Que este gobierno tiene su propia visión sobre la pandemia de COVID-19 y que la forma de abordar el enfrentamiento de esta catástrofe ha estado determinada por oscuros y mezquinos intereses ha quedado brutalmente demostrado esta semana, en particular este viernes.
La pandemia para los gobernantes ha sido una gran oportunidad para que el movimiento social tuviera que paralizarse, ese era el gran objetivo político de este gobierno, y así lo dejó graficado la grosera visita de Piñera a Plaza Dignidad en un acto de provocación y agresión hacia el pueblo movilizado que no podía ya estar ocupando ese espacio simbólico de la lucha social de los últimos tiempos.
El mediocre mandatario quiso mostrar como logro personal el hecho que la plaza estuviese vacía, quiso convertir en un triunfo de su gestión represiva los efectos que ha provocado la propagación del virus. Se vanagloria de su triunfo en brazos de la pandemia, se pasea, posa, se toma fotos, y luego miente como si nada. Lo de Piñera en Plaza Dignidad es de una bajeza moral que no tiene parangón e ilustra los valores que animan a este tipo de personas.
Por otra parte, la situación sanitaria representa para los gobernantes una gran oportunidad de negocios, de lograr ganancias, de conseguir beneficios. Lo demás es decoración y humo, mucho humo.
El humo, gentilmente avivado por los medios empresariales de comunicación, ha estado destinado, por un lado, a encubrir las verdaderas motivaciones gubernamentales y, por otro, a encubrir la insuficiencia e incapacidad absoluta de nuestro sistema de salud para abordar el ataque de esta pandemia de manera correcta y oportuna.
La pretensión inicial del gobierno pasaba por escudarse en la virulencia con que el COVID19 invadía las comunidades lo que hacía, hipotéticamente, imposible contrarrestarlo. No olvidemos que hace un mes el Minsal proyectaba contar al 1 de abril con más de 43.000 contagiados; y que el 18 de marzo Piñera anunciaba que esperaba que llegásemos a los 100.000 contagiados (¿¿¿???), de los cuales al menos 16.000 requerirían hospitalización (¿?).
En otras palabras, la apuesta gubernamental era tener al pueblo postrado por la enfermedad, y un pueblo postrado en nuestro destruido sistema sanitario y hospitalario significa indefectiblemente la muerte, un pueblo diezmado, abatido por la enfermedad. El desmantelado sistema público de salud no cuenta ni ha contado con los insumos, con los equipamientos, con el personal, con lo necesario para realizar en condiciones dignas cualquier atención en salud, menos cuenta con lo necesario para afrontar de manera oportuna y adecuada una pandemia que asola sin dar respiros ni pausas.
Esta miseria también intentó ser cubierta con humo, con mentiras, con engaños. Nunca ha existido el stock de insumos que desde el gobierno dicen tener, ni nunca se han comprado los equipos que el gobierno decía haber comprado; la prueba está en que recién para fines de mayo se supone llegarían los respiradores que se habrían cotizado en enero y pedido en marzo, pero que difícilmente arriben porque el gobierno estadounidense está bloqueando embarques y capturando para sí todo despacho con otros destinos, afectando incluso a países como Francia, Canadá y al propio Brasil.
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La iniciativa de la comunidad frente a la pandemia
Pongamos las cosas en claro ¿Qué ha pasado, entonces, que las cifras de contagios se han mantenido relativamente bajas hasta ahora? Pasó que la población chilena tomó la iniciativa, asumió con prontitud la gravedad de la epidemia que se avecinaba sobre el país, y adoptó con creatividad medidas de prevención y de resguardo. Medidas preventivas que han estado fundadas en lo que la población ha visto y conocido de las experiencias de otros países ante este mismo problema y, sobre todo, han estado fundadas en la desconfianza respecto de las indicaciones y normas impartidas desde el gobierno.
El pueblo no puede confiar que un gobierno que durante meses ha estado reprimiendo a mansalva, atacando con virulencia inhumana la salud y la vida de la población, ahora de pronto, “se iba a poner buenito” y a preocuparse de la salud de esa misma población con la que estaba en guerra y a la que ha estado persiguiendo, apaleando, gaseando, disparando, torturando, mutilando, dejando ciega, apresando y matando.
En síntesis, es la propia actitud de defensa y auto protección del pueblo, de prevención y autocuidado, lo que ha incidido de manera absoluta en que -felizmente hasta ahora- las cifras de contagiados se han podido mantener relativamente controladas.
Esta actitud social preventiva no solo ha estado basada en la acción individual de cuidarse, sino en la adopción de iniciativas colectivas, de defensa de comunidades, de presiones surgidas de organizaciones sociales, comunitarias, de trabajadores y trabajadoras, de municipios, por exigir la adopción legal de medidas preventivas. En todo momento las medidas de prevención que se han adoptado por el gobierno han sido impuestas por la presión de las comunidades; la única medida que el gobierno adoptó de buen grado, por propia iniciativa y como parte de su política represiva ante la epidemia fue sacar a las Fuerzas Armadas a la calle, eso hay que decirlo.
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El paquete contra la pandemia a medida de los empresarios
Las otras acciones, ya no preventivas sino de enfrentamiento de la catástrofe, que ha adoptado el gobierno han estado orientadas a proteger al empresariado. El paquete de medidas económicas que anunció hace 10 días atrás y el dictamen aberrante de la Dirección del Trabajo, con el posterior proyecto de ley, han sido los instrumentos más eficaces para salir en apoyo de los señores empresarios que ya estaban chillando por las caídas de ciertas bolsas y la incertidumbre de ciertos mercados. Ahí sí el gobierno actuó con prontitud y eficacia.
Los despidos se multiplicaron y el costo de la crisis –como siempre- fue dejado caer en las espaldas de las trabajadoras y trabajadores; luego de unos días, el gobierno hace una parodia de corrección del dictamen de la Dirección del Trabajo, pero ya era tarde, la piedra ya la habían lanzado y el vidrio ya estaba roto, y el daño es irreversible.
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Pero para el resto de la población, migajas o nada. No se han adoptado medidas que vayan a favor o en apoyo de las trabajadoras y de los trabajadores que han quedado a la deriva, o que han perdido sus fuentes de ingreso. No se ha otorgado ninguna garantía de apoyo social del estado para las personas cesantes y que deben afrontar esta crisis en condiciones desvalidas.
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La población trabajadora se ve enfrentada como primera preocupación a la lucha por la sobrevivencia, pero esta necesidad no puede ser abordada como un problema o desafío individual o particular; si algo ha desnudado esta catástrofe es precisamente la inutilidad de lo privado, del individualismo, del egoísmo, y ahora debemos aprender a construir nuevos lazos colectivos, o más bien a darle continuidad bajo otras formas a los lazos que se habían forjado en las calles durante los últimos tiempos.
Hay que seguir
Todavía no se viene lo peor. Se vienen meses difíciles en donde el pueblo se verá enfrentado a un escenario de limitaciones y carencias que habrá que afrontarlo con el espíritu de salir rápido de los efectos sanitarios de la pandemia para poder dedicar nuestras energías a salir rápido de los efectos perniciosos de este gobierno, de este modelo, de este sistema. “Hay que seguir”, rezaban lienzos y rayados tan solo unos meses atrás para insuflar energías a la lucha por los cambios que el país reclamaba. Esa lucha no se ha terminado; sólo que se ha profundizado más y nos ha mostrado imágenes realistas y simples de lo que significa esta plaga que nos azota por más de 40 años.
Ahora “hay que seguir” y hay que echar mano de nuevo a la iniciativa e inventiva popular para enfrentarse a esta pandemia con la decisión de vencerla, de no permitir que nos aniquile como personas ni como comunidades, ni como individuos ni como pueblos. Pero tendremos que continuar haciéndolo con independencia. Hay que obedecer los consejos e indicaciones médicas que son necesarias para prevenir la propagación del contagio: no salir innecesariamente a la calle, no generar tumultos, respetar las distancias, respetar las medidas de higiene de manos y objetos, y, en especial, usar mascarillas como medida preventiva si se tiene que salir a la calle.
Es un absurdo (y otras cosas) que no se incentivara de modo oficial el uso de las mascarillas, de manera que la población tuvo que imponerlo como práctica social por su iniciativa propia, aunque su confección fuera artesanal. Tras meses desacreditando su eficacia para el combate de la pandemia, hoy Mañalich, a más de un mes de la llegada del primer caso al país, acudió a la conferencia de prensa con una.
Cabe mencionar que los países que han combatido con mayor efectividad al Coronavirus han hecho ver la importancia del uso de mascarillas. Al parecer el virus no mutó y no se convirtió en buena persona.
Otro país
Las organizaciones sociales, las comunidades, debemos comenzar a exigir que el Estado asuma la producción de insumos y materiales sanitarios a nivel país, incluidas las mascarillas que son necesarias. Ya está visto que no se puede confiar en que las importaciones de estos materiales sean respetadas. La CORFO debiese impulsar seriamente una línea de producción nacional que utilice la infraestructura de ciertas textiles, por ejemplo, y la capacidad de talleres menores de confección y construcción de materiales destinados a enfrentar esta epidemia.
Algún uso positivo o útil para la población que se le dé a los fondos y recursos fiscales de que el gobierno dispone en este estado de catástrofe. La celulosa y el cobre que abundan en el país debieran ser la materia prima para la confección de guantes, zapatillas o calzados clínicos, delantales, gorros, etc.
Como siempre ha ocurrido, el pueblo, la población, la ciudadanía, tendrá que dar la pelea para conseguir lo necesario para que se haga lo correcto para buscar lo justo, puesto que este gobierno nos está empujando, definitivamente, hacia el despeñadero. La lucha, en este caso, tendrá que hacerse y darse en otros espacios, en otras formas, con otras iniciativas, pero que nos permitan como comunidad hacer sentir nuestras exigencias y empezar a construir un camino propio. Lo de contar con una voz oficial que conduzca las crisis sirve como método en países donde los gobernantes tengan cierta cultura democrática y cierto sentido de la decencia, cosa que esta administración ha dado muestras de sobra de no poseer.
Nuestro esfuerzo como población, debe apuntar a parar la epidemia, a impedir la propagación del contagio, a impedir que las cifras se disparen. De la propia voluntad e iniciativa popular dependerá de que tengamos el menor número de víctimas fatales que sea posible producto de esta pandemia; impedir que las muertes se multipliquen depende de las medidas que la población vaya adoptando, imponiendo, implementando, más que de las directrices centrales.
Solo el pueblo ayuda al pueblo no es un lema publicitario o una consigna de muro callejero, es una necesidad urgente para salir adelante en estos tiempos.
Resumen.