Cada vez cobra mayor fuerza el mote de “progresismo neoliberal” para definir la administración de Gabriel Boric. Esto, que parece solo una elucubración propia de las esferas académicas y del análisis político, tiene implicancias más allá de definiciones meramente intelectuales.
El progresismo neoliberal intenta explicar el cariz de las políticas públicas impulsadas por el actual gobierno, definir su dirección y con ello, la dirección de las decisiones que se toman y, mirado desde el lado de la vida cotidiana, la forma en la que afectan esas definiciones. Pues bien, es en ese sentido que las alzas en las cuentas de la electricidad y el precio del transporte nos pegan como un recordatorio de nuestros dueños y verdugos.
La manera en que se está manejando esta alza del costo de la vida se encuentra cruzada por la discusión de los subsidios, principio básico del neoliberalismo, es decir, alimentar con dinero público lo que no pueden -ni quieren- financiar los privados. Por eso es que no es cierto que las personas no pagarán toda el alza provocada por las malas decisiones de gobiernos anteriores y del actual; la pagaremos igual pero indirectamente.
A ver, como el Estado subvencionará a los sectores más pobres (imposibilitados de pagar el mayor precio), el erario fiscal dejará de invertir en otras cuestiones, por ejemplo, construir más Cesfam o mejorar los servicios educativos, porque esa plata se tendrá que gastar en las familias que, al mismo tiempo, las pagarán a las eléctricas o a las empresas de transporte. Al final, ganan siempre los mismos, se sabe.
Entonces, seguimos en la trampa empresarial que nos come nuestra plata directamente a través del salario, o indirectamente, mediante el pago del Estado a nuestro nombre. Todo esto se explica a medias, distanciando a lo público de lo civil, o sea, nos dicen que el aporte fiscal al alza de servicios es distinto a nuestro gasto personal. Mentira, lo pagamos todo nosotros, individual y colectivamente, mientras las empresas solo recaudan y aumentan sus beneficios.
Pero bueno, todo esto en medio del muy amable y elegante discurso progresista, ciudadano y preocupado por los cuidados, amante de los derechos y las minorías, las mismas a las que perjudica por sus medidas, olvidando que son las clases trabajadoras quienes sostienen sus privilegios, como el privilegio de ser progresista neoliberal.RESUMEN