[EDITORIAL] Ni perdón, ni olvido: Justicia.

[resumen.cl] Los intentos de diversa índole que procuran imponer la impunidad, o los beneficios carcelarios, o indultos disfrazados, o amnistías encubiertas, a favor de los condenados por delitos de lesa humanidad siguen abriéndose paso en las sórdidas esferas del poder y de los poderosos.

Ahora pretenden hacernos caer en la idea de que ciertos connotados criminales de derechos humanos, condenados y cumpliendo prisión, pedirán perdón en una suerte de ritual religioso que realizarán al interior del Penal Punta Peuco, en Santiago, donde tan solo poco más de un centenar (de un total cercano a dos mil implicados) cumplen penas de cárcel efectiva.

Pretender que ahora basta con que estos asesinos digan: “I’m sorry” o “pido perdón a dios”, para otorgarles la libertad, o indultarlos u otorgarles otros beneficios, es una burla más de los criminales y de sus cómplices de siempre. El hecho de que algunos miembros de cierta iglesia y extraños representantes de otras iglesias (prohijadas por la dictadura) aparezcan haciendo su papel de abogadores de alimañas no es una gran cosa, ni una gran novedad, ni constituye garantía de nada.

En la misma época en que estos criminales cometían sus delitos, algunos miembros de ciertas iglesias y extraños representantes de otras, les brindaban bendiciones y apoyo morales, les hacían misas, cultos religiosos y oraciones para que tuvieran éxito y tranquilidad en la comisión de sus crímenes. Los curas Medina, Hasbunes y otros miserables que fungían de capellanes en las unidades uniformadas y en cuarteles secretos, así como los Smith y Yiye Ávila criollos, se desvelaban protegiendo y encubriendo a las hordas de asesinos, protegiendo y encubriendo crímenes y haciendo apologías de los criminales y de los delitos de lesa humanidad que cometían los oscuros aparatos represivos del régimen dictatorial. Por lo visto, aún siguen desvelándose por proteger y encubrir criminales, y lo hacen en nombre de su dios y acudiendo a sentimientos de humanidad que ellos jamás tuvieron con las víctimas y jamás han tenido con los familiares de las víctimas y sobrevivientes de sus barbaries. De modo que a otro perro con ese hueso; váyanse a otro lado con su cuento de viejo pascuero, váyanse a otro lado a disfrazar alimañas de ovejas (y meterlas en el pesebre). Váyanse a otro lado con su cuento de perdona vidas y asesores morales de criminales inhumanos que nunca se arrepintieron ni se han arrepentido de nada.

Estos mismos criminales que ahora pedirán “perdón”, y que indudablemente están más viejos y probablemente enfermos, no tuvieron consideración ni piedad alguna en los tiempos en que se sintieron y fueron amos y señores de las vidas de los chilenos. Estos mismos criminales no tuvieron ninguna consideración de ninguna especie para torturar, asesinar y hacer desaparecer prisioneros, fueran éstos ancianos, o niños, o mujeres, o jóvenes, o ciegos, o discapacitados, o la condición que tuvieran. Estos mismos criminales que ahora se disfrazan de ovejas y de ancianitos enfermos, no trepidaron en torturar prisioneros hasta la ignominia, no trepidaron en torturar mujeres embarazadas, niños enfermos, ancianos desvalidos; no trepidaron en violar mujeres, en vejar hombres, en humillar a las personas hasta más allá de la dignidad humana. Estos mismos criminales jamás han tenido ninguna actitud de ayudar a la justicia a cumplir su rol y ayudar a los familiares de las víctimas a reparar el tremendo daño moral causado; jamás han querido dar la respuesta de ¿dónde están?, jamás han querido asumir ante la justicia, ante los familiares y ante y la sociedad su responsabilidad criminal. ¿Por qué su supuesto arrepentimiento o su pretendido acto de pedir perdón no lo hacen ante los tribunales? ¿Por qué no declaran confesando delitos y crímenes en las causas en donde están implicados? ¿Por qué montan un show para algo que debiera ser en un tribunal para que tenga efecto real, si es verdadero? La respuesta es obvia: porque no es más que un montaje, una farsa, una infamia. De modo que no vengan ahora con la pretensión de tender una nube de humo con un rito seudo religioso, sin ningún valor moral y con humo de azufre.

Esta nueva intentona pascuera no es más que la representación mediática o el montaje de un show (actividad en la que estos mismos criminales son expertos) que pretende hacerlos aparecer como arrepentidos, lo que constituye una conducta típica y normal de los delincuentes que “hacen conducta” procurando adoptar diversos comportamientos mientras cumplen condena para forzar y lograr beneficios carcelarios. Cuento trillado pero siempre eficaz en el mundo delictivo. Montaje y show en que siguen jugando un rol protagónico y esencial los medios de comunicación empresariales y fachos (como en los tiempos de dictadura); en esta ocasión, de seguro convertirán el rito seudo religioso en un acontecimiento único, exclusivo y tan rimbombante como la llegada del viejo pascuero y otras mentiras.

La ofensiva infame pro impunidad que hemos visto en los últimos meses por parte de los criminales condenados, de los fachos de la derecha política, de los pusilánimes de siempre de la clase gobernante y de los miserables amorales de la concertación-nueva mayoría, pretenden borrar de un plumazo algo que no pudieron borrar ni siquiera a punta de fusiles, balas, asesinatos, desapariciones, tortura, vejámenes y terror desatado. La clase gobernante, la clase política, los que se creen poderosos (y los que lo son), incluso ciertos dioses de ciertos tribunales de justicia, tienen que entender que la necesidad de justicia no se negocia; así como antes no se negoció la necesidad de libertad, la necesidad de verdad, la necesidad de democracia. Aunque ellos solo sepan conjugar los verbos comprar, vender, negociar, ganar, parece que no se han tomado la molestia de salir de su mezquina bolsa de valores morales y mirar por la ventana la realidad a un pueblo que no se ha cansado de reclamar por verdad, por justicia, por reparación, por dignidad.

No tienen ningún derecho de seguir jugando con los dolores y sufrimientos humanos de los familiares de las víctimas ¿Hasta cuándo se burlan? ¿Hasta cuándo pretenden continuar con estas farsas infames? Fue farsa y fue infame la llamada Mesa de Diálogo, que sólo sirvió como lavado de imagen de un ejército sucio y desprestigiado; fue farsa y fue infame los manejos turbios de Ricardo Lagos para imponer secretismo al Informe Valech al mismo tiempo que habilitaba hoteles y resorts como recintos carcelarios para estos criminales de uniforme y charreteras (de seguro este “mediático” personaje estará en primera fila aplaudiendo esta nueva farsa que le reporta favores de sus poderosos amigos empresarios); fue farsa y fue infame la hipócrita autocrítica que realizó la Corte Suprema el año 2012 en nombre del poder judicial para intentar lavar en algo la podrida imagen que dejó su sucia complicidad con la dictadura, con sus crímenes y con sus criminales.

La actual presidencia de la Corte Suprema, del señor Hugo Dolmestch, ha llevado el pandero en esta campaña de impunidad y de buscar favorecer a criminales con resquicios, inventos y patrañas. La tipificación de los delitos en el nivel más bajo posible, la aplicación de las penas en el nivel más bajo posible, la aplicación (luego de todo lo anterior) de la falacia de la media prescripción, termina convirtiendo los juicios por delitos contra los derechos humanos en sendas burlas de la justicia porque los criminales terminan con penas ridículas, en sus casas, y riéndose de las víctimas y sus familias. No conforme con eso, cuando los criminales están cumpliendo condenas efectivas de cárcel, los tribunales han hecho gala en los últimos meses, en decretar beneficios carcelarios al libre albedrío, como si fuera fiesta. La justicia chilena aumenta su deuda moral con la sociedad chilena porque lo que menos le ocupa es la justicia. No hay que olvidar que los pocos avances que la justicia chilena ha experimentado en la labor de buscar la verdad, de investigar y de hacer justicia, se han debido a sucesos y presiones internacionales; que los casos de derechos humanos comenzaron a ser investigados en serio sólo a partir de la detención de Pinochet en Londres en octubre de 1998; que los tribunales chilenos solo dejaron de aplicar la ley de amnistía cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos obligó al estado chileno a dejar de utilizar esta patraña para eludir la responsabilidad de investigar las causas de derechos humanos y de procesar a los criminales; que ha sido la Corte Interamericana la que ha estado urgiendo al estado chileno a que se digne respetar los derechos humanos y aplicar justicia.

Por último, no está de más recordarles a los señores jueces y ministros de los tribunales de justicia, a los señores legisladores de la clase política, a los señores gobernantes y poderosos protectores de criminales, que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles y no son amnistiables. Eso rezan los convenios internacionales en la materia que Chile como nación ha suscrito, pero de lo que parecen burlarse jocosamente esta cohorte de civiles cómplices con la injusticia. Basta de burlas y basta de infamia.

Estas leyendo

[EDITORIAL] Ni perdón, ni olvido: Justicia.