La exposición del artista visual Guillermo Moscoso comienza su visita por tres comunas de la región durante 2018, en una propuesta que tematiza lo político y territorial en su obra.
20 años de producción visual se presentan en esta selección elaborada por la curadora local Carolina Lara, la cual resitúa el punto de reflexión en las temáticas políticas y territoriales abordadas por la producción de Moscoso. Montaje que abre la itinerancia regional por el Biobío y Ñuble durante septiembre en la Corporación Cultural Municipal de Los Ángeles, en octubre en la Sala Marta Colvin del Centro de Extensión de la U. del Biobío en Chillán, y en noviembre en el Centro Cultural de Tomé. El proyecto es financiado a través del Fondart Regional convocatoria 2018.
Tras el retorno a la democracia, Chile comenzó un lento pero seguro peregrinaje hacia el desarrollo del modelo neoliberal como política nacional, y como sello identitario de una cultura desmentalada por la dictadura, que entregaba su acervo histórico y riqueza, a la cultura de masas como gesto pacífico por “la democracia”. Finalmente el arte de resistencia, producido con mayor intensidad durante los 80’s en Concepción como en Santiago, se difuminó ante el nuevo régimen político, momento en que el neoliberalismo permeó en profundidad las esferas público y privadas de la vida cotidiana. En este escenario, Guillermo Moscoso, quien se formaba en la Escuela de Arte de la U. de Concepción, deja la academia para insertarse en el underground de la escena penquista, produciendo mayormente xilografías y gráfica, y utilizando el texto como soporte para la circulación de la palabra que acompañaba de manera constante su obra.
Su primer alter ego, el “Ángel Indulgente” emergió en primera instancia en sus xilografías y tomó voz en la poesía, relato inconcluso de esta obra de carácter visual que a momentos también era texto. En este escenario el artista comenzó a incursionar en la acción a través del cuerpo, dando discursividad a un territorio azotado por nostalgias y activaciones sociales referentes a la epidemia del VIH/Sida en Chile, y cierta identidad disidente que habitaba en espacios subterráneos de la ciudad. En 1998 realiza sus primeras performance, donde del trazo pasa al cuerpo, en un afán por hacer de este objeto biopolítico un texto en movimiento. Interviniendo fiestas góticas y del undeground gay en Concepción, el artista comienza a trabajar de manera colaborativa con organizaciones sociales como Positivamente Positivos, y en actividades que colmaban el frontis de la Catedral de Concepción de travestis y música de boite, conmemorando año a año el Candlelight, acto de memoria por las personas fallecidas a causa del VIH/Sida en el mundo. Desde sus comienzos el artista manifestó un rechazo a ser un espectador impertérrito de la realidad y las dinámicas sociales que existían a su alrededor.
En 2001 Moscoso envió a un sopor a su alter ego el Ángel Indulgente. Lo envió a un sueño profundo durante 10 años, para centrarse en “ÁreaSucia” su segundo alter ego, un personaje que dialoga más con la imagen hospitalaria que con lo dark y lo oscuro de cierto imaginario de la nostalgia, que trabajaba en el Ángel. Desde este nuevo surgimiento, ÁreaSucia incursiona en temáticas de la memoria pero desde una perspectiva política, situándose en el espacio público y en lugares emblemáticos de la ciudad para reflexionar desde el cuerpo acerca de realidades existentes en la superficie mediática, pero que nadie se atrevía a hablar.
En estos años de producción, el artista bordea la crítica social para situarse, en una de sus obras emblemáticas en el frontis de la Catedral de Concepción, en la performance “Genosida”, timbrando sin cesar la biblia con el sello rojo “positivo”, declarando cada página de la biblia como una palabra de emergencia y de condena. Los transeúntes serían parte importante al momento de activar la obra, deteniendo sus manos, acompañando el accionar e incluso citando a la prensa en pleno desarrollo de la performance. En la década del 2000 el artista radicaliza el accionar de su obra, encontrando en el espacio público un soporte predilecto para instalarse desde distintos lenguajes de las artes visuales, principalmente desde la performance y la instalación.
En 2011 el Ángel Indulgente despierta con una carga mayormente simbólica por refundar espacios de la memoria, así como por recorrer comunas azotadas por el terremoto y tsunami de 2010, como también ruinas, lugares recónditos y olvidados del paisaje local. El espectro de crítica del artista sería ampliado a un ejercicio de reconocimiento territorial, donde el Ángel se instala en el frontis de un Liceo en toma en Concepción, azotando una bandera chilena en “La lavandera”, o realizando un recorrido por espacios totalmente abandonados en el paisaje local. También lugares que han sido afectados por la contaminación serían un escenario a intervenir, como Laraquete o la región de la Araucanía, haciendo del arte una cuestión experiencial de denuncia, instalando de manera directa o indirecta en la ciudadanía, reflexiones acerca de estas temáticas locales presentes en el imaginario colectivo. Finalmente el cuerpo sería un (pre)texto para activar el territorio.
En 2016 el artista retorna a la gráfica para producir ilustraciones, textos y performance que presentan a un personaje que es un híbrido visual de sus dos alter ego, del gótico Ángel Indulgente y el político ÁreaSucia, completando una serie de performance que retoman tanto la estética hospitalaria como el despliegue territorial de un cuerpo en tránsito, hacia una búsqueda errante por la ciudad, donde el patrimonio pierde su categoría de privilegio, y la ruina, la población y el encampado dan forma a una ciudad ausente, a través de su silencio. Este arte activista de Moscoso, que busca seducir a través de las problemáticas de la realidad inmediata, sitúa su mirada en el trabajo de artistas latinoamericanos que años antes abrieron un camino en el vínculo arte y vida, que el artista toma como manifiesto en su obra. Es por ello que diversos latinoamericanos que le preceden, entregan referencias estéticas y discursivas que el artista desborda desde una experimentalidad con distintos lenguajes, tanto desde la acción de arte, como en la instalación, la gráfica, performance y fotografía como registro de sus acciones. Tal es el caso del Grupo Chaclacayo del Perú, con las intervenciones corporales en la desnudez de la ruina, o el legado de Giusseppe Campusano y el Museo Travesti del Perú, quien produjo collage y performance que tematizaban constantemente al cuerpo como territorio disidente, planteando desde el travestismo el reconocimiento latinoamericano de una raza queer sospechosa. El artista Francisco Copello sería un hito nacional que circula como antecedente histórico de un cuerpo traslúcido, que desde lo escénico planteó la performance como el devenir plástico de un cuerpo puesto en discurso. También el colectivo Yeguas del Apocalipsis sería un potente hito nacional, que generaría reflexiones en Moscoso, encontrando en la acción antiprotocolar una estrategia discursiva para abordar un contexto social.
Este ímpetu activista y de resistencia que es parte de una historia latinoamericana y nacional, será puesto en reflexión en esta itinerancia regional por el Biobío en 2018, que tiene por objetivo activar el territorio, al igual que su obra, abriendo este ciclo desde jueves 6 y hasta el 28 de septiembre en Los Ángeles, desde el 3 al 30 de octubre en Chillán, y desde el 7 al 30 de noviembre en Tomé. El proyecto expositivo, incluye una nutrida agenda gratuita en mediación cultural que integra visitas guiadas, un conversatorio y exhibición del mini documental de los 20 años de producción del artista, así como una performance en sala, itinerario que se replicará en cada uno de los espacios, generando una interpelación directa en la comunidad, los vecinos y grupos sociales que estén dispuestos a ser invitados a establecer a través del arte, pequeñas reflexiones y críticas de temáticas cotidianas referentes a lo político y lo territorial.