En estas últimas semanas ha quedado demostrado que con la derrota de la Concertación se ha producido el lugar adecuado para iniciar un proceso de re-politización del espacio público, proceso que era imposible llevar a cabo con esos gobiernos como consecuencia que de una u otra forma la mayoría de los chilenos habían participado en la formación de ellos.
En distintas conversaciones, lugares, circunstancias he oído de muchos de nosotros en la necesidad de fundar, crear y organizar un movimiento político-social, idea que he compartido siempre, la constitución de una nueva fuerza política-social, unida y moderna para el siglo XXI, requiere no sólo voluntad y compromiso político, sino también la adopción de principios universales que permitan la inclusión de todos aquellos que quieran sumarse a ésta, más allá de sus adhesiones partidarias, de sus procedencias o sus sistemas de creencias, donde el pluralismo debe ser una virtud, en cuanto al desarrollo de una identidad basada en el diálogo, la fraternidad, la tolerancia, el respeto, espíritu democrático y valor cívico. En el que axiomas cívicos básicos y universales, contribuirán a construir una identidad que permita articular una fuerza política-social amplia, donde se incluirían una pluralidad de espacios públicos, culturales y sociales, constituidos por una diversidad de sujetos. El objetivo es crear un nuevo movimiento político-social de izquierda, democrático y regionalista.
La interrogante es con quienes y como podemos llevar a cabo esta tarea, mi experiencia (que no es mucha) me ha llevado a percibir que una serie de instituciones rurales y urbanas han articulado una sociedad civil plural (Región de Concepción), generando diversas tradiciones políticas y culturales de carácter popular. Tenemos una masa crítica y difusa que esta constituida por organizaciones estudiantiles; grupos de la sociedad civil que se articulan por intereses comunes de carácter ecológico, programáticos, sociales, y culturales; organizaciones feministas; juntas de vecinos y centros comunitarios; prensa independiente; y organizaciones y personas que participan en movimientos laicos de distinta índole. Estos distintos grupos están marcado por las siguientes características; a) “bolsa de gatos” de grupos, fracciones, disputas, etc.; b) No hay niveles orgánicos básicos; c) predomina el más puro “ideologismo” y voluntarismo; y d) no hay una estrategia, y menos una táctica. Lo anterior, ha derivado en que en la actualidad no exista una política de unidad entre las diversas organizaciones, sí una lógica de competencia ideológica, práctica y electoral, incluso clientelar, que en definitiva contribuye a sedimentar la atomización del espacio político, social, cultural y económico al que debemos apuntar, esto tiene como consecuencias sus derrotas, en diversas dimensiones.
Pero, en el aire se huele no sólo lacrimógenas sino que esto empieza a cambiar, y de nosotros depende que el cambio sea profundo…