Desde el pasado 7 de abril, y hasta el 12 de mayo la población de India está convocada a las urnas para elegir el próximo parlamento del gigante asiático, un complejo proceso que se realiza en nueve fases diferentes y que tendrá su culminación con el recuento final de los votos el 16 de mayo, anunciándose el mismo día el resultado. La considerada por algunos “la mayor democracia del mundo” se enfrenta, en opinión de otros a un abanico de incógnitas sobre su futuro y sobre todo sobre esa catalogación de “democracia”.
El modelo indio que tantos alaban está repleto de grietas importantes que ponen en tela de juicio el desarrollo de India en las últimas décadas. Una clase política que pierde credibilidad, ligada a una corrupción estructural y a oscuros negocios con las multinacionales; el desarrollo de una de las formas más salvajes del sistema capitalista mundial, un proceso además que incrementa las desigualdades y condena a amplísimos sectores de la población a la miseria y pobreza más severas; los avances de un chauvinismo hindú que amenaza la columna secular del país y la propia existencia de otras minorías; sin olvidar tampoco las agendas de buena parte de la clase política que descansa realmente sobre la discriminación regional, de casta o comunal; y finalmente, la diversidad de conflictos que mantienen los pueblos del noreste del país o la guerrilla maoísta contra el gobierno central y el estado indio.
La cita electoral se presenta como una pugna entre diferentes sensibilidades políticas, pero la mayoría de los analistas coinciden en señalar que esas formaciones en su mayor parte no difieren mucho en términos de políticas alternativas al actual modelo indio.
El partido hinduista BJP ( Bharatiya Janata Party), parte como favorito, y el modelo desarrollado por su candidato, Narendra Modi, en el estado de Gujarat, como su bandera electoral, mientras que el Partido del Congreso, ligado a la familia Ghandi, intentará frenar la sangría de votos que le auguran la mayor parte de las encuestas.
En esa batalla entre los “dos gigantes” intentarán asentarse otras fuerzas, como el AAP (Aam Admi Party), conocido como el partido “de la gente común” y ligado a un movimiento anticorrupción de su dirigente; o las formaciones de izquierda, centrados en mantener sus cotas de poder en los estados de Bengal, Tripura o Kerala. También buscarán, con su propia agenda en clave local, condicionar pactos con las principales formaciones una serie de partidos políticos de marcado carácter local o regional.
El BJP quiere aprovechar el tirón mediático de su candidato, que de hecho se ha convertido en el favorito de la élite empresarial del país, para cimentar su victoria. Para ello repiten una y otra vez las supuestas bondades del llamado “modelo Gurajat”, una realidad falsificada que ha sido difundida también por buena parte de los medios de comunicación occidentales.
Una mirada más detallada al sistema que ha tejido Modi y su partido en el estado indio de Gujarat permite ver la verdadera fachada de su modelo. Todo un sinfín de facilidades (créditos baratísimos, exención de impuestos, electricidad gratis, acceso regalado a tierras…) a las grandes corporaciones contrasta con el supuesto desarrollo de la mayor parte de la población.
Los datos indican que a día de hoy Gujarat es uno de los estados más corruptos de India (de hecho el propio Modi ha evitado que se constituya el puesto de Lokayukta – investigador de la corrupción; cuenta además con uno de los índices más elevados también de muertes y ataques contra activistas defensores de la libertad de información; y uno de los niveles más altos de pobreza. A ello hay que añadir los miles de desplazados (agricultores, pastores, pescadores, minorías dalias o adivasis) por parte de las multinacionales y grandes corporaciones; las tasas de suicidios ligadas a la situación económica.
Y finalmente uno de los índices de desarrollo humano más bajos del país, donde la malnutrición y la polución incontrolada son parte del citado modelo. Además, algunos observadores han denunciado lo que se considera otro mito del citado modelo, la supuesta inversión extranjera, apenas representa un 2,38%, frente al 40% de otros estados como Maharashtra. Lo que sí apuntan esas mismas fuentes es que el auge de la deuda de Gujarat puede considerarse muy peligrosa en el futuro.
Como señala un periodista indio, el modelo de Modi es el mismo de aquellos que han destrozado la economía de EEUU, y que posteriormente ha sido el desencadenante de la crisis global, “la privatización al por mayor y la desregulación, las disparidades extremas de riqueza y el endeudamiento insostenible”.
El Partido del Congreso por su parte afronta esta cita electoral en una delicada situación, y todos coinciden en señalar que el varapalo de dicha formación puede ser histórico. La formación más antigua del país, y que ha permanecido en el poder desde 2004, observa como buena parte de su electorado le ha abandonado, y algunas formaciones que formaron aliadas dudan en mantener su apoyo.
Los casos de corrupción, los continuos fracasos para llevar adelante las reformas anunciadas, frenar la inflación galopante o lograr un crecimiento económico más equitativo acabarán pasando factura al histórico partido “de la Independencia”. Esa imagen de ineficacia e ineptitud son una losa muy grande de cara a esta cita electoral.
Sus esfuerzos para vender como grandes éxitos los supuestos progresos socioeconómicos y sociales de estos diez años chocan con la realidad mencionada anteriormente. El Partido del Congreso ha venido aplicando las mismas recetas neoliberales que ahora pretende impulsar el BJP, aunque a diferencia de éste todavía retiene “algunos elementos de regulación económica y del estado de bienestar”.
El AAP puede convertirse en una de las sorpresas de estas elecciones. Este partido de reciente formación, y que centra hasta ahora buena parte de su discurso en la lucha contra la corrupción estructural del país, y que ha obtenido muy buenos resultados en las recientes elecciones municipales de Delhi, es presentado como la tercera pata del sistema político indio.
Es demasiado pronto para definir el recorrido de esta formación, pero hay que ser cautos a la hora de interpretar este fenómeno, sobre todo cuando algunos lo presentan como la alternativa “real” a los dos grandes partido; el Congreso y el BJP. Su estructura partidista y su funcionamiento todavía dejan entrever algunas dificultades que deberá afrontar a corto plazo.
La indefinición de importantes aspectos de su agenda electoral y de su programa, o la avalancha de “voluntarios” para ocupar puestos en las listas electorales condicionarán también el devenir del AAP.
Por su parte las formaciones y alianzas de izquierda institucional india, forjadas sobre todo en torno a partido Comunista de India (marxista) y el Partido Comunista de India (CPI) tiene un importante reto para mantener la bandera de un proyecto alternativo frente a las élites políticas del conjunto del país.
No obstante la defensa de sus modelos de desarrollo aplicados en Kerala o Bengal Oeste no están exentos de contradicciones, y si a ello añadimos las dificultades que en ocasiones encuentran estas formaciones a la hora de romper el cerco mediático, las posibilidades de estas formaciones generan importantes dudas. Además, como señalan algunos observadores, esta izquierda debe esforzarse a la hora de transmitir su mensaje, utilizando un lenguaje que llegue a la gente de a pie, y que les muestre las diferencias que hay, tanto en la estrategia económica y social, con las otras formaciones políticas.
Esta cita electoral nos muestra algunos mensajes. Los dos partidos principales comparten un modelo muy similar, controlado por los intereses de las grandes corporaciones y apoyados por los medios de comunicación dispuestos a ocultar la cruel realidad que se vive en India. Y todo aquél que pretenda salirse de ese guión preestablecido está condenado al ostracismo, a la persecución e incluso a la eliminación. Las esperanzas de cambio uy progreso de la mayor parte de la población difícilmente podrá asentarse en esta realidad.
Txente Rekondo. Analista Internacional