El Día Mundial del Agua fue fijado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 1993. Cada 22 de marzo algún diplomático escribe algún discurso en torno al “desafios” del tema. Este año K. Matsuura, director de la Unesco escribió, entre otras buenas intenciones, que “si usamos los recursos hídricos con justicia y sabiduría, el agua también puede ser un catalizador de la paz y la cooperación internacional.”
Este mensaje dedicado a la humanidad no hace otra cosa de develar el carácter de ornamento que tienen estas instituciones cuando se trata de hablar de situaciones ya indesmentibles.
En nuestra región las empresas forestales, con sus plantaciones y con sus industrias han acabado con las fuentes de agua de comunidades enteras. Las tasas de despoblamiento en comunas campesinas, ascienden a más del 10%, como es el caso de San Rosendo. Actualmente los campesinos que dejan sus tierras, lo hacen porque su vida ya es insostenible ahí. Cuando el agua empezó a escarcear todo fue más difícil, hasta no poder más.
En la ciudad vemos que el Estado ha tenido que subsidiar a una porción importante de la población para que pueda usar o tomar agua. Es decir, después de la privatización del agua potable, el negocio se paga con la plata de los impuestos de toda la comunidad.
Todo esto pasa mientras las forestales siguen plantando pinos y eucaliptos y muchas familias terminan por venderles sus tierras a las forestales. Acá en la ciudad, de 42 denuncias a Essbio registradas por Reclamos.cl, 13 son porque hacen cobros abusivos.
Cuando las mismas empresas que comercializan el agua afirman que es vital para nuestras vidas, pareciera que es otra forma de decir que nuestra vida está hipotecada a ellas.
Las Naciones Unidas, parece que no visualizan la urgencia de nuestras comunidades y las del mundo, sometidas a las mismas injusticias.
Ya ha sido mucha injusticia para que nos sigan diciendo que las intenciones son las que valen.