El acuerdo con Irán ofrece un cambio de juego para Oriente Medio

Phyllis Bennis /Information Clearing House

Los negociadores en Suiza acaban de ganar una gran victoria para la diplomacia sobre la guerra. Ahora tenemos que protegerla.

Las negociaciones de la primera etapa, duras y muy reñidas, resultaron en las líneas generales de un acuerdo que limita significativamente el programa nuclear de Irán a cambio de un alivio significativo de las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos, la Unión Europea y las Naciones Unidas.

Ambas partes hicieron concesiones importantes, aunque parece que las de Irán son mucho mayores.

Teherán aceptó que las sanciones que le impusieron los Estados Unidos y la UE no se levantarán hasta después de que la agencia de vigilancia de las Naciones Unidas verifique que Irán ha aplicado plenamente sus nuevas obligaciones nucleares, algo que podría llevarle años para alinearse. Se acordó recortes severos en su infraestructura nuclear, incluida la reducción de sus actuales 19.000 centrifugadoras para enriquecer uranio a poco más de 6.000.

Teherán también accedió a reconstruir su reactor de agua pesada en Arak para que no tenga la capacidad de reelaboración y por lo tanto no puede producir plutonio. Su combustible gastado se exportará. La planta nuclear de Fordow, por otra parte, se convertirá en un centro de investigación tecnológica sin material fisible. Y algo muy importante, la Agencia Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas tendrá el permiso de llevar a cabo inspecciones no anunciadas.

En cambio, Estados Unidos y sus socios - el Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China - coincidieron en que la resolución de la ONU que impone sanciones internacionales contra Irán sería sustituida por una nueva resolución que ponga fin a esas sanciones, pero manteniendo algunas restricciones.

En el acuerdo no se especificó si la nueva resolución sería exigible por la fuerza militar, pero rechazó una demanda anterior de los Estados Unidos y algunos de los países europeos de que un disparador “recargue” automáticamente la imposición de sanciones en caso de que esos países reclamen de Irán mantener su parte del trato. Sin eso, tendrá que ser votada una nueva resolución del Consejo de Seguridad y que estará sujeta a posibles vetos por lo menos de Rusia o de China.

Además, si bien no se reafirman explícitamente los derechos explícitos de Irán conforme al Tratado de No Proliferación de conseguir "la energía nuclear con fines pacíficos sin discriminación", el acuerdo sí reconoció "el programa nuclear pacífico" de Irán y trata de limitar, pero no de poner fin a la capacidad de enriquecimiento de Irán.

Lo más importante para los escépticos de las conversaciones es que no hay duda de que los parámetros generales anunciados en Lausana serían de evitar cualitativamente cualquier decisión futura de Irán de tratar de construir una bomba nuclear. Todas las agencias de inteligencia de los Estados Unidos están de acuerdo en que Irán nunca tomó esa decisión.

Las restricciones imponen un período de "impasse" de un año, lo que significa que se necesitará al menos ese tiempo para que Irán enriquezca, aún teóricamente, suficiente uranio para fabricar una bomba. Y, como nos recuerda mi colega Stephen Myles en el blog Win* Without *War "Los iraníes todavía tendrían que, ya sabes, construir una bomba, encontrar una manera de ocultar todo de los inspectores en todo el país, y convencer a la comunidad internacional de quedarse de brazos cruzados sin responder por un año entero, mientras ellos rompen los términos de un acuerdo".

Remodelación de Oriente Medio

La línea dura, tanto en Estados Unidos como en Irán se opusieron al acuerdo, pero hasta el momento parece que la facción pro-guerra en el Congreso de Estados Unidos (principalmente, aunque no sólo los republicanos) supone una amenaza mucho mayor para la supervivencia del acuerdo que las facciones beligerantes en Irán, especialmente desde que el ayatolá Ali Jamenei, líder supremo de Irán, ha seguido apoyando a los negociadores nucleares.

Para algunos de los adversarios de Estados Unidos, la cuestión es puramente partidista. Ellos quieren el fracaso del Presidente Obamae, y se oponen a cualquier cosa que él respalde.

Para muchos otros, la intervención militar y el cambio de régimen siguen siendo la primera opción respecto de Irán. El senador John McCain ya instó a Israel a hacerse "el pícaro" y atacar a Irán. Los republicanos en el Senado, siguiendo su carta fuerte firmada por 47 senadores amenazan a Irán con socavar cualquier acuerdo firmado por Obama, continúan liderando los esfuerzos para imponer nuevas sanciones y exigir una votación en el Congreso para aceptar o rechazar el acuerdo.

Pero el potencial mundial de este acuerdo es mucho más importante que la postura partidista de los militaristas de derecha y los ideólogos neoconservadores. Si se mantiene - y si el acuerdo final, con todos sus anexos técnicos, puede ser completado en la fecha prevista de tres meses - Lausanne puede sentar las bases para un nuevo conjunto de relaciones diplomáticas y alianzas en Oriente Medio.

De hecho, la región podría ser transformada de manera significativa por el fin de la hostilidad de décadas entre los Estados Unidos e Irán. Con las relaciones normalizadas entre Washington y Teherán, aunque no sean relaciones diplomáticas amistosas, se pueden considerar esfuerzos conjuntos para poner fin a los combates en Irak, detener la escalada catastrófica en curso en Yemen, y crear una verdadera campaña diplomática internacional para poner fin a la guerra civil siria. Todo se vuelve posible. Una postura diplomática de Estados Unidos que reconoce a Irán como una potencia regional haría más fáciles de resolver todo un conjunto de desafíos actuales.

Defender el progreso

Independientemente de si ese tipo de gran acuerdo en el Medio Oriente se hace posible, la iniciativa diplomática actual debe ser defendida.

Los esfuerzos por socavar el acuerdo de Lausana ya están en marcha.

Los republicanos del Senado esperan ganarse a suficientes demócratas para anular cierta veto de un proyecto de ley que permitiría al Congreso votar por el rechaza al acuerdo de Obama. Afortunadamente, la oposición demócrata a la descarada campaña del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para socavar las negociaciones con Irán, ha hecho ese esfuerzo republicano más difícil. La defensa de la diplomacia del presidente Obama que han hecho el Caucus Negro y el Caucus Progresista del Congreso logró apartar más demócratas que se negaban a las negociaciones, con una posición a favor de la guerra.

Pero al final de la jornada será la opinión pública lo que importa. Una encuesta del Washington Post en los últimos días antes del acuerdo encontró el apoyo del 59% por una solución negociada, con el 70% de liberales, dos tercios de demócratas, y al menos el 60% de independientes y los autodenominados "moderados" apoyando un acuerdo. Incluso entre los republicanos -divididos más o menos uniformemente– son por lejos más en apoyo que sus representantes en el Congreso partidarios de la guerra.

Lo que se requiere ahora es la movilización por el apoyo público. Eso significa el fortalecimiento de la columna vertebral de los miembros inseguros o vacilantes del Congreso, desafiando las posiciones extremistas y anti-diplomacia en los medios de comunicación, y sobre todo recordándoles a todos las consecuencias del fracaso.

En Lausana vimos una victoria crucial de la diplomacia sobre la guerra. Ahora tenemos que protegerla.

 Phyllis Bennis dirige el proyecto Nuevo Internacionalismo del Institute for Policy Studies .

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article41439.htm

foto: laprensa.peru.com

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