EDITORIAL | Los peligros de la delincuencia organizada: La banda de los audios

La revelación de los audios del abogado Luis Hermosilla están levantando una polvareda pocas veces vista en los medios de comunicación, si bien sabemos que la manera de hacer negocios de nuestra elite siempre pasa la línea de la legalidad, nunca nos enteramos de los alcances de ello, pues quedan enterrados en montañas de papeleo judicial; pero esta vez es distinto, tal vez por el descaro del abogado, por lo burdo de los manejos de los jefes de la PDI o por la constatación de la inoperancia de los aparatos políticos, tanto ejecutivos como legislativos.

Como sea, en tiempos en que las policías estaban recuperando su sitial político y moral de la mano de alcaldes, diputados y senadores que piden militares en las calles y medios oficiales que trepidan en horrorizar a la comunidad con los crímenes más sangrientos y, si bien, esto es real y la violencia se ha vuelto insostenible para los más pobres y los migrantes, cierto es que su uso político está llegando a ser pornográfico; en ese contexto cae el director de la PDI, el gobierno patina con su suplente (acusado por torturador) y los audios de Hermosilla no dejan de apuntar al panteón piñerista, circulando masivamente por tik tok y esparciendo un reguero de fecas entre alcaldes UDI, empresarios y políticos, llegando hasta el mismo altar del santo recién ungido, quien ha caído estrepitosamente de su pedestal.

Sebastián Piñera, tras su muerte este último verano, había conseguido -queriéndolo o no- uno de sus mayores logros, dejar atrás una vida de acusaciones por practicar la profesión de empresario mediante las más increíbles artimañas, muchas de las cuales fueron constitutivas de delito, aun así, logró hacer carrera política gracias a un espíritu ladino y una falta de vergüenza pocas veces vista en la política chilena. Pero otra cosa era llegar al nivel de la muerte épica que lo instalaba en la categoría de figura mítica de una derecha que carece de ese tipo de referentes en su historia.

Pues bien, todo el poder piñerista (porque el personaje viene con toda una corriente de políticos organizados en torno a sus ideas) se basó en una red de delincuentes que Hermosilla devela bailando en su yate con el “chispa” mientras enaltece el consumo de cocaína y expresa un machismo prostituyente que no se escucha ni en los campamentos más modestos. Casos como Enjoy, Dominga, Torrealba o Guevara, entre muchos otros que apuntan al piñerismo, fueron protegidos por la PDI y su cúpula corrupta.

Como verdaderos mastines de los jefes empresarios y políticos, estos policías, entre ellos el ex director Sergio Muñoz, demuestran que algunos argumentos del octubrismo no estaban tan perdidos, como insisten en recalcar desde el oficialismo frenteamplista, efectivamente las policías deben ser reformadas de arriba abajo, no solo porque las necesitamos para combatir el narcotráfico y el delito, sino porque, tal y como funcionan hoy, se constituyen en una amenaza para el pueblo chileno al ser los cancerberos de quienes nos roban y con ello nos mantienen en la pobreza, la injusticia y la discriminación.

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