Daniel Erbo / Sintec
Finalmente concluyen las tomas y paros que afectaron las obra de remodelación del estadio municipal de Concepción. Una movilización que en su desarrollo mostró el real rostro de las instituciones del Estado que se involucraron en el conflicto y del empresariado chileno en general.
Los frutos de ésta se redujeron a una ganancia moral por parte de los trabajadores y SINTEC-Biobío: la asignación proporcional de un ítem por alimentación y movilización de 30 mil pesos cada una, el pago de 100 mil pesos (a quienes llevaban trabajando menos de 30 días en la faena) y 150 mil pesos (a quienes llevan más de 30 días) sobre los finiquitos, inclusive a quienes fueron desvinculados desde el 12 de marzo en adelante, cuya extensión es a todos los trabajadores de Claro Vicuña Valenzuela S.A. y el reconocimiento del sindicato como interlocutor válido entre los trabajadores movilizados, la empresa y la Dirección del Trabajo.
La patronal actúa como su historia le dicta
Cuando al 13 de marzo aún no se recibía respuesta sobre el proyecto de negociación colectiva enviado el lunes 9, los trabajadores, tanto sindicalizados como no, deciden ese viernes en asamblea detener las obras del estadio para presionar el comienzo de las conversaciones. El apoyo ese día era casi total, tanto quienes se apostaron en la entrada de calle Collao como quienes rondaban cerca de sus puestos no pretendían trabajar hasta tener alguna clase de respuesta.
En el lugar habían mil cien trabajadores de los cuales 600 eran directamente contratados por la empresa y el resto traídos por contratistas. Todos con algún problema: polifuncionalidad, no pago de bonos de producción, el desconocimiento de horas extra (hasta 7 por día), el descuento de imposiciones sobre su sueldo líquido, pésimas condiciones de higiene y seguridad, lo más típico de la explotación laboral de la región chilena.
Mientras los medios de comunicación se servían de las declaraciones de los obreros y remecían la opinión pública con las injusticias vividas y la cercanía de la Copa América, los dueños de la constructora sostenían reuniones en distintos tiempos con los representantes de los trabajadores, con la directiva de CVV, la concejala Alejandra Smith, inspectores de la Dirección del Trabajo, etc., baipaseando a los periodistas. De esta manera nunca se tuvo claridad de la posición de la empresa.
Al momento de aceptar el sentarse a negociar en la DT, Alex Leighton, parte de la junta directiva de CVV, no accedió a ningún punto: la dignidad laboral era lo de menos, lo importante era terminar el estadio, no tendría por qué reconocer a SINTEC como interlocutor.
Pese a esto a los tres días se llega a un acuerdo en base a lo que desde la intendencia y la DT pudieron presionar a los privados, nada que ver con lo exigido pero era una ganada para los trabajadores.
Así a la semana esto no fue llevado a cabo. Alrededor de 90 personas fueron despedidas sin sus beneficios, sin el pago de su finiquito, frustrando a los obreros que nuevamente se disponen a movilizarse, esta vez por todo. Por lo que el lunes 23 nuevamente se toman la construcción. La respuesta de Leighton fue rápida, llama a la fuerza pública y es detenido uno de los delegados sindicales; y, como fue tópico general, mantuvo amenazados a quienes participaran de la lucha.
Durante el fin de semana recién pasado rechaza una nueva propuesta del sindicato sobre el mismo acuerdo firmado, y en medio de la manifestación ofrece cumplir ese acuerdo sin firmar ninguna clase de papel que le ate a obedecerlo, ni a reconocer al sindicato. El cual finalmente es aceptado tras mantener militarizada la obra con la custodia de fuerzas especiales de carabineros, el martes 24 de marzo.
El compromiso del Estado es con el espectáculo
El aparataje estatal siempre muestra sus múltiples caras y ambivalencias en momentos de crisis, así sus operadores juegan distintos roles: el bueno y el malo, quien recopila la información, quien ofrece, quien aprieta, la voz de la cordura, la voz ciudadanista, la institucionalidad inquebrantable.
Desde todas las bancadas se acercaron a los trabajadores: personal de la DT, concejales del PC y de la DC, equipos técnicos de la UDI, carabineros y asesores de la intendencia, todos con distintos discursos, pero son un gran fin: que la movilización se acabara lo más pronto posible para asegurar la realización del evento.
Así, durante el desarrollo del conflicto las entidades estatales a las cuales correspondía interceder se limitaron a mantenerse al margen en un comienzo, para luego atacar el actuar de los trabajadores.
La municipalidad de Concepción, como mandante dentro de la relación contractual con CVV, a través de las declaraciones su alcalde, Álvaro Ortiz (DC), se empecinó en decir que “el conflicto era ficticio” y que llamaba a la “cordura” de los trabajadores a volver a sus puestos de trabajo por un “bien mayor”.
La Intendencia, por parte de las declaraciones del intendente Rodrigo Díaz insistía en que esto era culpa del sindicato pues intentaba hacer del conflicto de uno político, enfrentando los intereses de la ciudadanía y la economía local de que se realizara tan magno evento deportivo. Mientras enviaba cada cierto tiempo a sus asesores, militantes del Partido Comunista, a bajar los humos de las manifestaciones y mantener un mapeo constante de lo que sucedía en la obra.
El intendente tenía toda la razón, era claro que el conflicto era político, pero no para instalar una federación, como el anunciaba a viva voz en cámara, sino porque así como el Estado y el empresariado mostraba su fuerza a través del monopolio de la política y el capital, los trabajadores necesitaban demostrar la suya doblándoles la mano tan solo por dignidad, porque lo único que tienen es la venta de su trabajo. Y mientras la DT se veía debilitada ante la empresa, convirtiéndose en la voz de la misma (porque simplemente CVV dejó de asistir a las negociaciones), los obreros veían como eran despedidos y sus fuerzas desgastadas con la amenaza constante de los patrones y la presencia policial, por lo cual era imperioso ver frutos de su acción colectiva.
El entramado del poder y el fútbol
Las cifras de pérdida, el incumplimiento de los plazos de entrega, la tozudez de los trabajadores: los argumentos de la empresa. Los intereses de los ciudadanos, lo “ilusorio” del conflicto: los argumentos del Estado. Si repasamos los hechos las prioridades de estos actores se agrupaban en dos aspectos: el poder y el fútbol.
Por un lado, la patronal por un lado nunca quiso ceder ni el más mínimo punto de la negociación, solo los personeros estatales, siendo como vasos comunicantes, lograron que dieran una oferta para destrabar el conflicto. La cuestión era la siguiente: los patrones no podían ceder frente a sus mandados, no podían aceptar su organización, ni sus necesidades; es demostrar el poder de su clase sobre los demás.
Por el otro, el Estado fija su interés en uno de los pilares fundamentales mundiales del espectáculo: el fútbol. La realización de la Copa América significa la atención de las personas de nuestro continente, sus penas y alegrías, siendo momento propicio para que se discutan y aprueben leyes, se judicialicen personas luchadoras y pasen desapercibidas acciones contra la población en general.
Tal como el Vaticano, la FIFA sostiene la ilusión del progreso, llevando sus shows a todas partes del mundo e invirtiendo sus capitales para seguir acumulando dinero.
La última negociación se llevó a cabo como siempre en la Dirección del Trabajo, lo redactado por el sindicato fue después del primer paro fue lo que quedó, y al salir los delegados y representantes de SINTEC para explicar lo firmado a eso de las siete de la tarde del martes 24 de marzo, fueron recibidos con los aplausos de los trabajadores despedidos que esperaban con urgencia una solución para vivir mientras buscan otro empleo.
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