De monja a guerrillera y de guerrillera a feminista

Leonor Esguerra se crió entre la alta sociedad. Se hizo religiosa y luego guerrillera convencida de que la justicia social es posible. Así recuerda hoy su historia.  
“Primero que todo, sepan que tengo 83 años, así que sé un poco de historia patria, muchachas”, dice Leonor Esguerra, exmonja y exguerrillera del ELN, cuando empieza a contarnos su historia. 

El Ejército de Liberación Nacional (ELN), surgió en 1964, basado en una ideología marxista-leninista y pro-revolución cubana, conceptos desconocidos para Leonor Esguerra cuando atravesaba su juventud, pues reconoce que para esa época era totalmente ignorante de la injusticia social que para ese tiempo era un asunto más bien invisible. “Yo era absolutamente inconsciente. Lo que pasa es que en esa Bogotá, y es la Bogotá de hoy también, como hay tanta separación entre ricos y pobres, vivíamos en una burbuja, yo de los pobres no sabía nada, ni me gustaba, para mi eran parte del paisaje, como las montañas”, dice Leonor, quien pronto saldría de esta burbuja.

Nacida en 1930, Leonor Esguerra pertenece a una familia conservadora, ella y sus hermanas fueron educadas en colegios religiosos. A las monjas que fueron sus profesoras Leonor las recuerda como “terribles, cuadriculadas y distantes. Yo no sabía si eran ángeles o demonios”.

Después de varios años estudiando con religiosas pasó al Gimnasio Femenino, donde vivía feliz porque no eran religiosas las que le dictaban clase, y después al Colegio Marymount, de monjas norteamericanas. “Qué desgracia, ¿qué hemos hecho para volver a un colegio de monjas?”, se lamentó Leonor antes de entrar al colegio. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que las religiosas del Marymount eran distintas, mucho más exequibles, comprensivas. “Me encontré con una cosa totalmente inesperada y dije: ’vivir esta vida así vale la pena’ ”. No quería seguir el camino de la mayoría de las jóvenes de su edad: terminar el colegio para casarse y presentarse en sociedad; así que a los 17 años, un mes después del bogotazo, Leonor tomó la decisión de hacerse monja y en junio de 1948 partió a los Estados Unidos a iniciar su noviciado.

Tiempo después regresó al país como monja educadora del Marymount. Como directora del colegio, quiso inculcar la conciencia social en las niñas de las familias prestantes, y a través de ellas en sus esposos y en los círculos de la alta sociedad, con el fin de que la situación de desigualdad no llegara a una revolución, como en el caso de Cuba, dice Leonor.

Pero muchos padres de familia no estuvieron de acuerdo con sus ideas marxistas, por enseñar el Concilio Vaticano II, que predicaba “lo que realmente significaba ser cristiano, es decir, compartir lo que usted tiene y no lo que le sobra y no decirle a las personas ’aguante aquí que después usted va a tener el cielo, aquí muérase de hambre que luego el cielo va a ser para usted’ ”.

El Marymount tenía una escuela para niñas pobres donde alumnas del colegio hacían su servicio social dando clases. Aunque esto parecía una buena obra a ojos de muchos, Leonor no pensaba igual. “Me parecía un insulto que unas religiosas tuvieran una escuela a una cuadra donde los salones estaban divididos por cartón prensado, bombillos malos, y las maestras eran las niñas del último curso para hacer trabajo social. Era despreciable”. A su parecer esto no era una verdadera ayuda para los niños que carecían de una educación con calidad, por lo que decidió junto con otras religiosas cerrar la escuela y “quedarse sin nada para mostrar”. Tiempo después impulsó la creación de un nuevo colegio en el barrio Galán, ya no una “escuelita”, si no una institución que se volvería de tan buena calidad como el colegio Marymount.

Los profesores del nuevo colegio no eran entonces las estudiantes del Marymount, si no las monjas educadoras y otros docentes que querían apoyar la causa, como Germán Zabala, un marxista expulsado del partido comunista que terminó siendo una inspiración más para Leonor. El asesoraba a las monjas para integrarse mejor con la comunidad del barrio Galán y le enseñó a Leonor todo lo relacionado al análisis marxista, materia en la que sin lugar a dudas, es hoy una experta.

Por esta época, en febrero de 1966, fue asesinado el sacerdote Camilo Torres, quien sería una de las inspiraciones de Leonor en su lucha armada. Supo por primera vez del “cura Torres” por la prensa, que hablaba de su Frente Unido en la Universidad Nacional. Cuando Torres decidió tomar las armas, tiempo antes que ella, Leonor no estuvo de acuerdo: “yo ilusa, todavía estaba convencida que no había que hacer las cosas por las armas”.

En 1969, un acontecimiento marcó el destino de Leonor: el concurso de canto de fin de año del colegio. Usualmente las estudiantes representaban una canción en inglés. Pero la promoción de 1969 decidió representar una canción en español basada en el evangelio, y con una dura crítica a la sociedad colombiana. Las protestas de los padres de familia ocasionaron el despido de la profesora que dirigía el musical, y el colegio entró en paro. “Quién podría imaginarse a las niñas más ‘high’, del colegio más costoso de Bogotá en paro”, recuerda Leonor.

Desde Roma y en reunión con las madres superioras se decidió cerrar el colegio en 1969. Con el tiempo, la razón del cierre se convirtió en un secreto. En la actualidad muchas niñas siguen preguntándole a Leonor cada vez que se la encuentran en la calle por la razón del cierre del colegio y si eran o no ciertos los rumores de que las monjas de esa época eran comunistas. Leonor suelta una carcajada imitando la preocupación con la que sus exalumnas le han hecho esta pregunta una y otra vez.


Camino al monte 

“Me di cuenta de que Camilo y lo que decían sus escritos tenían razón. Toda clase social no se cambia ella misma porque ya tiene intereses creados ya tiene una forma de ser, por eso tiene que venir alguien de afuera a cambiar esa clase social”. Poco después de los escándalos, y ya retirada del colegio, inspirada por estos pensamientos Leonor decide unirse a la lucha armada.

Tres sacerdotes españoles que trabajaban con ella en el colegio del Barrio Galán, Domingo Laín, Manuel Pérez y José Antonio Jiménez, la impulsaron también a irse a la guerrilla del ELN. En un día de tantos en los que debatían sobre la realidad social y cómo cambiarla, Domingo Laín le dijo algo a Leonor que le abrió los ojos. “Me ayudó a entender la necesidad de la lucha armada, lo que yo no quería era que hubiera violencia, pero Domingo me dice: ‘perfecto, yo tampoco quiero la violencia, pero mira estos cerros con barrios de invasión, cuántos niños crees que se mueren diariamente porque no tienen medicina, porque no tienen que comer y ¿quién los está matando?, ¿eso no es violencia? El sistema los está matando, y el sistema somos nosotros que no tenemos conciencia de lo que está pasando. Entonces, ¿qué es peor, que tú con un arma mates a un enemigo en el ejército o que calladamente dejes que estos niños se mueran?’. Eso me conmovió, yo ni siquiera había pensado en eso, y era algo muy contradictorio, él me ayudo a entender desde el punto de vista cristiano la necesidad de la lucha armada para acabar con la injusticia”, recuerda.

Pasar de ser monja a ser guerrillera fue para ella su propio proceso de liberación. Ser monja y la experiencia en el colegio le abrió los ojos sobre esa creencia ciega que ella tenía en la iglesia y su jerarquía. Haber vivido 20 años en la izquierda armada le demostró que tanto la iglesia como la guerrilla son dos organizaciones igualmente patriarcales. “El ELN y todos estos grupos armados son patriarcales y, por lo tanto, opresores de las mujeres”. Esta es una de las razones por las que decidió retirarse de la guerrilla. Según recuerda, tanto los hombres guerrilleros como las mujeres eran muy machistas; las mujeres siempre buscaban demostrar que también eran capaces de hacer lo mismo que ellos, lo que para ella es una “prolongación del machismo”.

Leonor llegó a representar al ELN en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar en México. Sin embargo, tras dos décadas militando en el ELN, Leonor se dio cuenta de que esa era una lucha que no llevaría a ningún lado. Luego de un suspiro intenso recuerda lo que pensó en ese momento: “¿yo que estoy haciendo aquí?, ¿qué pueblo es el que estoy representando si yo ni siquiera se lo que es trabajar, que me paguen un salario o vivir de eso? yo no puedo seguir engañándome ni seguir engañando a la gente”. Esta conclusión la llevó a escribir su carta de retiro al ELN.

Hoy Leonor está más segura de que esa lucha romántica y esos ideales que ella vivió en su época actualmente no se justifican, porque no hay quién los respalde. “La gente en Colombia ha puesto tantos muertos de lado y lado, sin ningún sentido y peor aún, sin recoger nada cambio, pues este no es un mejor país y los barrios pobres están peor de lo que estaban antes (…) Cuando yo me fui para la guerrilla fue el único sitio donde yo veía que honestamente se podía pelear para que Colombia no se volviera lo que es hoy en día, pero desafortunadamente no es así. La guerrilla actual no es la misma, ellos al igual que todos, el gobierno, nosotros y también yo, nos hemos degradado, y las guerrillas no son la excepción, por culpa de la guerra somos una sociedad enferma”.

Actualmente la exmonja y exguerrillera sólo cree en el feminismo como única arma posible para combatir la injusticia social que es mucho más visible que en su época. De acuerdo con Leonor, es necesario rescatar “lo femenino”, un concepto que no excluye, sino al contrario, integra, tanto en mujeres como hombres. Este  sí podría ser un primer paso para llegar a la tan anhelada paz que se busca en la mesa de la Habana, dice.

Por, Mónica Alejandra Lozano Pinzón y Anyi Johana Cárdenas Forero
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