Ediciones Letra Nueva, la aventura de don Marcos Cabal

¿Aló?, ¿Con quién hablo?, Con el joven de la U de Conce, Ahhh ¿cómo le va?, Bien, ¿y a usted?, Mal po, ¿La salud?, Claro, me quieren inyectar insulina y yo no quiero, Puta, Estamos viejos, hace dos meses se fue un compañero, ahora el Pato Turra, Chuta, vamos a tener que juntarnos luego entonces, antes que se vayan todos po’ (risas). El viejo está algo enfermo, pero aun así se ríe de la muerte, y eso que ésta anda rondando cerca. Hacía una semanas no más se fue el Pato Turra, histórico integrante del Taller Literario Mano de Obra.


Después de cortarle el teléfono me quedo pensando y me pregunto ¿cuánta memoria iremos a rescatar de estos viejos antes de que desaparezcan? ¿Por qué cresta no grabé al Pato Turra esa vez que fui a entrevistarlo a su oficinita en el centro? ¿Hay alguien más preocupado de esto o soy el único?


La conversación telefónica la tuve con don Nibaldo Sepúlveda, un viejo poeta, de los más antiguos, barba cana, lentes, bufanda, penquista, memoria fallando un poco, pero aun paradito, como árbol duro que se niega a caer. Este caballero, en la época de los 80, en pleno mundo milico, montó una de las editoriales de poesía y literatura más relevantes de la zona. Los cuadernos de poesía “Letra Nueva”. Me contó que en un viaje que hizo al sur a un encuentro de poesía, en el bus encontró una pequeña libreta en un asiento. La abrió y halló, escrito en ella, el nombre de Marcos Cabal. Quiso, entonces, adquirir ese nombre como seudónimo y hasta la fecha lo conserva. Marcos comenzó a escribir en los años 70, fundamentalmente después del golpe.


Acerquémonos un poco a su historia: Marcos es una figura exótica dentro del panorama poético penquista, principalmente debido a su condición de ex-marino, la cual no suele encontrarse en los personajes ligados a las letras en esa época, y menos en aquellos que tuvieron una actividad tan agitada dentro del circuito literario de la región, como la tuvo Cabal.


Un día me contó que, debido a sus vínculos con algunas células políticas al interior de la armada, las cuales tenían vinculación con el MIR, rápidamente se vio desligado del ejercito a la venida del golpe, de hecho fue sucesivamente seguido por la represión del Estado. Su contrariedad al régimen se puede apreciar en su conformación como figura pública del ámbito literario penquista al instaurarse con una de las editoriales más prolíficas de la época, una actividad que pareciera no guardar ninguna relación con la mayoría de sus ex-compañeros marinos.


Antes de la conformación de la editorial Letra Nueva en el año 1983, Cabal tuvo otras actividades ligadas al mundo político y las artes. Estuvo ligado a la Vicaría de la Solidaridad, con la cual organizaron diferentes actividades, como, por ejemplo, la visita de una importante figura sindical a la ciudad de Concepción: Clotario Blest.


En la parroquia universitaria de la  Universidad de Concepción se conformó un grupo teatral del cual Cabal formó parte también, por otro lado, fue integrante de los talleres literarios Viruta y Pablo de Rokha. El primero tenía su punto de reunión en la sede del sindicato de Carpinteros y Ebanistas ubicada en la avenida Aníbal Pinto en la ciudad de Concepción, y el segundo, un poco posterior, tuvo su punto de reunión en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Concepción. También por esos años (fines de los 70) Cabal fue parte de la creación de una revista titulada Taller, pero que no tuvo una existencia muy larga, según nos cuenta, de hecho duró sólo un número. Por otro lado, hay que tener en cuenta que Cabal también participó activamente en el Taller Literario de Trabajadores Mano de Obra, importante instancia artística y política de la época.


De esta manera se conformaron los primeros pasos de Cabal en el campo de las artes y las letras en Concepción, las cuales son el precedente para la creación de su proyecto más trascendente: Letra Nueva. La editorial fue un proyecto que surgió en 1983, en donde se buscaba editar a diferentes poetas de la región y sus alrededores, los cuales, en aquellos años, tenían mínimas posibilidades de publicación.


Las ediciones de Letra Nueva eran modestas, libros delgados y alargados, totalmente artesanales, los cuales podrían llamarse, sin pretensiones de menosprecio, librillos. Sin embargo, a pesar de su contextura delgada, los libros no dejan de tener un aspecto elegante, sin duda un buen trabajo editorial a pesar de las condiciones de precariedad en las que se producían. Toda la faena productiva era llevada por Cabal: recolección de textos, edición de los mismos, impresión de las páginas y elaboración de los librillos. A veces recibía ayuda de ciertos amigos, pero la editorial era obra principalmente de Marcos. Sin embargo, existió una persona importante en el desarrollo de la editorial, la cual permitió el avance de la misma, principalmente por su acceso a recursos económicos. Un amigo del poeta, perteneciente a una de las “familias rancias de Concepción”, según recuerda él mismo. Este amigo le suministró algunos recursos para montar la editorial, ya que Cabal no tenía dinero, y en aquellos años la dictadura no entregaba un peso para este tipo de iniciativas, de hecho la poesía era algo visto con desprecio por su posible potencialidad contestataria.


La principal colección de la editorial que surge en 1983 y sigue su producción hasta 1995 fue la llamada Cuadernos de Movilización Literaria. Sin duda un nombre un tanto confrontacional, no es  un hecho menor la utilización de la palabra Movilización, la cual denota un sentido político fuerte en aquellos años. Tampoco es casualidad el nombre viniendo de una persona como Cabal, quien también se dedicaba, por aquellos años, a realizar otros trabajos editoriales relacionados con el mundo político de la época. Las condiciones de represión y la búsqueda constante de los militares por los lugares en donde se producía el material de la resistencia política hacían peligrosa la labor de Cabal. Sin embargo, él contaba con una maquina impresora Offset, la cual era de sobre-mesa y lo suficientemente pequeña para transportarla o esconderla.


Cabal me cuenta que la máquina podía ser introducida en un portamaletas. A veces la utilizaba, no solo para imprimir poemas, sino que textos políticos, de Miguel Enríquez, por ejemplo. En esas ocasiones, cuando la policía estaba cerca, guardaba la maquina en el portamaletas de un auto y la trasladaba.


A medida que sacaban títulos de diversos poetas o narradores fueron ocupando las dependencias de diversos “colegios de curas”, los cuales servían para hacer las presentaciones de las publicaciones. Los actos consistían en actividades públicas, en donde se presentaban obras de teatro o shows musicales que amenizaban el ambiente. Cabal recuerda que las condiciones para realizar estas actividades estaban sujetas, muchas veces, a la autoridad militar, a la cual había que pedirle permiso para realizar las actividades. ¿Se imaginan?, pidiendo permiso a las autoridades para hacer un pequeño acto cultural en un colegio de curas ¿Qué cosa podría parecer más inofensiva a los ojos de hoy?... Definitivamente, eran otros tiempos.


Según Cabal, las publicaciones de la editorial no eran constantes y dependían de los dineros que conseguía, los cuales no eran fluidos, ni abultados. Sin embargo, a medida que la editorial se conocía, fueron generando redes de colaboración, en donde diversas personas aportaban con dineros a cambio de recibir constantemente los títulos de la editorial, eran algo así como socios. Así se aminoraban los problemas económicos que sufría el proyecto y se podían seguir produciendo libros, siempre, como nos comenta, “metidos en la cabeza de que ese no era el último, sino que había otro, y otro más, y otro más. Imagínate que sacamos setenta y tantos”.


Al preguntarle por el modo de circulación de las obras me comenta que eran todos mano a mano. O sea que se distribuían informalmente a través de circuitos que eran generados por prácticas asociativas, más que por influjos comerciales. Esto último se debe a que en aquellos años no existían espacios para vender productos culturales, ya que el mercado era un espacio dominado por el régimen. La música y la literatura, así como otras artes, circulaban mediante circuitos informales, no comerciales. En cuanto a la cantidad por edición, nos comentó que sacaban, por lo menos 100 libros por edición.


La publicación más recordada y duradera de la editorial de Marcos fue la llamada Cuadernos de Movilización Literaria, que llegó a tener diversas secciones clasificadas y divididas según colores: poesía era negro; café era narrativa; crítica, amarilla y había otro color más que era el azul, para alguna edición especial. Estos libros fueron editados desde el año 1983 hasta el término de la dictadura, una labor que fue llevada casi exclusivamente por Cabal.


Marcos Cabal sigue vivo. Viejo, es cierto, pero sigue cabalgando con sus poemas. Continúa escribiendo y participando del Taller Literario de Trabajadores Mano de Obra, el cual se junta todos los sábados a las 15:00 horas en la Radio Lorenzo Arenas.

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