Bajo la ideología neoliberal nada que pueda generar dinero debe estar en manos del aparato público, pues todo debe ser un negocio, incluso los derechos fundamentales de ser humano. La salud no escapa a esta lógica del lucro y la privatización, las ISAPRES y las clínicas privadas son manejadas por los mismos dueños que, gracias a las “mañas” que permite nuestra ley, reciben financiamiento público gracias a los Vaucher que externalizan la responsabilidad y el dinero del fisco a prestadores externos, dinero que va directamente a los bolsillos de privados en vez de dirigirse a mejorar el sistema de salud que tantos recursos necesita y que atiende al 70% de la población. Este círculo vicioso para la salud estatal y virtuoso para el mundo capitalista, día a día empobrece más a la red asistencial pública y engorda las cuentas en el extranjero de los inversionistas privados. Así es fácil decir que cada día la atención de hospitales es peor y que es mejor el privado, cuando el diseño estructural del sistema está hecho para beneficiar al privado a costa del sistema estatal.
Como odontólogo del sistema público y presidente de la Corporación Red Odontológica Solidaria (REDOS) puedo decir con autoridad empírica que si la odontología pública estaba en las cuerdas, hoy, con este llamado “bono dental para adolescentes”, se comienza a dar fin a toda posibilidad de mejorar la atención dental pública y de profundizar la responsabilidad del Estado en materia de recuperación y mantención de la salud oral del pueblo de Chile. El presidente Piñera, neoliberal al igual que los cuatro presidentes que lo anteceden, decidió destinar $22.000.000.000 del erario público para subsidiar atenciones dentales de adolescentes en clínicas privadas y yo me pregunto ¿por qué no destinó todo ese dinero, dentro de un plan nacional de salud oral, para mejorar la atención dental en los CESFAM, consultorios y postas rurales del país? La respuesta es simple, no es negocio para nadie, y bajo la ideología imperante no se entienden conceptos como rentabilidad social.
Un presidente comprometido con el bien común y con el bienestar sanitario de su pueblo, miraría y abordaría el tema odontológico y la salud oral de la población de una manera más responsable y a largo plazo, es decir, bajo el tenor de una política de Estado. Las caries y la mayoría de las enfermedades periodontales se forman porque existen las condiciones para que se formen, es decir, el acabar con la cuestión dental no está en hacer cheques públicos para los ciudadanos como copago de atención, sino en generar hábitos saludables y una cultura preventiva en la población, lo que conllevaría en un mediano y largo plazo un ahorro para el Estado y para todas las familias de nuestro país.
Lamentablemente la lógica de la privatización y del lucro no consideran la prevención y la promoción de la salud, pues los sanos no son rentables, pero los enfermos sí. Esta decisión del gobierno de financiar las atenciones por fuera del servicio público no es más que la profundización de una ideología en la estructura del sistema sanitario que acabará provocando una mayor brecha entre los que más y los que menos tienen. Debemos poner fin al abandono del sistema público de salud que está siendo lentamente destruido intencionalmente. Nuestros impuestos deben ser utilizados para “emparejar la cancha” y no para profundizar la inequidad y la injusticia que tratamos de esconder bajo la alfombra de las cifras de la macroeconomía.