Autora: Alejandra Villarroel Sánchez *
Ya está desarrollándose en Concepción la tercera edición del ciclo de apreciación artística y memoria colectiva ACTIVA TU PRESENTA CON MEMORIA, programa de educación no formal que este año pregunta a diversas investigadoras y artistas cómo están vinculando el concepto de memoria colectiva con sus prácticas artísticas y culturales en la región del Biobío.
Este año, el ciclo despliega su contenido en el Punto de Cultura Federico Ramírez, de miércoles a viernes, a contar de las 18:00 horas. Dado el excelente resultado de sus versiones anteriores, continúa proponiendo un formato de encuentro directo entre públicos y artistas a través de la conversación. Junto a eso, también realiza una importante labor de mediación a través de un diseño curatorial que busca hibridar miradas sobre cada uno de los cinco ejes temáticos contemplados: archivo, teatro, ciudad, patrimonio, investigación.
Bosquejando los primeros balances, durante la primera semana el ciclo permitió actualizar informaciones y poner en tensión algunas ideas erradas como, por ejemplo, la usual homologación que se hace de la memoria con el acto de recordar.
“Después de esta primera semana de conversaciones comprobamos que la actualización del pasado es tanto una necesidad como un deber, es decir, si lo que nos interesa es revertir la historia oficial necesariamente hay que mirar también nuestros olvidos, es decir, distinguir los vestigios de las historias no contadas, entendiendo que permanecen a la espera de ser descubiertas y difundidas para transformarlas en impulso de las luchas que resisten hoy” manifestó Alejandra Villarroel Sánchez, gestora del ciclo.
Por otra parte, el ciclo también abrió paso al reconocimiento de la memoria colectiva como un espacio político social “donde interactúan subjetividades que pluralizan la realidad, es decir, así como entendimos que no hay una sola historia, sino múltiples historias no oficiales, debemos comenzar a comprender que no existe una, sino varias memorias colectivas” comentó la gestora, quien también destaca “en ese sentido, una activación relevante que se observa en relación a estos temas es la puesta en valor de los registros que peligran ante la borradura del poder dominante o la recuperación de aquellos que se van a pérdida o que son relegados al olvido y se enfrentan a una escasa intención de preservarlos” señaló.
En promedio se ha logrado convocar a veinticinco personas diarias, en su mayoría jóvenes provenientes de las comunas Concepción, Chiguayante y Talcahuano, pero también un público no local que llega desde otras regiones a pasar sus vacaciones en el Biobío “estamos llegando a un público de nicho interesado en acceder a conocimientos nuevos de un modo distinto al tradicional, viviendo experiencias de aprendizaje en verano y en espacios no convencionales, como este subsuelo que habitualmente toma la forma de un espacio expositivo y que ahora acoge nuestros encuentros testimoniales, y lo hace cálidamente, además ” refiere Villarroel sobre el Punto el Cultura, situado en O’Higgins Nº555.
Karina Ruiz es profesora de historia y tallerista facilitadora en temas de patrimonio cultural, ella sostiene que estudiar y difundir el patrimonio cultural “abre espacios para conocer aspectos a los que la Historia no permite acceder y da cabida a reconocer testimonios olvidados, validando su aporte y completando esta memoria colectiva en la que todos tenemos una responsabilidad siendo agentes constructores de la misma”, en sentido a través de su experiencia como integrante de la agrupación Patrimonio Industrial Biobío ha podido comprobar que existe un gran interés en las comunidades por acceder a los vestigios del pasado industrial de la región, porque en ellos ven reflejada su propia historia “entendemos también que existe una necesidad en quienes han pasado por las industrias que ya no existen, en dar su testimonio, mostrarnos las fotografías que guardan de esa época, contarnos las anécdotas que recuerdan, con todo eso vemos que es los vestigios industriales tienen un potente valor emocional para las personas y las comunidades” comentó.
Esa idea de significado simultáneamente personal y colectivo fue abordada también por la psicóloga investigadora y docente Paula Tesche cuando se refiere a las intersubjetividades sociales que son el marco de la memoria colectiva. Para ella la construcción de memoria pasa esencialmente por pensar en plural, es decir “entender que cada persona es portadora de una memoria social que afecta su cotidiano, al reapropiar de modo personal el pasado estamos haciendo memoria colectiva. Sin la reelaboración intersubjetiva del pasado, no existen las memorias colectivas y eso es un riesgo, vemos muchas veces que el pasado no se transmite, que los jóvenes no hablan sobre la dictadura, por ejemplo, y eso es grave porque estamos corriendo el riesgo de que ese pasado sea borrado” alertó y agrega que en ese contexto “es muy necesario la búsqueda de la verdad y de justicia siempre, aunque haya pasado mucho tiempo, es decir, es una lucha en la que debemos persistir, en la que debemos ser obstinados aunque no hayamos vivido en esa época, en realidad no podemos decir que desde que terminó la dictadura haya habido un proceso activo de resistencia, sólo ciertos focos de resistencia han empezado lentamente a activarse, han sido muy invisibilizados y muy a destiempo también, pero aun así de ellos hay mucho aprender, es un pasado presente”.
Como investigadora, Paula también destacó la necesidad urgente de desarrollar en Concepción investigaciones científicas que observen la percepción de la dictadura en el presente, estudios que salgan de la endogamia académica para proyectarse con y hacia la comunidad, investigaciones cuyos resultados robustezcan la pedagogía de la memoria para, por ejemplo, dejar de hablar de víctimas y comenzar a pensar en sobrevivientes a la dictadura, así mismo, obtener datos que permitan diseñar acciones concretas que respondan a la realidad “es muy necesario conocer lo que las personas perciben realmente en relación a la dictadura hoy, nosotros hicimos una serie de encuestas al azar, a pie de calle, preguntando entre otras cosas, cuánto están informadas las personas acerca de la represión política y las violaciones de los derechos humanos en Concepción, el resultado de personas que dicen desconocer el tema es del 44%, es decir, un porcentaje demasiado alto” señaló.
El hallazgo forma parte de la vida de la antropóloga Paula Leonor, cuya inquietud por la mirada documental la ha llevado a descubrir archivos como Memorias de una Pizarrón que recupera parte de la historia de la Asociación Gremial de Educadores de Chile (AGECH) y a desarrollar también su talento como fotógrafa. Desde esa mixtura, ella señala “creo que la fotografía aporta a la memoria colectiva desde el momento en que ella posibilita mirar un pasado, que subsiste y es conservado en el tiempo, convirtiéndose en una prueba que nos permite imaginar lo que el relato dice. También creo que la fotografía es en sí misma un testimonio del impulso fugaz que le dio vida, el que probablemente respondió al deseo de mostrar lo que la palabra sería incapaz de decir.
La toma de posición que la artista medial Valentina Villarroel hace respecto a la memoria colectiva es contrarrestar el olvido. Junto a Camila Arzola, creó el llamado AOIR Mapa Sonoro del Biobío plataforma colaborativa que desarrolló, con el propósito de difundir la memoria sonora de la región a través de un acervo de evocaciones sonoras y visuales “el mapa viene a configurar una representación social de sonidos que permite resignificar los espacios, aportar a niños y jóvenes elementos de pertenencia e identidad, para que comprendan que el mundo es mucho más que materialidad y en ese sentido, aporta a la construcción colectiva del mundo sonoro de la comunidad a la que se pertenece” manifestó.
Por su parte, la periodista investigadora Paulina Barrenechea, creadora del proyecto RAV, Archivo Digital de Artistas Visuales de Concepción lo interesa se halla en el cruce de las prácticas artísticas “me gusta pensar en el encuentro, en los puntos de sutura que en ellas se dan, sobre todo en este escenario colapsado por las lógicas neoliberales. En ese sentido, mi mirada va hacia los saberes que las mujeres construimos cuando desarrollamos nuestra práctica artística, en esos ‘modos de hacer’ hay archivo y genealogía, hay un conocimiento que se me aparece como incómodo y poderoso, que tensiona los discursos únicos, patriarcales. Se trata de procesos lentos, que escapan a las lógicas de la urgencia, que definen el quehacer artístico de las creadoras, pero que, también, obliga a nosotras/os como observadores a girar nuestros modos de ver alterando/degenerando la experiencia estética aprendida”.
"Teatro documental, no. Esto es teatro testimonial" Gisel Sparza, dramaturga y directora de la Compañía Teatro La Obra (“Prometeo Nacional”) asegura que para ser documental, una obra debe incorporar actuaciones de las personas que vivieron las historias que se interpretan en escena. Con similar certeza concibe al proceso creativo como una sucesiva reescritura del texto “esta propuesta es un teatro que se escribe varias veces, un texto que es reescrito por el elenco, las actrices, actores y también por la lectura que el público hace de la obra”, afirmó.
Junto a eso, la dramaturga cree que el aporte del teatro a la construcción de memorias radica en que es “una ventana que permite adentrarnos a visitar la historia, la propia y la colectiva, mostrándonos detalles que son capaces de expandir nuestro entendimiento y sentimientos. El teatro nos invita a una reflexión respecto al pasado y a nuestras acciones presentes que nos lleven a construir nuevos rumbos sociales cimentados sobre el aprendizaje adquirido a través de la potente mirada que sólo el arte nos puede brindar”.
Desde la visión de una investigadora con enfoque social, el teatro es una herramienta que fortalece las bases comunitarias y los vínculos humanos de la práctica artística como modo de resistencia. Así lo expresa la profesora de español Pamela Vergara, coautora junto a Marcia Martínez y Nora Fuentealba de la investigación “Teatro y Memoria. Prácticas teatrales en Concepción 1973-1990. Escenas locales para pensar la historia”, para ella la contribución del teatro a la memoria es innegable “más aun cuando se piensa en los aportes que han generado las pequeñas compañías y grupos de vecinos que se entregaron al teatro comunitario, no profesional. El teatro como una herramienta para la sobrevivencia que refleja la verdad de la comunidad en tiempos de miedo y horror, pudo conseguir re armar lo que la dictadura se encargó de eliminar a punta de sangre y fuego, nuestro ser comunidad, la reunión, el ritual de estar juntos y juntas. La memoria colectiva se fortalece, porque en la escena el cuerpo dice lo que no debemos olvidar, lo que es oculto por el poder, y esos rastros, esas huellas se fijan, en el cuerpo y en la vida de quienes ejecutaron las escenas. Estas prácticas conjuntas, horizontales, autogestionadas y solidarias pusieron en escena otras formas de concebir el futuro, un llamado a no rendirse.
Con una mirada más académica, Nora Fuentealba explica “Esa cualidad que poseen las prácticas escénicas de traer siempre consigo atisbos del pasado, no sólo atañe la producción en sí, sino que también trae consigo modos de pensar la cultura en momentos determinados. La manoseada frase de que la escena es reflejo de la sociedad, con el tiempo ha resultados ser sumamente válida y, por lo tanto, útil a la hora de pensar el pasado actualizado en el presente. De allí, que su aporte a la memoria colectiva tenga que ver con ese vínculo intrínseco que pareciera tener la práctica con lo pretérito y el mundo que la cobija, por lo tanto, no es audaz decir que pensar el teatro, es también pensar la memoria de una comunidad, la que conforma, piensa y construye, y reconstruye en su hacer” y agrega el teatro es siempre una función del recuerdo. Donde hay memoria, hay teatro, escribió Herbert Blau. Propongo el sentido de esta cita, siguiendo lo propuesto por Marvin Carlson, quien señala que en el teatro siempre hay algo que retorna”.
Siguiendo en la línea de las artes escénicas, hallamos en la rivera del Biobío un despliegue de representaciones sociales elaboradas por los habitantes para resistir el despojo y olvido que el apetito inmobiliario cierne sobre sus historias. De eso da cuenta “El Retrato de Aurora” aplaudida trilogía teatral en el lenguaje del Lambe Lambe creada por Walter Blas y de la cual formó parte Pricila Hernández, dirigenta vecinal de la conquista de terreno Población Aurora de Chile. Para ella, el teatro en miniatura es una herramienta que permite preservar y al mismo tiempo difundir las historias e identidad de ese territorio “desde mi experiencia social, el teatro ha sido una poderosa herramienta, útil para visibilizar la historia y los problemas de la Población Aurora de Chile, por lo tanto creo que es muy buena forma de poner en valor nuestra memoria. Cualquier organización o colectivo que se proponga trabajar el patrimonio de su comunidad, puede encontrar en el Teatro Lambe Lambe el mejor lenguaje para expresar y dar a conocer su propia historia”.
Los encuentros en el Punto de Cultura continúan este miércoles 16 de enero con una jornada dedicada a conocer tres comunidades virtuales que están cultivando la idea de Patrimonio teniendo a las redes sociales como su principal plataforma de expresión: Concebus, Barrio Oriente Concepción y San Pedro de la Paz Histórico.
El jueves 17 es una jornada que surgió espontáneamente mientras se ejecutaban los primeros encuentros. La necesidad de sumar experiencias de CINE y también MUSEOS, impulsó la incorporación al programa del testimonio de Roxana Torres (Museo de Historia Natural de Concepción); Jorge Espinoza Lagos (Documental “Sin Patrones”) y Beatriz Barra junto a Gabriela Martínez (Museo de las Mujeres Chile).
Finalmente, el viernes 18 el ciclo invita a conocer experiencias en torno a INVESTIGACIÓN con cuatro mujeres que han publicado sus estudios. Desde la etnohistoria hablará María Esperanza Rock autora de la investigación “Voces de Lota. Relatos de la ciudad del carbón”. La pedagoga en danza Macarena Rubio presentará "Fotografías de la Danza Contemporánea Independiente, Santiago de Chile 1973-1989”; la antropóloga María Fernanda Morales Ortiz se referirá a la investigación en torno al MEMCH que recoge el libro “Fondo Correspondencia del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile”; mientras que la arquitecta Viviana Vilches presentará su libro “Chuquicamata: evolución de la vivienda en el campamento nuevo”.
Todos los testimoniales comienzan a las 18:00 horas. Más información sobre el Tercer Ciclo Testimonial de Verano del programa ACTIVA TU PRESENTE CON MEMORIA disponible aquí
* Periodista Investigadora en Cultura, Educación y DDHH. Fundadora del programa "Activa tu Presente con Memoria", educación artística no formal con enfoque de Derechos