El cómic para entender la revolución de Rojava (Kurdistán Sirio)

Jose Durán Rodríguez / El Salto

El autor de cómic italiano Zerocalcare retrata con emoción, autocrítica y mucho humor sus dos viajes a Kurdistán, con especial hincapié en la situación que vive Rojava, en Siria. "Kobane calling", sin duda uno de los tebeos del año, pone los pelos de punta y obliga a reflexionar sobre la mirada occidental a lo que sucede más allá de nuestras fronteras.

Lúdica y divulgativa, la lectura de Kobane calling, cómic recién publicado por Reservoir Books, aporta mucho. Hace reír y llorar al tiempo que ofrece un material indispensable para conocer lo que está ocurriendo durante el último lustro en Rojava, la zona kurda del norte de Siria, y por qué es tan importante lo que sucede allí, “el centro de todas las contradicciones y conflictos del mundo globalizado” según se puede leer en una de sus páginas. Y se trata, no lo olvidemos, de un tebeo.

Viajar por sus viñetas quizá resulte la mejor manera de enterarse en Europa de la resistencia kurda al horror del Daesh, el juego cínico de Turquía en este territorio, o la revolucionaria experiencia de autogobierno que en las peores condiciones posibles –bajo las bombas, un embargo y el hostigamiento continuo de las milicias yihadistas y las tropas turcas– se ha desarrollado entre las diversas comunidades que allí conviven.

Kobane calling cuenta las dos visitas a Kurdistán, en 2014 y 2015, de un grupo de activistas italianos: las dificultades burocráticas para cruzar las fronteras; las expectativas ante la llegada a la ciudad de Kobane –símbolo de la derrota del Daesh– y lo que allí realmente encuentran; el aprendizaje con las guerrilleras kurdas (“lo único que nos salva es recordar el sentido de lo que nos lleva a resistir” les dice la comandante Nasrin, de las Unidades de Protección Popular de las Mujeres de Rojava, ante el cementerio de los mártires de Derik, un memorial que “vale más que mil ensayos de geopolítica”); la vida que emerge entre la muerte; y la constatación de que, antes de juzgar desde Europa, convendría conocer esas otras realidades.

Su autor, el dibujante Zerocalcare, seudónimo de Michele Rech (Arezzo, 1983), superventas en Italia, ha firmado una obra tremenda, que no rehuye el reconocimiento del miedo pasado, las contradicciones sin resolver o las certezas que se le quebraron durante los viajes.

¿Cuál es la historia que querías destacar?

Una cosa que me interesaba mucho era romper la narración de los medios occidentales, que divide a los kurdos de Siria y a los de Turquía y pone a los primeros como defensores de la democracia y a los segundos como terroristas malvados. Para mí, en cambio, era muy importante contar la continuidad cultural entre ambos.

¿Qué fue lo más difícil a la hora de trabajar en el cómic?

Lo más difícil fue encontrar el tono correcto porque yo quería que todos los lectores de mis tebeos clásicos, mis lectores clásicos, pudieran seguir la historia y no encontraran escenas que no entendiesen. Por tanto, no quería dar nada por descontado. Pero, al mismo tiempo, no quería que el tebeo se convirtiera en algo aburrido, lleno de informaciones. Encontrar ese equilibrio ha sido lo que me ha resultado más difícil.

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¿Cómo fue para ti conocer personalmente la experiencia de confederalismo democrático de Rojava?

Ha sido una experiencia muy importante para mi vida. Yo soy una persona bastante escéptica, que raramente cree en la retórica existente sobre lugares que están alejados. Pensaba que muchas de las cosas que se contaban sobre el confederalismo democrático de Rojava eran exageradas, por culpa de la fascinación exótica que ejercen los lugares lejanos.

En cambio, lo que me ha parecido muy interesante es que todo esto es cierto. No se trata de teorías elaboradas por una casta política, ni una carta de intenciones para el futuro sino que es algo que existe, vive, obviamente con todas las contradicciones de una realidad que, además, es una realidad de guerra.

¿Es tan impresionante como se ve desde fuera o aquí hacemos un discurso romántico?

No. Cuando lo ves, hay muy poco de romántico. Es algo muy concreto: hay reparto de cargos entre hombres y mujeres, hay asambleas en las calles en las que todos los pueblos, culturas y religiones están representadas, hay organizaciones de autodefensa,… Se trata de algo que puedes ver con tus propios ojos.

¿Confirmó lo que ya conocías previamente o superó tus expectativas?

Es difícil contestar porque lo que me esperaba estaba basado en mis parámetros occidentales. Hay muchas cosas que están mucho más avanzadas de lo que yo esperaba. Luego hay cosas, por ejemplo, como el derecho a la vivienda que establece la carta de Rojava, pero que, por supuesto, la casa que pueden garantizar en un territorio en guerra y que padece un embargo no podrá ser nunca la que imaginamos cuando hablamos del derecho a la vivienda. Esto es parte del contexto.

¿Sabes cómo están ahora mismo?

Sí, tenemos contacto continuo con la comunidad kurda de Roma, que, a su vez, está en contacto con la realidad de ahí porque hay personas que van y vienen continuamente. Por suerte, la mayoría de quienes conocí están bien aunque algunos han muerto en los últimos meses. La situación es cada vez más dramática. El problema allí ya no es tanto Daesh, que está bajando, sino más bien el papel que está jugando Turquía.

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Llaman la atención la ironía y la forma explícita de plasmar tus dudas, ¿es una manera de aligerar la parte más dramática de lo que cuentas?

Sí, es una manera de aligerar el relato y convertirlo en algo más accesible. También hay una razón psicológica, una cosa mía, que es que siempre tengo miedo de tomarme demasiado en serio y no quería que fuera el relato de alguien que se cree un héroe o algo por el estilo. Además, yo vengo de un barrio, Rebibbia en Roma, en el que si alguien se toma demasiado en serio, rápidamente te bajan a la tierra.

¿Qué papel debe jugar la cultura con respecto a situaciones como la que vive Kurdistán?

Creo que la creación artística no tiene el deber de la fidelidad absoluta a la realidad objetiva, como sí lo tiene el trabajo periodístico. Cuando dibujo no voy a conseguir un paisaje o un retrato tan fiel como el de una fotografía pero puedo expresar de una manera mucho más fiel las emociones que he sentido. Esto es lo que puedo devolver y creo que es lo que pueden hacer las canciones, los tebeos,…

Seguramente, es algo que ayuda a empatizar mucho con ese tipo de causas que resultan frías y alejadas. Ayuda a apasionarse por estas situaciones.

¿De qué autores de cómic te sientes más cerca?, ¿te consideras el relevo de gente como Joe Sacco o Guy Delisle?

Me siento muy cerca del blogero y dibujante francés Boulet, me inspira mucho. No hace trabajo periodístico pero utiliza un lenguaje con el que cuenta la realidad de su vida cotidiana. Ha tenido mucha influencia sobre mí y mis tebeos. Los nombres que mencionas son monstruos sagrados, evidentemente, pero me parece que hacen un trabajo mucho más periodístico que el mío.

¿Te irías a vivir a Rojava?

(Risas) No, se come muy mal y hace mucho calor.

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