La Tercera, en su edición del sábado 18 de julio, dio a conocer un reportaje llamado “El nuevo perfil del barrabrava”, citando a unos expertos que no aclara qué experticia tienen, salvo datos como que trabajaron con FFEE de Carabineros y en el Plan Estadio Seguro durante el gobierno de Piñera. Suficiente para que el diario del holding COPESA, valide lo que estos supuestos especialistas afirman sobre los nuevos barrasbravas. Por ejemplo, la siguiente afirmación: “la edad de estos individuos no pasa de los 25 años, son anárquicos y sienten un profundo odio hacia la sociedad, hacia el orden establecido”.
A partir de esas afirmaciones el reportaje, se dedica a tratar de unir la lucha social expresada en las manifestaciones masivas contra la mercantilización de los derechos sociales, con los miembros de las barras bravas de los clubes chilenos, realizando una caracterización no sólo clasista y prejuiciosa sino completamente falsa y tendenciosa, que no busca otra cosa que criminalizar las acciones de resistencia y lucha popular. Clasificación además, que no va al fondo y ni siquiera roza la real situación que provocan las demostraciones de violencia en los estadios y en la sociedad en general.
Los que conocemos desde dentro las barras bravas, porque hemos sido parte de estas, sabemos muy bien que lo que fue un interesante fenómeno de resistencia juvenil y popular al consenso neoliberal de principios de la postdictadura, pero que hizo metamorfosis hacia lo peor en que se puede transformar una organización social masiva, un reproductor perfecto y potente de toda la ideología del modelo económico neoliberal.
El barrabrava no es anárquico, -como lo plantean en La Tercera- muchos menos anarquista ni antisistémico, o entendiendo el concepto de lo anárquico como lo mal utilizan los medios del poder, estos barras no lo son más que este capitalismo salvaje que padecemos en Chile.
El barra brava, actual es el hijo menor o el nieto del neoliberalismo chileno, por lo que ha sido penetrado por las ideas hegemónicas mucho más que sus predecesores; es sumamente jerárquico, violento con sus iguales, consumista y en general su acción no tiene reivindicación política alguna, no va a las marchas, ni construye barricadas. Es cobarde y desclasado, le molestan las marchas y las protestas, jamás peleará con la policía, es el primero en huir y si tiene que delatar lo hará. El barrabrava es una persona que trafica o delinque, siempre anda a la última moda, siempre se compra la nueva camiseta de su club y le importa un carajo si esta -que ha sido tradicionalmente amarilla-, de un día para otro los dueños de la SAD en conjunto con la marca deportiva, se la cambian por un rojo fluorescente como el del archirrival, porque se la compra igual. Y en el estadio y en grupo se siente poderoso pero no tiene más lealtad que con sí mismo y su pequeño clan. Busca desde su estructura jerarquizada, de narco a soldado, imponer de manera violenta y también a través de lo económico, su poder dentro del grupo, sabe que hay un gran negocio detrás de ser barra brava y hará lo que sea necesario para conseguirlo o mantenerlo, incluso transar con la SAD y vender las luchas contra el fútbol negocio que dan sus compañeros más concientes.
El que escribe no comulga con las prácticas anarquistas, mas sí con algunas ideas, y piensa que ojalá el funcionamiento y el actuar de las barras bravas tuvieran un componente político e ideológico, como el comunismo y/o el anarquismo, porque significaría que las acciones pacíficas y violentas de las hinchadas tendrían algún contenido político propio, de resistencia y alternativa al sistema. Contenido no sólo explicado desde el análisis político-sociológico, mucha veces paternalista y victimizador, de que son pobres jóvenes generados en una sociedad sumamente desintegradora, desigual y exclusiva. Mirada que los deja como un resultado y no como una construcción, donde se les quita el protagonismo de sus vidas, ya que estos también han tenido la opción, no económica, política ni social, pero sí ética, de elegir como actuar y contra quien actuar. Y han decidido actuar contra los suyos, contra los de su propia clase.
Muchos de estos barrasbravas, que han llegado a los liderazgos de las hinchadas, son de los peores engendros que ha generado este capitalismo, son narcotraficantes que se relacionan de tú a tú con las policías de este país, incluso los mismos políticos que hoy piden quemarlos en la hoguera los usan para pintar muros en época de elecciones y más de alguna vez les compraron con bombos, banderas o dineros para viajes. Estos personajes son los que les venden drogas a los niños y jóvenes de nuestros barrios y poblaciones y todos saben, autoridades incluidas, donde, cuando, como y a quien le venden, pero nada hacen porque les conviene. Son los que se pasean y derrapan por nuestras calles en autos último modelo enrostrándonos a los que sí trabajamos, el nivel de consumo que tienen sin tener que depender de nadie ni ser explotados -“porque según ellos, sólo los giles trahajan”-, son los que hacen caridad con los más necesitados buscando disciplinar y a la vez generar dependencia económica y lealtad, una suerte de colchón y base social para el narco. Son los que hacen demostraciones de poder, tirando fuegos artificiales -que ya no pueden usar en los estadios- celebrando cada vez que pasan la frontera o llegan a la pobla los cargamentos de la droga de mierda que seguirá pudriendo a nuestros cabros chicos azules, blancos, cruzados o rojos. Son la clásica concepción de los emprendedores que nos ha enseñado el sistema y que han visto en el estadio un mercado potencial para continuar aumentando sus micro-imperios económicos y para ello utilizarán todos los medios para mantenerlo, violencia contra violencia si es necesario. Si su negocio fuera legalizado o lograran lavar el dinero que consiguen, saldrían hasta en la Revista Capital y el Diario Financiero, contando sobre sus contactos y redes a nivel político, económico, judicial y social.
La investigación de La Tercera, es sumamente poco rigurosa, pero tendenciosa a la vez, intentan igualar la violencia de masas en la lucha social, la mayoría de las veces como autodefensa a la represión y violencia de la policial, con la violencia sin sentido, entre sectores desclasados de la clase trabajadora, que el propio modelo económico desigual en que vivimos, generan. La primera violencia, de carácter político, es una violencia que se construye, que se intenta legitimar como justa, multiplicarla y masificarla pero con un claro fin, cuestionar la sociedad actual, destruirla para transformarla. La segunda, la de los barras bravas, la que se da entre pobres en los estadios y en nuestros barrios y poblas es una violencia que conserva, que perdura el modelo, que lo anquilosa en los individuos, y esa violencia es la que más le conviene a los poderosos, por eso sus leyes y acciones son soluciones parches a un problema de fondo. La solución del Estado reprimir, la violencia la tapan con más violencia.
En fin, el objetivo es esta columna es dejar en claro que no por tener la misma camiseta buscamos los mismos objetivos, la diferencia ya parte con que hayan sectores más caros y cómodos en los estadios, y otros donde te legitimas siendo más choro y parao. Esto para quienes hacen defensas corporativas de toda acción que se hagan en nombre de los colores, y también para no comprar esos análisis truchos con que la prensa pretende igualar las acciones violentas para deslegitimarlas como formas de lucha. Y si bien es favorable y positivo para el campo popular que hayan hinchas organizados que tienen una idea política transformadora respecto a la sociedad y el fútbol, y que luchan contra la mercantilización de este, en la práctica estas ideas aún son marginales, no desde lo estético -porque en los lienzos de las barras chilenas abundan la cara del Che, las Aes anarquistas y los kultrunes-, pero sí desde lo político , porque aún no son ni somos capaces de concientizar a nuestros iguales que la pelea que hay que dar no es contra los de la camiseta archirrival, sino contra el sistema capitalista y sus poderosos, que no casualmente son los mismos empresarios que hoy tienen a nuestros clubes, antes con un rol social definido, valioso e inclusivo, completamente al servicio de sus mezquinos intereses económicos, ideológicos y políticos…la tarea y la pelea será ardua y larga, pero si o si hay que darla!