[resumen.cl] Álvaro de la Barra es hijo de Alejandro de la Barra y Ana María Puga, dos militantes miristas resistentes a la Dictadura que murieron acribillados en manos de la DINA, la policía política de los primeros años del Régimen del terror impuesto tras el Golpe de Estado. Clandestino desde sus primeros años de vida, gracias a una red de protección en su entorno logró escapar de las bestias de la DINA que estaban tras sus pasos. En sus años en el exilio y la clandestinidad, pasó por Francia y Venezuela. En este último país se asentó y luego volvió a Chile buscando reconstruir la historia de sus padres, su identidad y a contar la terrible experiencia de vida provocada por los esbirros de Pinochet, quienes no dilapidaron esfuerzos en perseguir niños, hijos de opositores a la Dictadura.
Álvaro hoy recorre el país estrenando el Largometraje Documental “Venían a buscarme”, donde narra parte de su historia, en un relato íntimo. En su paso por Concepción, Resumen pudo conversar sobre su obra y algo más.
¿Qué es lo que te motivó a hacer este Documental y de qué se trata?
“Venían a buscarme” es una búsqueda íntima y personal de mi identidad. Yo nací clandestino, un mes antes del golpe de estado de Pinochet y mis padres eran militantes del MIR. Mi padre era incluso dirigente del MIR y por eso vivíamos en clandestinidad antes del golpe. Un año y medio después del golpe de Estado, mis padres mueren en una emboscada militar en la esquina de mi jardín de infancia una tarde cuando venían a buscarme.
A partir de ese momento yo sigo clandestino en Chile, bajo una red de voluntarios que se fue armando, que se iban consiguiendo, los que me iban escondiendo cada 3 ó 4 días, nunca más de una semana. Y gracias a estos voluntarios, que eran actores, compañeros de mi madre, amigos funcionarios de la CEPAL, sastres, vestuaristas; se armó una red donde lograban mantenerme escondido. Porque la DINA estaba tras mis huellas y me seguía buscando en todas las casas.
De esta red de voluntarios surge una persona en un momento determinado, donde se atreve y tiene la valentía de ir a presentarme como hijo de ella, como hijo natural de ella y pudo inscribirme. Gracias a esto pude obtener un documento de identidad. Con ese documento -en que tenía los apellidos repetidos porque era su “hijo natural”; Álvaro Feres Feres- lograron comprarme un boleto de avión y sacarme al exilio.
El exilio comenzó en Francia, porque mi tío paterno Pablo -hermano mayor de mi padre- que ya tenía familia, estaban exiliados recientemente en ahí. Luego de eso, mi abuelo, en su exilio, cae enfermo y queda convaleciente en Caracas, y mi tío decide en un momento determinado “bueno, el papá se enfermó, hay que ir a cuidarlo” y nos vamos a Venezuela.
4 años después mi abuelo murió. Sin embargo, nosotros nos terminamos quedando en Venezuela porque Pablo “se enamoró” de Venezuela y dijo “acá nos quedamos”. Y yo fui muy feliz con esa decisión (risas)
¿Por qué te buscaban? ¿Cuál era el afán de perseguirte? ¿Qué explicación le dan?
La persecución de los niños en Dictadura no es algo que se haya estudiado mucho. De hecho, en Chile, se ha estudiado bastante poco. Yo creo que conozco a las dos o tres personas que lo han estudiado: es algo que ni siquiera se ha hablado, que ni siquiera judicialmente se ha investigado. Recién ahora, el juez Carroza acaba de abrir un caso de 500 niños perseguidos en Dictadura.
Tú dices en Chile ¿Cierto? Porque en otros países existen investigaciones.
Claro, en Chile. En Argentina hay asociaciones, en España hay toda una red de investigaciones frente a los niños perseguidos desde la Guerra Civil. En Chile no, ha sido un tema que ni siquiera se ha tocado. Ni siquiera a nivel periodístico, ni siquiera a nivel social. Incluso se intuía que era porque no había casos, o había muy pocos casos, y lo que yo logré incluir, descubrir a raíz de la investigación para mi película es que era sistemático. Y era sistemático por varias razones. Esto lo digo con el conocimiento que tiene Toti Verdejo [María Rosa Verdejo] que es la persona que investiga los casos de la infancia , de los derechos humanos de los niños en Dictadura.
Ella me contaba que según los motivos particulares de cada caso, podían haber varias razones.
Una era simplemente porque no querían tener la guillotina de alguien que en el futuro viniera a tomar venganza. Tanto física, como legal o como venir a hacer una película (risas).
Lo otro era, que simplemente necesitaban a un niño de esa edad para darlo en adopción a algún conocido, a alguno de los suyos.
Y lo otro era porque era la manera de atraer otras personas que estaban buscando, como es el caso de la Macarena Aguiló, que estuvo secuestrada para atrapar a su padre, que en esos momentos era Secretario General del MIR. Y así, hay varias razones.
Hay también casos de niños asesinados en Dictadura, ¿Por qué? No hay una razón específica, pero de que era sistemático, lo era. Ahora, en mi caso, yo simplemente creo que cometieron un error. Mi padre estaba en la lista de los que querían muertos-no-presos. No querían detenerlo. Por eso fue una emboscada y lo acribillaron. Se centraron mucho en eso los dos comandos, que eran los dos que había de Villa Grimaldi –tanto la Halcón como la Caupolicán- se concentraron tanto en la emboscada y cometer la orden a ultranza de asesinarlo, que se les olvidó que estaba el niño a 80 metros más allá de la calle, en el jardín que ellos ya habían detectado. Yo creo que se les olvidó.
Si viste la película sabrás además que hay un personaje que delata mi existencia y más o menos mi ubicación. Y ese personaje que es una mujer.
¿La colaboradora de la DINA?
Si, que es la Carola, nosotros pensamos ahora- con la Toti Verdejo, la gente que estamos analizando esto -que a propósito, lo vamos a estar analizando el sábado también con Javier Rebolledo a una charla de hijos cine e identidad, los hijos del exilio- que podía haber sido la Carola. Que cuando llegaron los cuerpos de mis padres a Villa Grimaldi, haya preguntado "¿Y dónde está el Piti? Yo quería que me trajeran al Piti" porque hasta la noche, en que la DINA vuelve y se parece la casa de mis abuelos diciendo dónde está el niño. Y mi abuela con un coraje sorprendente, se enfrentó a Espinosa y a Lawrence diciéndoles que no iban a llevarse al niño y que lo harían solo sobre su cadáver. Se enfrentó con tal fuerza, que no entraron. Le dijeron “usted está muy agitada, volveremos mañana”. Mi abuela se movió tan rápido que esa misma noche me habían mandado a casa de un vestuarista de teatro que conocía mi madre y a partir de ahí, comenzó una cadena para esconderme.
¿Qué ha significado para ti el hecho de hacer la película?
Al crecer en el exilio con una sola fuente de información, que era mi tío Pablo, para mi significó una fuente muy limitada. Cuando viajo a Chile empiezo a descubrir que hay mucho más personas que conocieron a mis padres, que tenía mucho más familia de la que yo era consciente y el querer hacer la película me trajo a vivir a Chile, a poder estar en contacto cotidianamente con todas las personas que los conocían , que estuvieron con ellos, que trabajaron con ellos, que estudiaron con ellos y eso solamente fue un enriquecimiento de su imagen, incluso de lo tangible. Empezaron a aparecer sus cosas: vestidos, recuerdos. A pesar de que lo perdimos todo porque la casa de mis padres fue confiscada y tomada por el Ejército –incluso ahora pertenece a un General al igual que todas sus cosas- pero siempre van quedando algunas cosas.
Queda muy poco de lo tangible. Todo lo efímero, tanto como los recuerdos, se van desvaneciendo. Los recuerdos de la gente con el tiempo se van transformando. La gente va recordando las cosas que cree recordar o que quiere recordar. Entonces empezar a tomar las cosas desde los recuerdos de otros, quizás no es lo más real que tengas, pero vas armando. Te vas armando una imagen y para mi ha significado un enriquecimiento de la imagen de mis padres como yo no podía imaginar cuando tenía 17 años.
¿Qué ha significado par ti eso, que tus padres sean dos militantes revolucionarios que intentaron cambiar este país?
La verdad es que eso siempre lo he sabido, eso no cambio nada en mi. Mi imaginario infantil se basó en una película, donde la trama central era una historia de amor de unos militantes revolucionarios...
¿La que aparece en el documental?
Si, “Queridos compañeros”, una gran película, cinematográficamente hablando y que -a propósito- estoy tratando de conseguir los derechos para poder recuperarla y poder tenerla ojalá este año. Es una película muy de los 60 en Chile, de un cine colaborativo, donde Raúl Ruiz trabajaba con Pablo [De la Barra], Pablo trabajaba con Raúl Ruiz, donde con Miguel Littin colaboraron todos para hacer el Chacal de Nahueltoro. Ese cine que, si lo vemos hoy en día, es impensable.
Esa película fue el único material que me mostraba el Chile de la época, que me daba una visión de como podían ser mis padres. Porque además, cuando yo era pequeño, de los tres a los cinco años, Pablo trabajaba en la reconstrucción de esa película. Se tuvo que sacar de Chile, se exilió rollo a rollo por distintas vías -La Habana, Berlín- y se fue recuperando hasta que llegó a Venezuela la imagen en positivo. Pero sin sonido. Entonces en Venezuela se intentó montar un película que no tenía audio y una lectora de labios paraguaya empezó a leer los labios de los actores para comenzar a hacer el guión.
Fue un proceso muy largo, donde se trabajaba todos los días en la oficina y yo estaba todos los días en la oficina. Para mi fue un proceso que me acompañó durante toda mi infancia, donde el actor, que afortunadamente pudo ir- Marcelo Romo- en que doblaba su propia voz, que era la voz de mi padre o del personaje que representaba a mi padre. Pero ese personaje que hacia la voz de mi padre ¡dormía en el Sofá de mi casa!.
Como toda buena casa de exiliado, el sofá de mi casa siempre estaba ocupado (risas).
Yo me recuerdo más de Marcelo porque estuvo mucho más tiempo. A los primeros años hubo mucha gente si. Al ser cineasta Pablo, al tener al actor de la película ahí, mi fábula y mi imaginario sobre mi padre era la película. Así, los héroes que luchaban por la vida es la imagen que siempre he tenido. Lo que he logrado encontrar, en ese sentido, no rompe con la imagen que yo he crecido.
¿En qué quedó el crimen de tus padres, hay alguna sentencia?
Cuando yo vine, lo único que había -para la historia y judicialmente- de que mis padres habían sido asesinados, era el informe Rettig. Cuando decidí venirme, yo sabía que la película me iba a tomar de 3 a 5 años y hablé con la Carmen Hertz -a quien conocí en Venezuela y que había relación con las familias- y le pregunté qué hacía, si les hacía el juicio , de cómo se podía hacer un juicio acá. Y ella me dijo “Mira Álvaro, los juicios de lesa humanidad son procesos largos acá. Los dilatan muchísimo, vas a tener que ir a la Corte Suprema, entonces estamos hablando de procesos que duran unos 5 años o 6 años. Entonces si tu tienes la fuerza, la energía, yo te recomiendo que lo hagas porque el juicio es lo único que queda en la historia. Porque a tus padres los mataron, los mató el Estado. Si la causa termina en la Corte Suprema, con una sentencia no a favor, igual queda asentado en la historia, que a tus los mató el Estado. Entonces es desgastante, te va a tomar mucho tiempo, te vas a tener que carear con los abogados de Manuel Contreras, de Krassnoff, de Espinosa, pero es lo único que va a quedar en la historia de que a tus padres los asesinaron.”
Yo dije, voy a demorar 5 años haciendo la película: paralelamente, hago el juicio.
Así que lo hicimos, tardamos 5 años –Carmen Hertz tenía razón- y tuvimos sentencia positiva. Todos los enjuiciados por el asesinato de mis padres tienen una sentencia según el Código Penal chileno, que no es básicamente algo que se corresponda con los crímenes de les humanidad , porque el crimen de lesa humanidad no está reconocido en el código chileno, y tienen las penas de aumento porque algunos ya están cumpliendo algunas penas, a algunos le aumentan 3, a otros 5 a otros 10. El máximo creo que ha sido 15. Pero son penas que individualmente son irrisorias. Y hay 2 personas que no están en prisión. Están sentenciadas, pero no están en prisión. Una de ellas es Ricardo Lawrence, que no estaba en prisión porque no tenía ninguna causa anterior y salió una orden de arresto por mi caso y huyó. Está fugado. Y la Carola que está sentenciada por otro caso, no en última instancia y quedó con firma por un vacío legal.
¿Qué te parece el actúa de la justicia chilena con los crímenes de lesa humanidad de la Dictadura?
Es que en el actuar no hay mucho que hacer. La legalidad es la legalidad. El problema es que los que crean la legalidad. Tenemos una Constitución hecha en Dictadura, tenemos una Constitución y un Código que se preparó exhaustivamente para cuando dejaran el poder. Se prepararon muy bien, de una manera muy hermética, en que se vieran los menos afectados posibles.
De esta manera los abogados, los jueces, no pueden hace otra cosa que cumplir la ley. El problema es que tenemos una legislación que no está ad hok con lo que es la sociedad y con lo que estamos viviendo hoy en día.
Hasta que no entendamos como un clamor nacional, que lo que tenemos que hace es cambiar la legalidad, en una Asamblea Constituyente por fin y romper con esos códigos legales y civiles que nos mantienen atados a este proceso, por más que muchas voces salgan todavía a decir que hay que pasar la página. Y esa es la manera de pasar la página, si no hacemos eso , nunca vamos a hacer el primer gesto par poder pasar ninguna página. Lo primero es eso.
En el documental haces una reflexión, va si al final. Planteas que no reconoces el país por el que pelearon tus padres ¿Qué país es el que ves actualmente?
Uno solamente por la película o por la transmisión de imagen que Pablo, podía haber conocido del Chile que ellos vivieron, que es el Chile más de los 60, que de los 70, Donde Chile era un país más colaborativo, cooperativo, solidario. Donde había un pensar en el otro, antes que en el individualismo. Y cuando yo llego a Chile veo un país abocado al liberalismo, al materialismo, a un liberalismo salvaje. Porque en Chile está suelto el liberalismo más salvaje que yo he visto. Está tan asentado y cotidianamente asumido que Chile es un país muy individualista, muy arribista, muy clasista y racista –tiene todos los istas. (risas)
Eso hace que Chile como sociedad, sea la sociedad más inhumana que yo he conocido. Del vivir en Europa, de vivir en Améríca latina, de conocer Estados Unidos. Ni Estados Unidos, que es mucho más solidario, mas humano que el mismo Chile de hoy.
El trauma permanece entonces…
Es que ni siquiera es un trauma, es un callo. Chile está convertido en una cicatriz mal cerrada que se está transformando en un callo, y nos parece normal.. Nos parece normal que no tengamos derecho a huelga, nos parece normal que no tengamos derecho a sindicatos, a agrupaciones gremiales, que no tengamos derecho a protesta, que no podamos contar con nuestro tiempo: estamos inmersos en un sistema de pulpería, donde trabajamos para los mismos grupos económicos a los que tenemos que comprarles. Todos trabajamos para los 3 grupos del país donde recibimos tres peñiques y de los tres peñiques tenemos que gastar 4, porque gastamos más de lo que ganamos, porque en la pulpería de las esquina que es dueña del mismo grupo para el que trabajamos.
Estamos en un sistema aberrante, de una economía aberrante, pero que está totalmente normalizada. Donde nadie hace nada porque nos parece normal. A uno le parece normal lo que uno gana por trabajar de 8 a 10 horas. Y por tener que vivir en las afueras de la ciudad y gastarte 4 horas más de viaje al día
4 horas que nadie pagará...
Claro, para poder llegar a tu pega, donde tienes que trabajar 10 horas. Pero además, vives lejos porque “yo no quiero que vivas cerca de mí” entonces trata de vivir lejos, porque soy clasista, no quiero verte. Quiero que vengas a trabajar, que te demores dos horas en llegar, dos horas en volver y que no tengas tiempo libre –no vayas a dedicarte a la cultura en la tarde, a la educación nocturna, ni te formes-
No vayas a tener una opinión…
Claro (risas). Entonces es un sistema por decirlo menos, aberrante. Tanto económico, como social. Y que se están dilatando en el tiempo las condiciones que uno debiera prever para que se produzcan cambios. Entonces, mi visión de Chile a futuro, no es tan positiva. Yo siento que esto no solo cuesta mucho para que cambie, sino que también tarda mucho . Porque mientas mas pase el tiempo, más va a costar que lleguen los cambios.
¿Algún mensaje a los lectores de Resumen?
Que vayan a ver la película. Es una película íntima y personal. no es tan política, aunque como decía Gramsci, “Todo es político en el arte”. Que puede llegar incluso a gente de derecha, a hijos de derecha, donde gente que tiene muy mala educación y repiten cosas de sus padres, pero no tienen la formación., Entonces descubren en la película que no todo es como se lo contaron sus padres y entonces empiezan a ver que ellos mismos tenían preguntas que no se las podían hacer a sus padres, por miedo a que se les responda lo que siempre se les dice sobre el “enemigo” y no sobre un coterráneo, un compatriota al cual tienen que seguir conversando para seguir avanzando como sociedad y no quedarse estancados.
Es normal que suceda esto, somos los hijos que estamos llegando a edades en que tenemos plena conciencia y mecanismos para comunicar, sea en la escritura, sea en el arte, sea en el cine y estamos haciéndonos las preguntas. Que también es normal que aparezcan y eso es lo que teníamos que haber visto hace 20 años atrás cuando volvió la democracia. Que venía una generación que no se iba a quedar callada. Y que ojo, viene otra que mucho menos se va quedar callada. Y eso es así, es ley natural de vida. Es imposible evitar eso.
Si lo seguimos reprimiendo y seguimos con lo de dar vuelta una hoja mal volteada como lo ha hecho España, pasa lo contrario…
https://www.youtube.com/watch?v=6pHmyjmd2Ws
Próxima exhibición en Concepción: https://www.facebook.com/events/924944141010821/