La llamada “rebelión de las bases” ha abierto un intenso debate sobre la organización docente. Simplificando, podemos constatar dos grandes posturas. Aquella que sostiene un ‘paralelismo’ que implica llamados a descolegiarse y construir una nueva organización y, de otra, aquellos que pensamos que, con todo, el Colegio de Profesores se transforma colegiándose y elevando los grados de participación.
Los datos indican que al año 2010, de 180.000 docentes a nivel nacional, el 45% se desempeña en el área municipal, el 43% en el particular subvencionado, el 11% en colegios particulares pagados y el 1,5% en corporados.
De este universo, 70.000 docentes están adscritos al Colegio; se estima que el 21% de éstos son jubilados. En las últimas elecciones, hubo una abstención del 59%. La inmensa mayoría de los colegiados se desempeña en el sector municipal.
¿Qué podemos comentar a partir de estos datos?
1. El Colegio de Profesores, con todas sus limitantes, es hoy la más grande organización nacional con la que contamos los y las docentes y una de las más relevantes del país. A partir de ello, no se deduce, que en el futuro seguirá siendo así, pero ciertamente lo será por un par de años más.
2. Siendo la mayor organización nacional, es la única con capacidad de negociación efectiva en materias de condiciones de trabajo y política educativa con el Estado. No existe otra organización que permita, a escala nacional, interlocutar con el Gobierno.
3. La base social del Colegio se encuentra en el sector público municipal. Para el sector privado, es justo indicarlo, ésta organización le es distante puesto que sus problemas inmediatos los resuelve el sindicato (cuando existe), no así las condiciones generales del ejercicio docente en donde las negociaciones del Colegio y sus conquistas trascienden el universo de los colegiados. ¿Qué nos revela esta situación? Que el proceso de la “primavera de los profesores” (rebelión de las bases) se activó desde los docentes del sector municipal. Acá encontramos el núcleo activo de la movilización. La agenda corta, con todas las críticas que pueda tener, favoreció la organización y movilización, desde el sector municipal-colegiado hacia segmentos del sector particular subvencionado.
4. De lo anterior se sigue que postular el fin del Colegio de Profesores hoy –vía descolegiatura- equivale a sepultar al único sector activo en la lucha docente que ha mostrado pruebas suficientes de resistencia en contra del neoliberalismo educativo. No podemos darnos el lujo de auto-atentar contra los sectores más conscientes que son la garantía de la continuidad y proyección de la lucha en nuestro sector.
5. Aquellos que afirman la necesidad inmediata se poner fin al Colegio y crear un sindicato nacional como órgano paralelo, hacen suyo un enfoque incompleto y mecanicista. Bajo esta racionalidad, el problema básicamente es orgánico y no político. Es decir, si cambiamos el colegio por un sindicato, los trabajadores de la educación tenemos asegurado nuestros triunfos. Es evidente que una organización sindical es el norte obvio hacia el cual debemos dirigirnos, pero su sola existencia no asegura nada. Ella es condición necesaria pero no suficiente. Hoy el problema es político-ideológico y no solo orgánico. Urge elevar los grados de conciencia, compromiso, participación, organización y formación de dirigentes honestos que se desenvuelvan en el debate político y pedagógico etc.,. Además hoy, a nivel mundial, existen experiencias concretas de grandes organizaciones sindicales absolutamente burocráticas y condescendientes con los patrones y los gobiernos neoliberales. La tarea, en consecuencia, es más ardua y larga que simplemente cambiar una organización por otra. En un sindicato nos podemos encontrar perfectamente con las mismas prácticas en las que han incurrido los dirigentes de la Nueva Mayoría y la Derecha.
6. El planteamiento de la defensa del Colegio en la coyuntura, no equivale a sostener una defensa del ‘gremialismo profesional’ de los docentes que renuncian a la perspectiva de la totalidad, es decir, que busca la organización de todos los trabajadores de la educación. Una cosa es el horizonte al cual caminar y otra, cómo hoy, a partir de las condiciones reales que tenemos, reconstruimos la organización que tenemos y la ponemos en la perspectiva estratégica que enunciamos.
7. Si pretendemos desterrar las prácticas sin decoro y poco democráticas de la actual conducción de la Nueva Mayoría, no podemos entregar nuestra organización a estos sectores en un nuevo proceso eleccionario. Es imperioso que ese 59% que se abstuvo asuma una participación real y efectiva. El problema no es solo colegiarse, sino que asumir una práctica activa y desde ahí re-construir la organización de los trabajadores de la educación del siglo XXI que, en conjunto, con un amplio movimiento popular concrete las transformaciones que nuestro país exige.
Por lo anterior, como Movimiento por la Unidad Docente,
defendemos la necesidad de transformar el Colegio de Profesores.
http://www.revistaeducacion.cl/2014/12/el-colegio-de-profesores-se-transforma-participando-y-colegiandose/