Cuba: el legado de Fidel

Fidel donde Jamás lo Imaginaron

La relevancia histórica universal de Fidel Castro es indesmentible, la  prueba es el fenomenal impacto que tuvo su mensaje de renuncia: a 8 horas de su anuncio, un sencillo recuento en el buscador Google revelaba que ya había medio millón de páginas referidas a la decisión del gobernante cubano...

Fidel donde Jamás lo Imaginaron

La relevancia histórica universal de Fidel Castro es indesmentible, la  prueba es el fenomenal impacto que tuvo su mensaje de renuncia: a 8 horas de su anuncio, un sencillo recuento en el buscador Google revelaba que ya había medio millón de páginas referidas a la decisión del gobernante cubano, una cifra absolutamente inalcanzable por cualquier declaración formulada por políticos o gobernantes del mundo entero.  Una revisión de los principales periódicos en Internet develaba que era primera noticia de todas las portadas, en los 5 continentes.

 
Sin duda, Fidel Castro es un símbolo de patriotismo para los cubanos, siempre amenazados por el anexionismo norteamericano. La heroica gesta de la Sierra Maestra, la cual encabezó junto al Comandante Ernesto che Guevara, es la imagen del inicio de un ciclo de lucha que se extendió por toda Latinoamérica, en post de la segunda y definitiva independencia de nuestros pueblos del yugo imperialista Yanqui; lucha truncada por las dictaduras militares genocidas que los Norteamericanos impusieron para detener este proceso histórico, que sin embargo hoy recomienza.

 
Pero Fidel tiene relevancia, porque él es parte de un pueblo que emprendió un camino: La Revolución Cubana.  La imagen de Fidel se asocia a los miles de combatientes cubanos, que lucharon junto a las más diversas naciones africanas contra el dominio colonial europeo, se asocia a la caída del Apartheid en Sudáfrica; es evidente que la contundente victoria militar de los cubanos sobre el ejército racista en Sudáfrica o en Angola marcó no sólo la caída de este régimen racista, sino que además la de una serie de gobiernos títeres de la región.  Es sabida la presencia de combatientes internacionalistas cubanos en Vietnam, Naciones Árabes o de Centro y Sud América, durante la década del 60, 70 y parte de los 80.  Sin embargo, Cuba hoy es reconocida por otro tipo de solidaridad: por sus universidades y hospitales abiertos gratuitamente a estudiantes de todas las naciones del tercer mundo y  a las minorías discriminadas de las propias grandes potencias mundiales, pero la solidaridad de los profesores o médicos cubanos no se queda solo en Cuba, su presencia solidaria en las grandes catástrofes, ya sean ciclones en Centro América, terremotos en Pakistán, se manifiesta en los miles de   profesionales cubanos que se trasladan a dichos eventos naturales, en lo que Fidel definió como el “ejército de batas blancas”.

 
Ciertamente que el Imperialismo yanqui y europeo no les perdonarán jamás al pueblo cubano y a Fidel la osadía de subvertir a las naciones saqueadas y oprimidas, los lacayos del imperio en nuestro propio suelo tampoco. Es más, se esmerarán en tratar de construir esta imagen de dictador y colocarse ellos, los asesinos de niños en Vietnam e Irak, en los verdaderos demócratas.  Al entender de estos criminales, que formaron en sus escuelas a los Pinochet y Contreras, Cuba debería emprender un proceso de “apertura”, bajo el cual ocultan la ambición de instaurar en Cuba un régimen político calcado al norteamericano o al chileno, un bipartidismo donde quien recauda más fondos gana la elección, para luego gobernar a favor de sus financistas, los grandes grupos económicos y las transnacionales, repartiéndose la isla, sus recursos naturales y riquezas.

 

La prensa (propaganda) capitalista se esmera además en enajenar la figura de Fidel, aislarla de todo contexto, en su afán de mostrar el modelo económico y social, construido por el pueblo cubano, como proyecto personal de un dirigente.  Se equivocan los capitalistas y todos los charlatanes criollos que repiten como papagayos la propaganda fascista de la CIA, que llevan día tras día desde hace casi 50 años pronosticando la inminente caída de Fidel y del socialismo en Cuba, acompañada de un feroz y e inédito bloqueo económico que en la historia de la humanidad se tenga memoria y que dignamente el pueblo cubano ha sabido enfrentar.

Hoy este pueblo que comienza a despedir a uno de sus mejores hijos está enfrascado en un proceso de más de 4 meses de discusiones, a partir del propio llamado de Fidel a rectificar, cuando advirtió que el peligro de la destrucción del proyecto socialista en Cuba no estaba sólo afuera, sino que principalmente adentro, en una serie de vicios burocráticos y de corrupción hoy existentes en la isla.

 
A este llamado llegaron más de 4 millones de cubanos que participaron de las asambleas abiertas en todo el país para dar la discusión, en ellas el pueblo ha manifestado su molestar por la escasez, el mal estado de las viviendas, el insuficiente transporte, el salario exiguo, el problema de la doble circulación de moneda, los altos precios, la corrupción, la mantención de regulaciones que limitan el derecho de los ciudadanos, la prensa acrílica y varios otros problemas.  Algunos de estos debates han sido incluso difundidos por las cadenas capitalistas, pero editados, como el ejemplo del universitario que encara a Alarcón (presidente de la asamblea del poder popular) por los problemas que pone el Estado para salir del país o pernoctar en un hotel,  cuestiones que en Cuba hoy se debaten abiertamente; hace meses que circula una carta de Silvio Rodríguez planteando estas mismas problemáticas, lo que desdice a quienes pretenden hacer ver a Cuba bajo el dominio de un pensamiento único y totalitario.

 
Tras la salida de Fidel va a ser el pueblo cubano el gran protagonista, como lo ha sido en estos últimos 50 años, perfeccionando su sistema social y político, corrigiendo los errores que el pueblo ya ha manifestado en las asambleas y que los representantes en la Asamblea del Poder Popular, máxima instancia del pueblo cubano, deberán resolver, cumpliendo con la enorme expectativa que el pueblo ha cifrado en ellos, que deberá redundar en una manifiesta mejora de la calidad de vida y mayores libertades públicas.

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