realidad noticiosa. En los últimos días, han quedado manchados, y pidiendo perdón, algunos grandes periódicos, como el New York Times, el Washington Post, el diario The Guardian, de Londres, y Der Spiegel de Alemania, junto a varias de las más grandes corporaciones de TV. Un corresponsal estrella de The Guardian, Elliot Higgins, informó sobre un supuesto ataque contra las tropas ucranianas, con proyectiles lanzados directamente desde territorio ruso. Y luego se descubrió que todo se había basado en un “informe de expertos” que en realidad lo había hecho el propio Elliot Higgins con un socio. Otro periodista estrella, Bill O’Reilly, de la Fox, había informado haber visto los cuerpos de monjitas asesinadas por los rebeldes izquierdistas en El Salvador. Pero finalmente tuvo que confesar que no había visto nada más que unas fotos que según le dijeron eran de las monjitas asesinadas. Y un par de días antes, otro periodista estrella, Brian Williams, de la NBC, tuvo que admitir que un reportaje desde el frente de guerra de Irak, en que su helicóptero había sido alcanzado por el fuego enemigo y tuvo que aterrizar haciendo prodigios… bueno, que todo aquel cuento en realidad no era más que una invención.   En estos momentos, en el Club Nacional de la Prensa, que es el seno gremial de los periodistas de Estados Unidos, se está gestando una intensa lucha interna en que los periodistas más comprometidos con el deber ético de informar limpiamente, están enfrentándose a otros profesionales que alcanzan el estrellato básicamente por su obsecuencia ante los intereses espurios que corrompen al periodismo. Entre los más valientes defensores del periodismo apegado a la verdad, se cuenta James Risen, reportero del New York Times especializado en asuntos de espionaje y operaciones encubiertas. Porfiadamente, Risen desafió a las presiones que recibía del gobierno y también del propio diario, y publicó, por ejemplo, un informe sobre una misión militar de la CIA en Irán, que fracasó, intentado sabotear una de las instalaciones atómicas iraníes. Todos los hechos revelados por James Risen eran reales. No hubo desmentido alguno. Pero lo detuvieron para obligarlo a confesar quién había sido la fuente que le filtró aquella información. James Risen se negó a revelar el nombre de su informante y señaló secamente que estaba dispuesto a ir a la cárcel antes que traicionar una fuente al servicio del derecho a la libertad de información. Finalmente, James Risen se salió con la suya. Únicamente reveló lo referente a sí mismo, pero jamás reveló ni siquiera un detalle respecto de su informante. La tensión entre el gremio total de los periodistas estadounidenses y el Ministerio de Justicia llegó a tal grado que finalmente el Ministro de Justicia Eric Holder se dio por vencido. Después de eso, Risen fue echado del New York Times, pero sus formidables reportajes los publicó en tres libros sucesivos que tuvieron enorme éxito editorial.. Pero, en relación al gobierno de Estados Unidos, James Risen ha mantenido sus durísimas denuncias a través de la prensa digital. Señala: “El gobierno de Barack Obama ha sido el peor enemigo de la libertad de prensa en toda una generación. Eric Holder ha sido el máximo censurador de la prensa, y no el conductor de la legalidad”. El, 18 de febrero, Risen agregó: “El Ministro de Justicia de Barack Obama le envió a los dictadores del mundo un mensaje en que les dice que está OK reventar la libertad de prensa y encarcelar a los periodistas.”   Ciertamente la manipulación del periodismo por parte de las cúpulas financieras y políticas, ha llegado a una especie de paroxismo en los últimos años, reflejando la angustia de los oligarcas occidentales por el inocultable fracaso de todo el vasto plan estratégico de un Nuevo Orden Mundial bajo el liderato férreo de Estados Unidos. Tras la desintegración de la Unión Soviética, Estados unidos con sus socios del mundo desarrollado se lanzaron a tomar posesión del planeta, imponiendo leyes, procedimientos y gobiernos con vistas a articular un gobierno planetario imperial. Las primeras guerras de dominio apuntaron a destruir el rápido desarrollo de Irán, una nación islámica no árabe, con una población excepcionalmente culta y bien instruida, y con una economía próspera que incluía un avance tecnológico sorprendentemente rápido. Para ello, fue necesaria una fuerte intervención militar que arrastrara consigo a las monarquías petroleras árabes, a las que se llevó a entendimientos secretos con Israel. En tanto, la OTAN, violando por completo las normas de las Naciones Unidas, lanzó una guerra devastadora contra Yugoslavia, única nación industrializada que mantenía estructura socialista y se mantenía independiente de los programas neoliberales. En esa guerra, que duró 8 años, el presidente Bill Clinton hizo una declaración de máximo significado histórico y mundial. Dijo que los nacionalismos y el concepto de soberanía nacional son un resabio de primitivismo comparable con el tribalismo de los salvajes.   Entre los mismos grandes medios informativos hay varios que aparecen reaccionando contra la sumisión servil a las megaempresas y sus políticos a sueldo. Es el caso del influyente diario Washington Post, que publicó un impactante reportaje y análisis, titulado: Una Nueva Dermocracia no es Asunto de Estados Unidos. Allí pregunta: “¿Fue Estados Unidos el que se entrometió en los asuntos internos de Ucrania, para provocar el golpe de Estado?... Y responde: Sí. Los agentes del poder y la influencia estadounidense en el mundo a menudo utilizan un lenguaje especial para definir sus actividades. Hablan de cooperación para enfrentar crisis, y también de apoyo a la sociedad civil, desarrollo de la democracia… en fin, pero en esencia lo que esos agentes de Washington buscan es adquirir poder e influencia para manejar el destino político del país. Y eso es lo que se hizo en Ucrania. Como lo confesó la viceministra de relaciones exteriores de Washington, Victoria Nuland, Estados Unidos invirtió más de 5 mil millones de dólares a lo largo de 5 años, a través de instituciones como la Casa de la Libertad, el Instituto Republicano Internacional, la Agencia Americana de Desarrollo Internacional, el Centro Solidaridad, y tantas otras agencias más incluyendo la ong del súpermillonario George Soros, Fundación del Renacimiento Internacional, que se asentaron hasta manipular poderosamente fuertes grupos de personas ilusionadas ante la promesa de un futuro luminoso. El propio embajador de Estados Unidos en Rusia, Michael McFaul, admitió la participación directa y sostenida de Estados Unidos en crear las condiciones para forzar un cambio de gobierno en Ucrania, que derivó en el golpe de estado y derrocamiento del presidente constitucional Viktor Yanukovich.   También el senador demócrata Mark Udall, señaló que todo el proceso que apareció como la Primavera Árabe, incluyendo el ataque devastador de la OTAN contra Libia para derrocar al dictador Muammar Khadaffi, ha sido parte de una misma estrategia de Estados Unidos y sus socios de la OTAN. Los éxitos iniciales en Yugoslavia, y Libia, unidos a las guerras en Irak y Afganistán, hicieron inicialmente creer a Estados Unidos que su estrategia era victoriosa. Pero luego se produjeron sucesivos y sangrientos fracasos en Siria, Egipto, Tailandia y Malasia. Y el gran proyecto estratégico de asumir el control de Ucrania mediante un gobierno títere, terminó también en forma desastrosa, con un gran país destruido y en bancarrota, sumido en una guerra civil en que el gobierno de Kiev está derrotado, en que la península de Crimea se integró a territorio ruso y donde, finalmente, ya es inocultable la decepción y el resentimiento de los ingenuos que se hicieron ilusiones en la plaza Maidan Es decir, en los hechos, para Estados Unidos y sus socios la estrategia se ha derrumbado en una serie de fracasos indisimulables. Pero más allá de un fracaso estratégico y de las dudas ya generalizadas de que Estados Unidos pueda realmente tomar el liderazgo mundial, hay una nueva realidad concreta, geográfica e inmediata que ya no se puede ocultar. Basta mirar un mapamundi cualquiera para darse cuenta de cómo ya ahora mismo hay una realidad de inevitable asociación amistosa a través de ese territorio gigantesco que va desde el extremo oriental de Siberia, frente a Alaska, hasta el extremo occidental de Portugal, con Irlanda, Escocia e Islandia, y desde el Polo Norte hasta las cálidas costas del mar de la China, la India, Indonesia y también África. Estados Unidos lo sabe: nada puede hacer para equilibrar sus propias fuerzas frente a la asociación económica y jurídica de Europa y Asia, lo que obviamente incluye a la inmensa Rusia. Es ante eso que Estados Unidos se debate. Si Rusia y Europa recobran su entendimiento normal y, como lo declaró Alemania, se incorpora la Unión Europea a la comunidad Euroasiática, bueno… Estados Unidos pasará a convertirse en una modesta y muy endeudada potencia de tercer orden.   En Washington lo saben, y también lo saben los jefes supremos de las grandes corporaciones transnacionales. Para estas, el tema de soberanía, patria y valores religiosos y conductuales, es un asunto secundario y siempre manejable. Los capitales que se manejan en Nueva York, igual se pueden manejar en ShangHai o Berlín, en París o en Moscú. Pero las oligarquías si tienen mucho miedo ante la posibilidad de que surja una nueva juridicidad, y que se impongan normas y procedimientos devolviéndose a la gente el pleno uso de todos sus derechos. De ahí que para Washington y la OTAN sea desalentador que, pese a toda la histeria belicista y las amenazas de guerra, en realidad los países europeos siguen reduciendo sus presupuestos militares. Está claro que Europa no quiere guerra, e incluso el comandante en jefe de la OTAN, el general estadounidense Philip Breedlove, admite que sin poderoso armamento letal proporcionado por la OTAN, Ucrania ya está derrotada. Y sin embargo el mismo general admite que, si se entrega armamento letal a Ucrania, lo único seguro es que la guerra seguirá, pero que el resultado puede ser cualquier cosa.   En estas circunstancias, ¿podemos extrañarnos que las cúpulas de Estados Unidos y sus aliados quieran angustiosamente mantener el control de las informaciones y el manejo psicológico de las multitudes de la base social?... En estas circunstancias, un par de expertos asesinos que viajaban en un auto deportivo, pasaron semiocultos por un camión colector de basura, cruzando un puente sobre el río Moskva. En el momento justo adelantaron al camión y acribillaron a balazos al opaco dirigente político Boris Nemtsov, quien iba a pie, acompañado de una amiga. Esto, cuando ya estaba convocada una concentración de la oposición anti gobierno y anti Putin en Moscú. Nemtsov no era ni un líder, ni menos el corazón de la oposición contra el gobierno de Rusia, como lo calificó la prensa occidental. Fue elegido diputado durante un período, y luego no volvió a juntar los votos para una reelección. Recibía regularmente apoyo financiero de instituciones estadounidenses, pero estaba peleado con los otros opositores liberales, a los que había llamado “roedores cobardes”. Y según las encuestas de opinión, sólo un 1% de la gente que lo conocía, lo consideraba persona confiable. Se entiende entonces la reflexión del analista Tony Cartalucci, de la publicación Infowars de Estados Unidos. Este analista comenta amargamente: El pobre Boris Nemtsov ya no le servía mucho a los agentes de Washington. Es decir, Nemtsov vivo no les servía de mucho. En cambio un Nemtsov muerto tan oportunamente antes de la concentración opositora, sí que les resulta útil, convertido en un Martir. Fea cosa, ¿verdad? Le verdad a veces puede ser fea. Pero siempre será mejor que la mentira, por más que se mienta con una excelente imagen. ¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Hay peligro, hay mucho peligro.     Fuente imagen: https://medioreando.wordpress.com   Vea también:   [!audio!] Crónica de Ruperto Concha: Las instituciones se derrumban en un mundo en crisis Crónica de Ruperto Concha:Rumbos de Estados Unidos

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