Para muchos el momento histórico que vive el país, da la posibilidad, en una suerte de dialéctica mecánica, de que haya una amplia oposición a las medidas antidemocráticas y “privatizadoras” del gobierno hoy en el poder. Supuestamente, hay una coalición de personajes que se levantarán junto al pueblo y los trabajadores en un movimiento amplio, canalizado por las instituciones del Estado, que desestabilizarían al bloque en el poder. Para ellos, las elecciones municipales en el segundo semestre de este año son definitorias.
Una pequeña reflexión: ir a favor de la corriente durante 20 años no es hacer política, o cuestionar solo a través de palabras un sistema, silenciar la crítica y la acción por unos puestos en el parlamento, no es hacer política. Y algo bastante preocupante, que dirigentes vistosos den declaraciones a la prensa con un discurso totalmente trasnochado, con un lenguaje y una forma de analizar la realidad digna de comparar con un perro pidiendo por favor su hueso, no es hacer política.
Hacer política es un ejercicio de soberanía y por eso la concertación (y sus aliados) son hoy un espectro, un nombre o una ficción, porque sus continuas genuflexiones a un capitalismo con rostro humano han demostrado que jamás tuvieron, y jamás tendrán un proyecto político que de mejores condiciones a los trabajadores y que sea una vía emancipatoria de este pedazo de tierra posada sobre cobre. Por eso tampoco existe oposición (que los medios y la prensa validen). Más que un bloque político, es una mafia que no quizo vender el resto del estado porque tenía a sus personeros en las gerencias de las empresas estatales.
Otra vía es posible hoy, desde nuestra región. El 2010, a pesar de todos los temores a un gobierno de derecha, y en el fondo a la institucionalidad de la dictadura, los trabajador@s y los poblador@s se manifestaron. En una mirada superficial en nuestra región de Concepción, hubo como mínimo 30 Conflictos sociales y 30 laborales que se evidenciaron principalmente a través de protestas. Capitalizar, y no canalizar por el parlamento ese descontento social es hoy el desafío; las grandes transformaciones se han producido en Chile gracias a que el protagonismo de las demandas sociales se ha trasladado desde el parlamento, el silencio y la corrupción, hacia la calle y las movilizaciones, transformando la protesta y los proyectos de las organizaciones sociales y políticas en política popular.
Pero para ello es necesario no solo salir a protestar por el salario. Hoy, también es necesario fomentar la institucionalidad popular y una identidad popular que sean estructuras organizativas permanentes, generadoras de soberanía y autonomía ¿para que queremos mejores salarios, si los más pobres somos los más consumistas y vamos sagradamente todos los fines de semana, a gastarnos nuestro miserable porcentaje, al mall?¿Para que si vamos a gastarnos nuestra platita, en vestirnos como los ricos, como los empresarios, o como la clase política?¿para que queremos los mismos puestos de trabajo, si descubrimos, con la encuesta Casen, que la mayor parte de los pobres trabaja?. Cuestionarse eso es un paso para la formación del imaginario de un proyecto político de emancipación. Repensar la vía de nuestra Región. Dejar de hablar de crecimiento económico y enfatizar la distribución de la riqueza.
Ilustrar al pueblo, como exigía Recabarren, es también hoy, una tarea pendiente. Ilustrarnos, educarnos, ayudarnos; no domesticarnos.
Porque como decía alguien por ahí “solo hay dos formas de estar, o bien cogiendo el martillo o bien dejándose dar”