CUENTO| Pretty Madonna, lloramos por ti

Pretty Madonna, lloramos por ti

(Cuento de Navidad)

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Bartolomé Leal

I

Estamos en el año 2073. Han pasado cien años desde el pronunciamiento militar que impuso en el país el tipo de gobierno autoritario que ahora nos rige, tras un prolongado período de libertinaje entre 1990 y 2020, después del cual los disturbios ocasionados por la psicosis del agotamiento del petróleo tras las guerras, más la corrupción generalizada, terminaron con la mal llamada democracia y condujeron al restablecimiento de los valores de la autoridad y el orden.

Abolidos o arrasados los partidos políticos, el país está regido por una coalición de grupos religiosos, encargados por la jefatura castrense de mantener a la población ocupada de las cuestiones espirituales, y no de andar rebelándose, reclamando o debatiendo sobre las verdades eternas. La crisis global provocada por la gran peste de SIDA, el calentamiento de la atmósfera, el ataque de las gripes mutantes y las guerras nucleares focalizadas, no han acabado con el apetito por consumir, sino que lo han reorientado. El hambre ha obligado a la autoridad a legalizar el canibalismo, que se practica, aunque sujeto a importantes regulaciones. Entre ellas el aprovechamiento de las partes no comestibles para la producción de kokakola, el brebaje de fantasía que el régimen promueve para mantener tranquilas a las masas.

Además, el país ha terminado por darse cuenta que luchar contra la decadencia ambiental y cuidar la ecología es una tarea superflua. Se ha preferido convivir pragmáticamente con el problema del cambio climático, que ha convertido en infiernos desérticos o en charcas contaminadas a grandes zonas del planeta, destacando su dimensión religiosa: no se trata sino de una forma de castigo divino por los pecados individuales y sociales cometidos.

En la antigua calle Obispo Girardi –llamada ahora pasaje Cóndor Rojas, en recuerdo de un legendario deportista beatificado por una secta neocristiana– funciona la “Comisión Nacional de la Mala Lengua” (CONAMAL), organismo público encargado de velar por la pureza del habla nacional y la erradicación de los idiomas autóctonos. La autoridad del medio ambiente ocupó antes ese edificio, ubicado frente a la gran autopista que se extiende a lo largo de lo que era el río Mapocho (ahora un canal subterráneo) y de un área verde de cuyo nombre nadie se acuerda. El edificio fue quemado por la turbamulta durante los motines que siguieron a la psicosis climática. Restaurado a medias, como otros recintos públicos, acoge a una nutrida tropa de funcionarios marginales, que se apelotonan en las escasas oficinas medianamente habilitadas. Un par de pisos llevaron años ocupados por unos ancianos ecologistas que alguna vez se apoderaron el edificio, y que nadie se molestó en expulsar.

La actual CONAMAL tiene como Regidora-en-jefe a una sacerdotisa del culto a Isis; y su Fiscalizador-con-plenos-poderes es un representante del integrismo islámico nacional, un inmigrante de los Emiratos Árabes instalado aquí tras los bombardeos nucleares que terminaron con los regímenes fundamentalistas del Medio Oriente. Ambos son cibermutantes de la era post-SIDA.

La institución reguladora del lenguaje es un microcosmos de las pugnas entre los grupos religiosos, como efecto de la precaria unidad de la coalición de gobierno. Los católicos romanos, recuperados tras su cuasi exterminio, motivado por los levantamientos populares de indignación frente a los anuncios papales de acabo de mundo que nunca se cumplieron, son la principal fuerza de oposición y esperan su oportunidad de gobernar. Su organización más popular se llama “Catacumbas 3000”, reflejo de la poca fe que se tienen ellos mismos. Casi todas las iglesias protestantes, bastante disminuidas tras la uniformización computacional de las Biblias, actúan según vaivenes prosaicamente oportunistas.

Los uniformados toman palco y beben cócteles. La religión no les interesa. Siguen dirigidos con ventaja por la figura mítica del mariscal Pinoclio, de quien se dice que tiene 80 años permanentes, y que es mantenido vivo gracias a la kokakola y a una red de computadores que se encarga de sus funciones vitales, incluso de hacerlo caminar y discursear por la televida, el sistema de comunicaciones neurológico que ha reemplazado a las viejas radio, televisión y teléfono.

Los grupos religiosos de la coalición se han cuoteado los departamentos y unidades de la CONAMAL, que es un hervidero de intrigas y traiciones. Todo el mundo está alineado en alguna corriente, ya que si hay algo que asemeja y por ende une a los grupos en pugna, es que todos y cada uno se considera, con justa razón, poseedor de la verdad. No por nada son grupos religiosos.

En este contexto se produce el crimen horrendo de Pretty Madonna, una funcionaria del departamento de Planes y Programas Anti-Obscenidad. La dama pertenecía a una de las sectas cristianas del ala dura de la coalición, las “Adoradoras del Sagrado Prepucio”, una mezcla de feminismo siglo XX con las actitudes sadomasoquistas de las monjas medievales seguidoras de la herejía maniquea. Pretty Madonna es la hembra más popular de la institución: deseada eróticamente, amada platónicamente u odiada fervientemente, no deja frío a nadie, sea hombre, mujer, transexual, bisexual o animal.

El crimen se ha producido un día viernes, antes del feriado de fin de semana. La víctima es encontrada el día lunes, en el baño de su oficina, degollada, violada y semidescuartizada: algunos de sus miembros y órganos se hallan mordidos e incompletos. En la pared se lee un mensaje críptico, escrito con sangre: “Muere, marrana. Comando Sarita Montiel. Flagelum Sacrum Est”. Los textos parecen responsabilizar a dos grupos minoritarios en la CONAMAL, uno interno y otro externo a la coalición de gobierno. El primero una secta de pederastas vegetarianos que rinde culto fetichista a la actriz española, y el otro un grupo de católicos disidentes afectos a la flagelación ritual y seguidores del patriarca Orígenes (aquél que se autocircuncidó con una piedra afilada). La creencia popular se inclina por sindicar como los hechores del delito a los caníbales infiltrados en la CONAMAL; camuflados, aunque reales. Se les reconoce porque siempre andan con sus perros a rastras.

Ella se llama Pretty Madonna de acuerdo a la moda vigente que obliga, por ley, que todos los ciudadanos lleven nombres de figuras de la historia, la cultura o la farándula. No hay espacio para cementerios en la ciudad, de modo que la muerte se ha organizado en fosas comunes, o más bien vertederos identificados por el nombre de cada cadáver. En la CONAMAL hay cinco funcionarios bautizados Napoleón Bonaparte, tres Rigoberta Manchú y dos Arcipreste de Hita. Un solo Don Francisco, pero eso ya es bastante...

La Brigada de Represión de Homicidios se hace presente, con el aparatoso estilo de siempre. Su llegada al edificio de la CONAMAL produce cinco muertos y una veintena de vehículos destruidos debido a accidentes de tránsito en la autopista de alta velocidad que se extiende por donde antaño hubo un parque. Un helicóptero oficial se estrella frente al edificio, muriendo sus cuatro ocupantes; pero se trata sólo de tropas de choque, los llamados “Infradotados”, utilizados por la policía para machucar disidentes. Estos hechos sangrientos se han transformado en habituales cada vez que la autoridad armada irrumpe en la vida civil, con su blindada torpeza. Pero no impresionan a nadie; al revés, se les considera un aporte al control demográfico, propugnado por la coalición en el poder... e impugnado por la oposición católico-romana.

El detective Kem Piña, un aficionado a la temática de la degradación del lenguaje y su contaminación extranjerizante, es encargado de la investigación. Descarta los mensajes en la pared, por irrelevantes, se niega a examinar el cadáver porque le da asco, y pide interrogar a todos los funcionarios que se comen las uñas. Su pedido no guarda relación con el crimen. Sólo quiere investigarles los dedos, ya que está haciendo un estudio científico (pituto personal) acerca de la deformación en las huellas digitales por sobredosis de saliva. Dictamina que se trató de un intento de robo y da por cerrado el caso. Pretty Madonna parte así, sin más trámite, a reunirse con sus homónimas muertas en un pestilente y lejano vertedero de Paine.

Pero hay dos individuos que no se conforman con esta versión. Los nombres: Hopalong Cassidy y su asistente Ramsés Segundo. Son oficiales administrativos, encargados de la logística. Ellos lo saben todo, por todos lados husmean. Deciden emprender una investigación informal. Hay algo que los incomoda, y mucho, en el sangriento hecho. Nadie ha mencionado este detalle: Pretty Madonna era una adicta a la literatura, coleccionaba y leía libros, práctica prohibida tras la psicosis climática. Y alguna vez les había mostrado unas novelas a ellos. El santo y seña de los adictos a los libros era: Sherlock, a lo cual la mujer contestaba: Holmes. Y así los anatematizados volúmenes cambiaban subrepticiamente de manos...

II

La primera parte de esta apasionante historia nos dejó con los dinámicos funcionarios de la Comisión Nacional de la Mala Lengua (CONAMAL), Hopalong Cassidy y su fiel asistente Ramsés Segundo, iniciando la ardua y esforzada tarea de investigar el crimen alevoso de la sin par Pretty Madonna, ocurrido un aciago día del año 2073, centenario de la era de Pinoclio.

Pero nuestros héroes no habrían de llegar muy lejos en su pesquisa. En uno de los golpes de astucia zorruna a que tiene habituado al país desde hace un siglo, el mariscal Pinoclio se manda uno de sus famosos pronunciamientos estratégicos (“ejercicios de enlace” como les llama) y derroca a la Regidora-en-jefe de la CONAMAL para “poner orden en las filas”, como le gusta decir. “Demasiada democracia en ese burdel” les grita a sus adláteres, en el momento en que le cambian los apósitos con que protege su momificada garganta. “Que los desaparezcan a todos” ordena con su voz pituda, antes de sumirse en el sopor creativo del cual surgen las letales vilezas que su mente enturbiada excreta, de cuando en vez. “A la mujer ésa, que la nombren embajadora en Thatcherlandia. Y al payaso que funge de Fiscalizador-con-plenos-poderes, me lo ponen a lavar autos”, agrega. Nadie entiende por qué tales premios, pero al mariscal no se le discute...

Llega un nuevo grupo político-místico a hacerse cargo de la institución. Se les conoce como los “Canes Rabiosos”, o más sucintamente, los “Quiltros”. También se les apela los “Inmundos” o los “Comemierda”, porque se trata de una secta de neo-hinduístas, coprófagos estrictos y fanatizados, que consideran que la única forma de salvar al planeta es que cada ciudadano devore sus propios excrementos. Son un grupete de seres ordinarios, solapados y arrogantes, de olímpica y agresiva ignorancia, que ocupan en breves minutos todos los espacios físicos y expulsan o hacen renunciar a una parte importante de los funcionarios. Para hacerlo más complicado, cada Quiltro tiene uno o dos clones, cada cual más perverso. Es el crujir de huesos y el rechinar de dientes, según relata en bíblico plagio una sobreviviente de la masacre. Desde ya, los ancianos ecologistas, que como se recordará ocupaban los pisos altos del edificio institucional, respetados por sus canas venerables y sus ideales sublimes, son arrojados sin piedad a la autopista.

Nuestros abortados héroes, Hopalong Cassidy y su asistente Ramsés Segundo, caen en desgracia. Parten entonces con destino desconocido, aunque se sabe que se les ha enviado a capacitarse a Nueva Villa Grimaldi, uno de los tantos sitios restaurados y modernizados para usos represivos, desde la cruenta retoma del poder por las fuerzas del mariscal Pinoclio en lo más álgido del siglo XXI. El lugar pretende ser un centro de formación de las mentes en metodologías de perfeccionamiento funcionario, pero sus fórmulas son tan radicales, que la mayoría de sus visitantes obligados terminan con los cerebros transformados en mermelada, por lo que la gente sabe que allí se llevan a cabo faenas de exterminio.

Los Quiltros en el poder oyen hablar del crimen de Pretty Madonna y, aprovechando esta coyuntura (ya que no saben qué hacer con la CONAMAL, salvo cumplir la instrucción de su Mariscal de lograr la supergobernabilidad, una manera que usa para nominar su autocratismo) lanzan una nueva oleada de ciega represión. Obligan a todo el personal a preparar minutas detalladas acerca de sus actividades al momento del suceso, sin ningún respeto por los analfabetos de la institución, ni compasión por los flojos y los lentos. A algunos de los Canes Rabiosos no les interesa la protección del lenguaje en sí, supuesta misión de la CONAMAL, sino promover en su provecho el uso del Excelsis XII, actualización de un software del siglo pasado, canonizado como el primer santo virtual. Otros aspiran, lisa y llanamente, a ejercer la maldad pura, organizada como paradigma funcionario. El lema de los Inmundos es “Comando y Control”.

Los Quiltros se encargan pues de destruir sistemáticamente todos los valores institucionales. Redistribuyen a la gente por los pisos, deshacen departamentos y unidades, introducen en ellos personajes de su confianza, y descalifican o humillan a los antiguos. Ladran, gritan, insultan, desacreditan, manosean, e incluso golpean. Nadie ni nada se libra de su furia fanática. Obligan al personal a seguir cursos de adoctrinamiento en su fe, haciendo trizas los últimos trazos de dignidad e individualidad. Es, verdaderamente, la revolución...

Pero no contaban con la astucia de nuestros taimados héroes, Hopalong Cassidy y Ramsés Segundo, quienes han logrado escapar de Nueva Villa Grimaldi, al precio, naturalmente alto, de dejarse sodomizar por un centenar de guardias del recinto de exterminio, que entre otras cosas ostenta el título eufemístico de “Centro de Participación Ciudadana”. Una vez liberados (y apaciguadas sus mancilladas posaderas), deciden infiltrarse en la CONAMAL, no tanto para continuar con la investigación, sino para vengarse de los Inmundos. La búsqueda de una táctica ganadora los obliga a una prolongada sesión de ingesta de cerveza nacional con los representantes de una secta carismático-ecologista, con lo cual quedan, además, dañados de los riñones, pero las ideas afloran. Se disfrazarán de periodistas. Saben bien que los Canes Rabiosos de lo único que tienen un horror supersticioso es de la prensa, las comunicaciones, los reporteros; sobre todo el llamado periodismo e-mercurial, establecido como escuela única, dominante y obligatoria en las universidades.

Pero hay, por añadidura, un resquicio psicológico importante, que nuestros héroes han intuido: para un Inmundo, el horror total es enfrentarse a una hembra periodista. Se estremecen ante la sola imagen de una de tales profesionales, que tienen un status especial en la era del mariscal Pinoclio. De modo que Hopalong Cassidy y su leal asistente Ramsés Segundo se disfrazan de mujeres. Haciéndose pasar por poderosas profesionales de la prensa, y premunidos de sendos certificados de apitutamiento firmados ante notario, obligan a los Inmundos a contratarlos. Se hacen llamar Cocoa Peptonizada Raft y Gallina Negra, sus nuevos apelativos de travestis legalizados, que son por lo demás los sobrenombres de dos ignoradas heroínas del periodismo de ultraderecha en la restaurada Cuba de Batista, elevada como se sabe al rango de era dorada por Pinoclio y sus secuaces.

Cocoa Peptonizada Raft y Gallina Negra se introducen en la organización y empiezan a alterar los nervios de los Inmundos. La gente se ríe y los llama ahora los Chuchos Nerviosos en lugar de Canes Rabiosos. Vuelven sobre las pistas que habían descubierto ellos mismos y Kem Piña para descifrar el crimen de Pretty Madonna, pero la delicada trama institucional de información ha desaparecido. Los neocontralores se han encargado de tergiversarlo todo, de esconder papeles y facturas, de ablandar a la gente para que no hable. Testigos claves han partido o simplemente desaparecido en los pisos superiores, a los que nadie se acerca porque el apestoso olor de la carroña es insoportable.

Nuestros héroes, perdón heroínas, se hallan confundidos/as. Hasta que, pensando y pensando con sus cerebros zafios, elucubran algo importante: si han ganado un nuevo status, una pequeña pero relevante cuota de poder, es gracias a sus nuevos sexos y sus nuevas profesiones, ¿por qué no asumir una decisión audaz y aliarse con los Canes Rabiosos? Saben que un traidor es lo más preciado en materia de ciudadano ejemplar, la mejor manera de pasar a los rangos de las élites y ganar una vivienda en los túneles del viejo Cerro San Cristóbal, llamado ahora Urbanización Cielo Azul. Lo hacen pues, juramentados, y pronto se transforman en verdaderas fieras de inigualable crueldad contra lo poco que resta de la comunidad conamaliense.

Sólo que hay algo que viene a complicar las cosas, algo no calculado por nadie. ¡Alabado sea Murphy! La inigualable, bienamada y venerada Pretty Madonna había dejado demasiados corazones rotos cuando fue occisa de manera tan salvaje. Y uno de esos seres enamorados acecha desde las tinieblas del más humilde departamento subtécnico de la Comisión Nacional de la Mala Lengua: la Unidad de Gritos y Susurros. Se trata de una silenciosa profesional, humillada hasta la saciedad por ser poseedora de un PhD. Ella se llama Violata Perra y sabe (o cree saber) algo que casi nadie sabe, por haber sido la persona más cercana a Pretty Madonna. Según el impreciso rumor, al morir asesinada, la diva se hallaba encinta de un colega de la CONAMAL, que respondía al nombre de Espíritu Santo. Y el bebé no habría muerto con ella. Al parecer alguien había rescatado al feto de los insaciables caníbales, mientras la madre agonizaba.

III

Recapitulando de nuevo: Violata Perra hace la posta en la misión divina abandonada por los transexuales Hopalong Cassidy y Ramsés Segundo, que han preferido renunciar a sus valores y repetirse el plato como poderosos señores de la CONAMAL. Violata deduce que el bebé está oculto en alguno de los intersticios del decadente edificio de Cóndor Rojas esquina de Providencia. Ella, que acostumbra quedarse hasta tarde para captar, en el silencio de las horas extra, los alaridos y murmullos adheridos a las paredes, y con ello agregar información a las regulaciones y normas que proyecta, está segura de haber sentido en más de una ocasión el llanto suave y apremiante de un bebé. No distingue bien de donde sale, sus búsquedas han sido vanas. La musical queja de la guagua parece desplazarse hacia arriba o abajo de la vetusta construcción. Sin embargo, Violata no ceja en su empeño.

La tarea es difícil, los Quiltros han transformado las antiguas oficinas y los corredores en minúsculas perreras, fieles a su idiosincrasia. Las perreras albergan al continuo flujo de nuevos funcionarios y funcionarias, llamados los Escalonecios o las Bitarrajas por los empleados antiguos, en recuerdo de un par de políticos del breve interludio democrático, los cuales se hicieron famosos por su empeño en ubicar a miles de sus amiguetes en la administración pública. Muchas de tales perreras se interconectan formando verdaderos dédalos de material ligero, pero otras conducen a pasajes ciegos o a los tenebrosos mingitorios donde se desarrollan espontáneamente cultivos de SIDA, transformando el desplazamiento por el lugar en un azar riesgoso, sobre todo para los visitantes ocasionales. Los Quiltros no paran en su afán por optimizar el espacio, de modo que casi nadie conoce verdaderamente las claves del laberinto. Violata Perra menos aún, ya que su trabajo está entre los menos relevantes de la institución. Curiosamente no la molestan, su nombre los confunde.

Una noche de verano en que Violata Perra había recogido de los rincones seis muestras auditivas de la clave Sherlock Holmes, utilizada por los disidentes más peligrosos, los llamados “putos-lectores-de-libros” (muestras que por cierto ella misma destruye, antes que se enteren los ejecutivos de la CONAMAL), identifica un levísimo quejido infantil proveniente al parecer del penthouse del edificio, también subdividido por los Canes Rabiosos; subdividido con precarias jaulas de cartón, cabe señalar. Dichas jaulas se utilizan para castigar a los funcionarios díscolos, a quienes se obliga a soportar las temperaturas de 10° bajo cero en invierno y sobre 40° en verano, que se han apoderado de la ciudad, desde que el cambio climático ha trastocado las tradicionales temperaturas de antaño.

La mujer se aventura hacia los pisos superiores, premunida de una linterna que a ratos se apaga (fabricada en alguna de las nuevas colonias chinas de África), una mascarilla para filtrar la pestilencia que tendrá que soportar al cruzar los pisos superiores, y un bastón de montañista de afilada punta, para así defenderse de las ratas que medran en esa parte del edificio, agresivas ante cualquier incursión en sus dominios. Violata Perra, dama delicada, se estremece de asco por tener que hacer eso, pero se da cuenta que se halla en la pista correcta. La llantina del bebé es percibida por ella, cada vez más nítida y próxima. Un sollozo de emoción se apodera de Violata. Ha intuido que es el hijo de Pretty Madonna, el salvador, el Mesías ansiado. Se turba con esa revelación inusitada, mas ello le da fuerzas para internarse en aquel laberinto de mierda y alimañas, de basura y asechanzas. Varias veces llega a callejones sin salida, donde batallones de ratas atrincheradas le muestran sus colmillos; en otras ocasiones desemboca en abismos abiertos a la calle, un peligro de muerte para quien caiga desde varios pisos sobre el destartalado pavimento.

Violata Perra avanza, manejando su bastón y su linterna con la pericia otorgada por la pasión, por lo que se acerca a la techumbre del edificio, apelado pomposamente el divino penthouse. Se da cuenta que el llanto de la guagua ha mutado en un gorjeo propio de la satisfacción tras la cuota de leche materna. Pero otro sonido le hace contrapunto. Suena levemente una armónica de boca, que entona una melodía que le parece conocida. La reconoce. Se trata de “La Internacional”, el himno de los proletarios del mundo, que no está prohibido, sino que la música ha dejado de ser practicada, sus espacios han sido ocupados por la televida. A la postre, al final de la última escalera, una luz difusa la atrae hacia un rincón del tejado, donde una perrera más grande ha sido habilitada para albergar a un grupo de gente. Su forma le trae a la memoria una imagen de su niñez y a su cabeza llega una palabra en desuso: pesebre.

Primero distingue al de la armónica: es Juan Pablo Sartre, con su coleta rubia y sus aires de Woodstock, quien le hace un saludo con las cejas, sin dejar de tocar la pegajosa melodía. Arrodillados, reconoce a otros compañeros de trabajo: los Tres Chiflados (Moe Venaguas, Larry el Vasco y Curly Rodrigues), que a martillazos, dedos en los ojos y profusión de escupitajos, celebran su promoción a Reyes Magos. Junto a ellos, Víctor Maduro, sonriente, genial, demente: sus ojos cerrados revelan que está mirando algo sublime en el interior de su cerebro. También reconoce a las dos Reinas Victoria, hermosas como siempre lo fueron, son y serán, las cuales flanquean a Pretty Madonna que mece en sus brazos al bebé. Como siempre, ella lleva un peinado punk, el erizado pelo teñido de púrpura. Sus implantes metálicos brillan con reflejos dorados. Las Victorias, en su honor, han unido los cables que alguna vez les fueron instalados para conectar sus cabezas, que ocultan escondidos bajo el pelo desde que el ciberpunk ha sido prohibido por la autoridad militar.

Bienvenida. Saluda al niño, Violata”, le dice Pretty Madonna, “se llama Epifanio. Su padre es el Espíritu Santo y su padrastro es José Mojica, aquí a mis pies”. Violata Perra lo reconoce: el mudo José, la reserva moral de la patria, el furtivo líder de los viejos ecologistas y que por muchos años tuvo los labios cosidos. Violata Perra se emociona, todos ellos son los sobrevivientes, los tercos héroes de la resistencia contra la brutalidad del sistema neoliberal-castrense, los imprescindibles. Las Reinas Victoria la saludan, elevando sus manos de dedos palmípedos, cosmética puesta de moda desde cuando la película El proceso ha sido canonizada por una secta cinéfila.

Pero lo más impactante para ella ha sido ver a la propia Pretty Madonna en el proceso de amamantar a su sonriente y regordete bebé. Lo entiende: la asesinada era un clon. La bella está viva, logró salvarse. “Debes guardar el secreto”, continúa Pretty Madonna, “porque más temprano que tarde se abrirán las anchas alamedas por donde pasará el hombre libre para construir un futuro mejor”.

Los congregados repiten las palabras sagradas. Juan Pablo Sartre prolonga la última nota de su himno revolucionario en un lírico lamento. Los Tres Chiflados desentonan con su propia versión de la cumbia “Macondo”, meneándose alrededor del niño resplandeciente. Víctor Maduro susurra: “¡Grande, compañeros!” Las dos Reinas Victoria agitan sus brazos en una danza sedente. José Mojica pone los ojos en blanco, mimando una azucena de la pureza.

Violata Perra cae de rodillas y musita: “Aleluya, Aleluya... Ha nacido el pulento, el salvatore, el cuerpo, el prometido en El Sacro Libro. Una nueva era comienza. No todo está perdido. Vale la pena vivir. Vale la pena luchar. ¡Amén!”.

¡Amén!”, corean los congregados junto al pesebre.

FIN

Bartolomé Leal es escritor chileno de género negro y policial. Sus libros más recientes son “La venganza de aparapita” (2019, publicado en Bolivia) y “Femicidios a la carta” (Santiago, 2020). En prensa: “Misterios de Quito” (2021).

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