El Archipiélago de los Chagos

Océano Índico. En 1975, la pequeña isla situada a más de dos mil kilómetros de la isla Mauricio fue vaciada definitivamente de sus habitantes. Jean-Marie Gustave Le Clézio expresa su emoción ante esta deportación orquestada por los británicos y los usamericanos desdeñando los derechos del hombre.

Un informe publicado en 1975 por el Instituto para el Desarrollo y el Progreso (Hélène Stophe) hacía aparecer el desenlace de los exiliados chagosianos en Mauricio: sobre las doscientas setenta y siete familias interrogadas, la mitad reconocía que vivía en alojamientos miserables, con un ingreso de entre diez y veinticinco rupias mensuales (aproximadamente en francos franceses de la época). El único trabajo que se les ofrecía era el de mano de obra en los muelles de Port- Louis. Los niños, en su mayoría, no estaban escolarizados.

Hoy, treinta años después, el impacto del exilio, aun si las condiciones de vida han mejorado, el sentimiento de abandono de los chagosianos sigue siendo muy fuerte. Una película reciente filmada en video por un grupo de mauricianos1 deja ver la amargura de esta gente víctima de una injusticia tan grande. Sobre su isla nativa, Diego García, la base militar de los Estados Unidos se ha instalado perdurablemente (el acuerdo inglés estipulaba una ocupación de cincuenta y cinco años, obviamente renovable). Se han construido depósitos de combustible a lo largo del atolón poniendo en peligro el equilibrio ecológic o. De la pista de vuelo han despegado los bombarderos gigantes hacia misiones en Camboya, Afganistán e Irak.

A pesar de los tratados de desnuclearización del Océano Índico, suscritos por Mauricio y por la mayoría de los países vecinos, cabe poca duda de que tarde o temprano la base de Chagos acogerá misiles con ojivas nucleares. El desarrollo de la actualidad no incita al optimismo...

El gobierno usamericano ha denegado a los exiliados el derecho de ir a poner flores sobre las tumbas de sus familias, con el pretexto de los imperativos de la seguridad en la guerra contra el terrorismo. Ya los ingleses habían negado a la población de las islas a participar en la conservación y mantenimiento del cementerio pues ello hubiese significado el reconocimiento de sus raíces.

¿Qué queda hoy de ese mundo apacible donde los habitantes de Chagos vivían día a día sabiendo conservar el frágil equilibrio de los atolones? En un reciente intento de conciliación, Inglaterra ofreció a los chagosianos la nacionalidad británica que les permitiría sin duda ir a Inglaterra a trabajar como mano de obra aunque con ciertas restricciones. Pero ¿eso puede compensar la pérdida de la patria?

Como todos los refugiados del mundo, los exiliados de Chagos no han perdido la esperanza de regresar algún día a sus islas nativas. Se puede soñar en ese día en que, a pesar de la insolencia inconsciente de las potencias militares y de la mercantilización de los gobiernos, el mundo recobrará su razón y sabra hacer justicia a los hijos de Chagos.

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