Compañeras y compañeros:
Los miembros de la Sociedad Mutualista Bautista Van Schouwen Vasey, conmemoramos hoy el 40º Aniversario de la caída en combate de nuestro compañero Miguel Enríquez Espinoza, líder revolucionario chileno y Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR.
Rendir homenaje a Miguel nos lleva de modo natural a confrontar las causas que dieron origen a la creación y la historia del MIR con los desafíos que siguen pendientes en la sociedad chilena actual.
La causa revolucionaria y socialista que lideró Miguel quedó truncada por el intrincado devenir de las realidades políticas, económicas, sociales y de todo orden que se produjeron en el mundo en la última década del siglo pasado y de las que nuestro país no estuvo ajeno. Sin embargo, las causas profundas que estaban en el origen de las luchas revolucionarias han seguido presentes en las realidades de los pueblos del mundo, de América Latina y de Chile. Con nuevos sellos y características, con los signos de la globalización y neoliberalismo como telón de fondo, la explotación de los trabajadores, el abuso de los dueños del poder y la riqueza, la desigualdad social como estructura de vida, la injusticia como norma de conducta hacia los pueblos, el arbitrio como paradigma de dominación de unos pocos poderosos sobre las grandes mayorías nacionales, continúan siendo una realidad indesmentible. Esa realidad sigue asolando la vida, el presente y el futuro de nuestros pueblos. Esa realidad es la que sigue siendo necesario cambiar definitivamente, transformar de una buena vez.
Tal como antes ocurrió a lo largo de nuestra historia, el pueblo chileno ha comenzado a hartarse del abuso y del atropello. Durante los últimos años, hemos sido testigos del surgimiento de un nuevo escenario de luchas y movilizaciones sociales a través de las cuales diversos sectores de la ciudadanía y diversos actores sociales han comenzado a levantar reivindicaciones, a hacer demandas, a exigir soluciones a los problemas y dificultades que les afectan.
Estos reclamos populares se han ido consolidando en organizaciones sociales que se han convertido en articuladores de manifestaciones públicas y masivas puesto que han entendido que la acción y movilización son el único mecanismo posible para lograr caminos de solución o generar vías de avance hacia las transformaciones que reclaman y necesitan.
Cada demanda que se levanta, por pequeña y aislada que sea, afecta la continuidad y estabilidad de un modelo construido a pedido y medida por los grandes empresarios y poderosos mercaderes que se apoderaron a sangre y fuego de nuestro país y de sus riquezas. Para eso impusieron y ejercieron la ominosa dictadura militar que asoló nuestro territorio. Al amparo de ese régimen criminal es que los ideólogos de la derecha política, los conservadores y fachos recalcitrantes, construyeron un sistema de dominación que les garantizara no solo la conservación del poder económico a su antojo, sino que les asegurara la dominación política sin contrapeso mediante la instauración de una constitución hecha a capricho de sus delirios dictatoriales.
Este modelo de dominación hecho a la medida, ha sido perfeccionado en función de los intereses de los poderosos, por los sucesivos gobiernos de la post dictadura. Gobiernos que, más allá de las caretas que asuman, son y han sido instrumentos del modelo, destinados solo a cumplir funciones de administradores del bien montado andamiaje y estructura del poder dominante.
Este modelito es el que las movilizaciones sociales de los últimos años han venido a poner en cuestión y han comenzado a generar las condiciones para cambiarlo. Sin duda este será un proceso de luchas de larga duración y desarrollos desiguales, pero que en la época presente exige tener como objetivos inmediatos la concreción de las transformaciones y reformas por las que el pueblo y la ciudadanía se han venido movilizando.
Será tarea de la izquierda y de los sectores políticos más radicales mantener en la orden del día de las organizaciones sociales y políticas las exigencias programáticas más relevantes que han surgido de las luchas de los años recientes.
En ese sentido, resaltan de manera notoria, entre otras:
La exigencia por una nueva constitución política, que ponga fin al engendro constitucional de la dictadura y que, a partir de la convocatoria a una asamblea constituyente, abra los espacios para la inclusión y participación de los más vastos sectores en la construcción de una real y plena democracia.
La exigencia de una reforma al actual sistema electoral para terminar con el flagelo del modelo binominal impuesto por el arbitrio de la dictadura, y para generar una participación política amplia, democrática y representativa.
La exigencia de la reforma del actual sistema administrativo que asegure descentralización, nuevos conceptos geopolíticos basados en cuestiones geográficas, productivas, humanas, históricas, culturales, medioambientales, que den cuenta de la realidad y necesidades de las diversas regiones del país.
La exigencia de una efectiva reforma al sistema tributario que se funde en el cobro de tributos a las grandes empresas y empresarios de acuerdo a criterios de desarrollo nacional y de protección de quienes menos tienen y menos ganan.
La exigencia de reforma al sistema educacional que asegure una educación pública, gratuita y de calidad a todos los chilenos, poniendo fin al lucro y al negocio en que han convertido la educación los mercaderes surgidos con la dictadura, y que han sido protegidos y multiplicados por las administraciones gobernantes.
La exigencia de reforma al sistema de salud pública que garantice la prestación de salud gratuita, eficiente, oportuna, digna y de calidad a los usuarios del sistema público.
La exigencia de reforma al sistema previsional que ponga fin al modelo de las AFP que se ha convertido en un verdadero despojo de los fondos previsionales de los chilenos, generando en los nuevos pensionados una situación de pobreza, indignidad y desamparo. Es imperioso para los trabajadores y el pueblo chileno, volver a implantar un modelo previsional estatal, de reparto, solidario y tripartita.
La exigencia de reforma al código del trabajo, que ponga término a los abusos patronales y estatales, que termine con las mecanismos abusivos de la subcontratación, intermediación, externalización, multirut y otras prácticas que benefician la explotación y facilitan la elusión de responsabilidades laborales. Es imperioso contar con una ley laboral que proteja a los trabajadores e incorpore los derechos de asociación, de negociación colectiva y de afiliación sindical.
La exigencia de renacionalizar el cobre y las riquezas mineras básicas como una forma de proteger el patrimonio nacional, los recursos e intereses nacionales y de generar ingresos para las necesidades sociales.
La exigencia por resolver la cuestión del tratamiento y solución a los conflictos planteados por los pueblos originarios.
Esto por nombrar solo algunas de las exigencias más notorias y latentes, pero sin dejar de tener presente la necesidad de luchar por la instauración de un nuevo modelo económico productivo; por una nueva política de conservación, renovación y explotación de los recursos marinos y del borde costero; por el diseño de una nueva política habitacional que propugne la creación de espacios urbanos y de desarrollo urbanístico de pueblos y ciudades; la definición de una nueva política energética que se sustente en el ahorro y priorice por la utilización de energía limpia; la exigencia por la renacionalización de los derechos de agua; entre otras grandes preocupaciones que afectan las posibilidades de acceso de la ciudadanía a una mejor calidad de vida.
Todos estos problemas están en la esencia del modelo económico y político dominante. Por ello apuntar a la solución de estas cuestiones, necesariamente apunta a una transformación profunda, lo que se sintetiza en la exigencia de una nueva constitución como condición básica para un cambio definitivo. En definitiva, una nueva constitución, un nuevo modelo de participación democrática y un nuevo modelo de economía cuyo norte sean los intereses del país, de los chilenos, de las grandes mayorías. Esa es la gran tarea que está pendiente para las actuales generaciones y para las movilizaciones futuras.
Es el comienzo de un proceso que debe aprender a dar pasos sólidos y poner cimientos firmes. La lucha social es válida en sí misma pero se valida socialmente en la medida que logre materializar conquistas, alcanzar ciertos objetivos, lograr ciertas metas. Así fue como creció y se desarrolló el movimiento obrero y popular a lo largo del siglo veinte; así fue como el pueblo chileno alcanzó los altos niveles de desarrollo de sus luchas que demostró en los años sesenta y setenta. Así es como se forjan los procesos cuando se tiene los intereses populares como norte y motivación principal.
Miguel fue producto de las luchas que a lo largo del siglo pasado sostuvo la clase obrera y el pueblo chileno. Es el escenario de injusticia y desigualdad social el que va generando las luchas populares y va forjando el surgimiento de corrientes revolucionarias en el seno de esas luchas populares. Es la necesidad de transformar radical y definitivamente esa realidad la que fue forjando el carácter revolucionario de una generación de luchadores en la década de los sesenta.
Miguel fue parte de ese proceso. Desde muy joven templó su compromiso al calor de las luchas sociales y estudiantiles; compromiso que fue cimentando con una afanosa formación teórica e intelectual apoyada en su círculo de relaciones políticas y en un férrea decisión personal de entregar lo mejor de sí por los demás. En enero de 1962, cuando apenas tenía 17 años de edad, manifestó: “Juro que si he de escribir o hacer algo en la vida será sin temor ni pusilanimidad; sin horror al qué dirán; con la franqueza que salga de mi cerebro; que ha de ser libre de prejuicios y dogmas. Si no soy de constitución valiente, me haré valiente por la vía racional”. Y ciertamente, en los años siguientes de su vida fue coherente con sus palabras y consecuente con su compromiso.
No por casualidad, sino por el profundo compromiso que entabló con nuestro pueblo, es que Miguel asume el liderato del MIR. No por casualidad es que, llegado el momento del golpe de estado, no dudó en quedarse en Chile a combatir al régimen militar. No por casualidad impulsó la política de “El MIR no se asila”. No por casualidad encabezó el desarrollo de la política de Resistencia Popular a la dictadura. No por casualidad, no vaciló en defender su vida y su libertad con las armas cuando el 5 de octubre de 1974 los esbirros de la represión dictatorial rodearon su casa de la calla Santa Fe 725, en San Miguel, en Santiago.
Al compromiso y lealtad consciente con el pueblo, Miguel le agregó la pasión con que abordó las tareas y los deberes del partido revolucionario, de los militantes revolucionarios, de la teoría revolucionaria, de la práctica revolucionaria. Pasión que se manifestaba tanto en su discurso teórico e intervenciones públicas, como en el irrefrenable propósito de que el MIR se convirtiera en el instrumento de vanguardia de la clase obrera y el pueblo.
Le agregó también la audacia que le imprimía al accionar del partido, que exigía de los dirigentes y cuadros, y conque asumía su actividad de militante y dirigente. Audacia que demostró ya en los tiempos de las primeras acciones armadas, las acciones directas y la primera clandestinidad de fines de los 60; que no disimuló en los tiempos del gobierno de Allende y que derrochó en los tiempos de dictadura, en donde se expuso y asumió riesgos sin los resguardos que los dirigentes suelen atribuirse.
Fueron los cimientos del partido que él contribuyó a forjar los que, nutriéndose de su ejemplo, mantuvieron en pie la lucha de Resistencia, levantaron al pueblo de sus cenizas y posibilitaron el camino de la lucha amplia y masiva contra la dictadura.
Miguel murió cuando tenía apenas 30 años de edad. Ya para entonces había alcanzado la estatura propia de los elegidos y era reconocido por su consecuencia y capacidad como el mayor líder de la resistencia contra la dictadura.
Vivimos una época de nuevos desafíos. Nuestro sentir como integrantes de la Sociedad Mutualista Bautista Van Schouwen Vasey, y como ex miembros del MIR, es que no estamos ni hemos estado ajenos a la actual dinámica de luchas. La memoria mirista, la cultura mirista, los paradigmas del mirismo están también presentes en las movilizaciones del presente no solo a través de banderas rojinegras sino también en el carácter de un pueblo empoderado y decidido, convencido y dispuesto, que sale a las calles del país y hace temblar a los poderosos. Pensamos que también está presente la impronta de Miguel en el actuar de aquellos que emprenden la senda de luchar por el bien común, por el interés público, por el beneficio del pueblo, por un mundo más justo, tal como lo hiciera él desde su juventud y desde esta misma universidad.
Le rendimos hoy homenaje a Miguel porque su historia de vida así lo merece, y porque así lo reclama la historia, como parte de la memoria viva de nuestro pueblo y de nuestro país.
¡¡Adelante, con todas las fuerzas de la historia!!
Concepción, 04 de octubre 2014.