Por Curanilahue Nuestro Territorio
Corría la década del ochenta en la provincia de Arauco y con ella, en Curanilahue, la Dictadura Militar. Corriendo de vuelta los cercos, que en la lucha por la tierra había ganado el movimiento campesino, en favor de las forestales. Pintando las calles de sangre, verde milico. Persiguiendo y sembrando un temor casi incontenible en muchos de los habitantes del pueblo minero, que en su momento alumbraba al país con la extracción del carbón mineral. En las casas viejas -muchas aún en el estado de aquellos años- descansa la memoria de tantas y tantos, que debieron callarla por mucho tiempo.
Dentro de las muchas historias que se tejieron a la orilla del brasero con mate en mano, se encuentra la de José Medina, quien a sus 16 años en el ‘86, comenzara su militancia en las Juventudes Comunistas de Chile. Una historia de resistencia, juventud rebelde y ansias de libertad.
I
Con nostalgia Don José Medina rebuscaba en sus recuerdos más preciados, para relatar cómo - cuando tenía 16 años- empezó a cultivar en su cabeza los ideales de la izquierda de aquel entonces. Motivado por el encuentro de su realidad con la de otros más desposeídos, al venir de una familia de comerciantes. Ser parte del pueblo más pobre del país y ver como niños asistían al colegio sin zapatos y los pies morados de frío, fue su principal aliento, mientras que en la capital los generales se llenaban los bolsillos y mandaban a los pelados a descargar sus balas contra el pueblo.
Así fue como José, un hijo de la dictadura, como él mismo señala, por haber nacido en 1970, se une a las filas de La Jota en el ‘86. La adolescencia lo mantenía firme, cuando casi jugando escapaba de la policía en las tardes de invierno donde el sol dejaba de alumbrar, rodeado de profesores y compañeros que hoy recuerda con cariño, por todo el aprendizaje político que tejieron en comunidad. Sin embargo, reflexionar sobre la memoria, lo llevó a concluir que fechas clave de la historia del país y de Curanilahue, habían sido guardadas en los libros como un hito, cuyo contexto había quedado perdido en la memoria colectiva.
“Esa parte de la historia de Curanilahue, está super perdida”, comenta. Pensar en el exilio y no en los exiliados, en los desaparecidos y no en el porqué, los asesinados y no en los culpables. Recordar la dictadura en Curanilahue como un concepto despojado de la descripción de sus habitantes, y que tal vez muchos hayan olvidado la persecución de un vecino muy querido, “Pancho”; apenan y preocupan a José.
II
A medida transcurría la década del ochenta, el Curanilahue pobre con piso de tierra se cansaba del hambre de independencia, y desde sus entrañas negras de carbón se oía un rugir que con los años, se hacía más y más fuerte. Desde los pirquenes y los corrales de vacas papeleras -también llamados bosques de pino- se escuchaban los gritos del liceano anunciando que el tirano iba a caer. Causa de esto, y de la historia que el Partido Obrero Socialista y Comunista habían hecho en la gran zona carbonífera de Lota, Coronel, Curanilahue y Lebu, es que muchos adolescentes, jóvenes y adultos se arrimaban en pequeñas células prohibidas por el régimen, entre ellas, donde militó por años José. La salida de Pinocho, era el principal objetivo, a como diera lugar.
“Las primeras marchas fuertes se hicieron en Curanilahue. Hay como dos o tres hitos importantes de manifestación y entre ellas, una de las primeras marchas grandes del movimiento minero se produce en Curanilahue” narra José con emoción, dejando en evidencia que el movimiento social por la liberación, llegaba a la organización de todo tipo de habitantes. Los mineros por una parte, que llenaban las calles con las caras manchadas de negro y los pobladores, jóvenes y estudiantes, que entre cassette pasado de mano en mano, buscaban reconstruir el tejido social acribillado por la dictadura.
[caption id="attachment_83845" align="alignnone" width="1664"] Padre Ignazio Garau, precursor del centro abierto de educación popular (CADEP), espacio que unió a jóvenes, estudiantes y mujeres en la organización cultural contra la dictadura. Gentileza: Juan Férnandez Castro[/caption]
Y los profesores, muchos de ellos formando jóvenes de pensamiento crítico, sembrando en ellos la pasión por el labor popular. “Esa gente generó un movimiento a nivel local que permitió por ejemplo, en su momento el despertar de otros, porque el CADEP se formó como un centro abierto de educación popular, y tenía un cura que era fantástico para eso”, contaba José.
“En ese momento en Curanilahue ocurre un hecho puntual que activa a la comunidad y gatilla en ella un descontento en contra de Carabineros, porque se sabía que habían sido ellos quienes habían disparado” apunta José, respecto de un acontecimiento previo al plebiscito de 1988. El sentimiento popular era fuerte, el compromiso de los compañeros y compañeras, era tal, que muchos de ellos estaban dispuestos a dar sus vidas por ver caer a Pinochet. Así fue como en el año ‘88 -pese a que José asegura sucedió en el ‘86 - la sangre del Compañero Valdebenito, mancha la protesta en conmemoración del día de la mujer trabajadora que se realizaba en el sector de el dos. cae abatido por Carabineros, crimen que hasta la fecha continúan impunes.El 5 de octubre de 1988 en Cuanilahue“Fue maravilloso. Cada acto, cada encuentro en el sindicato Colico Trongol o en la plaza. Salíamos del colegio a las 11 de la mañana y nos sentábamos cuatro o cinco compañeros, frente al escenario y de repente comenzaba a aplaudir uno de los compañeros y se empezaba a juntar la gente. Llegaban compañeros del partido y de todos lados. De pronto en 10 minutos veías que a tu alrededor habían diez, cincuenta y hasta cien personas y estaban cantando y gritando consignas en contra de la dictadura, en toda la plaza se escuchaba el ‘NO HASTA VENCER’ (...) No teníamos cómo estampar las poleras, pero no importaba, yo tenía una polera gris y le pinté con una brocha, 'NO HASTA VENCER', si era la única forma, se hacía”.
“Esa noche a algunos los sacaron y los metieron en casas de seguridad, porque se temía que la dictadura no iba a reconocer el triunfo, pero cuando Matthei hace esa declaración histórica llegando a La Moneda, en ese minuto, fue una locura absoluta. Yo vi gente de cincuenta, sesenta y setenta años, llorando como niños chicos, abrazados. Nosotros nos abrazamos, los cabros de 18, 20 años, nos abrazábamos con los viejos llorando como niños, porque por primera vez teníamos una luz de esperanza, de que habíamos logrado algo, tan importante como ganarle a la dictadura”“A eso de la 1 de la mañana, había mucha gente en la plaza, a pesar de todo el temor que se generaba. Recuerdo que había una orquesta lista, que se había ofrecido a tocar. En diez minutos ya se habían instalado con todo y se armó una caravana multitudinaria (...) Fue una caravana en la que en esa vuelta maravillosa por el puente de Av. Prat, por Eleuterio Ramírez, dimos la vuelta por Sgt. Aldea, por la entrada de Cerro Verde, llegamos al Puente Caupolican. Tuvimos que pedirle a la gente que no saltara en ese puente. Imagínate la cantidad de gente que había para llegar a eso, para prevenir que el puente no se fuera abajo. Te estoy hablando de casi las 4 de la mañana.”“En la tarde del día 6 de octubre, llegó la gente a la plaza igual, espontáneamente sin convocatoria alguna, y todos preguntaban ‘qué vamos a hacer, qué vamos a hacer, qué vamos a hacer’, comenzamos a gritarle en la cara al alcalde de turno, que aquí estábamos nosotros, el pueblo del NO, el pueblo de Curanilahue que le ganó a la dictadura”.
[caption id="attachment_83847" align="alignnone" width="922"] Movilización contra la dictadura en Curanilahue. Gentileza: Juan Fernández Castro[/caption]
“Este 18 de octubre del 2019, a muchos de los que nos tocó vivir el 5 de octubre y de los que nos tocó vivir la campaña previa y todo lo demás, nos hizo recordar esa marea juvenil que salió a la calle, nos hizo pensar que no todo está perdido, como dice una canción por ahí, y de verdad que es maravilloso cuando uno hace la relación del 5 de octubre, porque hasta coinciden los meses y preguntarse si la historia se repite, es maravilloso.”
[caption id="attachment_83849" align="alignnone" width="700"] El ingreso a Curanilahue durante la Huelga General del 30 de octubre del 2019[/caption]
Pero que no nos engrupan de nuevo
Y cayó. El tirano corrió solo y perdió. Firmaron la constitución en los ochenta y en los noventa, la promesa de que la alegría llegaría para instalarse y el abrazo al carabinero que empuñaba la matraca, fue la declaración de paz del pueblo unido, esperanzado en que la dictadura finalmente habría acabado. Pinocho realmente había caído.
Guzmán murió, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez lo ajustició en el ‘91. Pero había adelantado treinta años de trabajo: amarró el Santo Grial de la dictadura tan bien, que fue imposible hasta hoy, dar con su punto débil para hacerlo morir.
Por otra parte, los aeropuertos recibían a algunos exiliados de gabardinas de colores, varios de ellos hablando italiano, francés o alemán. En sus bolsillos los celulares y bajo el brazo sus libros con las soluciones para el país. Venían a enseñarle a los chilenos que nunca conocieron la democracia, como era tener una. Llegaban estudiados y socialistas, volvían renovados.
Y pasaron 24 años gobernando, reformando una constitución que no se permitía a sí misma reformarse. Pinochet vendió la mitad del país y Lagos concesionó la otra mitad. Le entregaron la tierra a agroindustrias y forestales, (re)usurpando al mapuche y campesino. Le pusieron precio a los ríos. Le devolvieron el cobre a los gringos. Corretearon a los pescadores en el mar para instalar sus salmoneras. Hasta al viento lo pusieron a trabajar para ellos.
La historia se vuelve a repetir, pero el protagonista ahora es moderno. Luce pantalones de colegio y zapatillas, teléfono inteligente y capucha lista para evadir el metro y recordarle al adulto que peleó con la dictadura, que la lucha no había acabado en estos 30 años, que había que seguir peleando. Todas las personas cometen errores, pero el más equivocado de todos fue Clemente Pérez, ex Director del Metro. “Cabros, esto no prendió”, se atrevía a decir por la televisión, y solo eso bastó para que en dos días, los secundarios movilizaran a todo un país y sacaran a los milicos como perros otra vez, como en el ‘86.
“Los grandes responsables de eso, son los jóvenes, de 17 a 20 años, los cabros que salieron a la calle, a esos cabros les tengo que dar gracias, nosotros no hicimos nada”
[caption id="attachment_83850" align="alignnone" width="760"] Estudiantes secundarios de Curanilahue en la revuelta de octubre.[/caption]
Las barricadas y el sonido icónico de la cacerola, le recordó al que vivió la dictadura cómo era la adolescencia que provocaba el despertar de la revolución. “Chile despertó” era la consigna que se escuchaba en todas las calles del país para que un mes después, otro atisbo de esperanza cayera sobre el país cuyas avenidas fueron recuperadas por chilenos y chilenas iguales. Lo llamaron: “Acuerdo por la paz”.
“Pero aún así yo apuesto a que no le pase a esta generación lo que nos pasó a nosotros, porque al final de cuentas quedamos encandilados con aquellos que venían del extranjero, y el gobierno -volvemos a lo que te decía antes- fue compuesto por eruditos de la economía, por eruditos de una socialdemocracia que venía de Europa”.V
El Curanilahue dormido durante la transición y la “democracia”, tuvo también su despertar en octubre con la revuelta popular. Entonces, el recorrido que describe José, de la caravana cuando triunfó el “NO” se volvía a replicar con una multitudinaria marcha con todos los gremios caminando juntos, en una manifestación como ninguna se había visto desde aquellos años.
José recuerda el lugar donde se congregaban las personas, como un punto de encuentro, donde todos eran compañeros y compañeras. Con tristeza también, por el valor que tenía aquel escenario donde recibieron la victoria del NO, donde Lagos presentó su candidatura. Un lugar con tantas memorias como las de José, con el paso de los años fuera demolido y transformado en una oficina de informaciones turísticas con baños públicos, con un demócrata cristiano en la alcaldía.
[caption id="attachment_83851" align="alignnone" width="760"] En el marco de la Huelga General del 24 de octubre en Curanilahue se realizó una de las marchas más grandes desde la dictadura.[/caption]
“Cuando vi el escenario convertido en una oficina, me dieron ganas de llorar. Porque ese lugar es emblemático en Curanilahue, para quienes formamos parte de la historia de la ‘transición’. Porque era un punto de encuentro, el punto de encuentro de la gente que aspiraba a un cambio, que aspiraba a algo más, que en el proceso se fueron dando cuenta de que habían muchas cosas urgentes por cambiar.” añade con pesar.
El escenario de la historia podría ser perfectamente la representación misma del valor de la memoria para tantos y tantas que almacenan botellas en una bodega y que cada cierto tiempo sacan para recordar. Pero la historia da respuestas a preguntas complejas de comprender, respuestas que son la clave para avanzar hacia el mañana. “No puede olvidar el pueblo de Curanilahue de que acá murieron compañeros del Frente, que parte de la historia del Frente se teje también entre las calles de Curanilahue y que ahí está gran parte de la historia de nuestra ciudad y eso lo tenemos que ver y valorar”.
Las calles siguen siendo las mismas, y son testigo de cuantos y cuantas han caminado por ellas, de las y los compañeros que han caído frente a la opresión. La memoria es lo que nos permite que el nombre de Edith Vasquez Fredes no se pierda entre tantos otros guardado entre los archivos.
La historia que de tantas maneras han intentado manipular y maquillar. La que fue recuperada por el “enemigo poderoso” peleando en las calles. Haciendo historia. Un hombre sabio, revolucionario como tantos otros, un 11 de septiembre del ‘73 nos dejaba su legado para hacer el nuestro. Haciendo historia. Hoy como nunca, sus palabras suenan certeras: “La historia es nuestra, y la hacen los pueblos”.