El fantasma de la crisis de los 80 ronda a la economía chilena

La economía chilena ha cambiado de ritmo y de tono. Ha entrado en una nueva fase, que Hacienda ha calificado de “desaceleración moderada” y que coincide con el epílogo del actual gobierno. No son pocos los economistas, operadores financieros y periodistas que se preguntan si la fase expansiva de la economía chilena, iniciada el 2010, ha sido un programa gubernamental.

La pregunta puede mantenerse por el momento. Ya llegará otro gobierno, otro hombre o mujer en Hacienda y hará sus descargos, más que sus elogios, a su antecesor. Pero no se trata, como en tantas otras ocasiones, de un simple ajuste: el panorama económico parece no solo haber ingresado en una nueva fase, sino en un período muy complejo y desconocido. Las condiciones de la economía mundial y nacional tienen elementos nuevos, sobre los que se elevan múltiples preguntas.


El caso chileno ya es suficientemente singular. Durante los últimos años -cuatro para ser más exactos- el panorama económico internacional no puede haber estado en peor pie. Desde la crisis de las subprimes en Estados Unidos a partir del 2008 los problemas se han sucedido sin descanso, alcanzando desde inicios de la década actual a la Unión Europea, hoy en plena recesión y con un récord en el desempleo, hasta llegar al gigante chino, que ha disminuido su tasa de expansión y de impulsor de la economía mundial.


Pese a este contexto, la economía chilena, que había dejado la década pasada con un leve crecimiento negativo, se las arregló para crecer una tasa superior al cinco por ciento, un guarismo muy acorde con el anuncio, que resultó una falacia por otros motivos, de alcanzar el desarrollo antes del 2020. Sebastián Piñera y su ministro Felipe Larraín nos habían prometido que Chile alcanzaría un PIB per cápita cercano a los 20 mil dólares, cifra que marca el umbral para ingresar al club de los países desarrollados. No hablaron de la distribución de esa suma, pero este aspecto no estaba en el contrato neoliberal.


Cómo logró crecer la economía chilena en esta extraña coyuntura internacional. Lo hizo sin echar mano de las decenas de tratados de libre comercio firmados por los gobiernos anteriores. La economía chilena, que se había caracterizado por su vocación exportadora, de mercados abiertos, pudo continuar ensanchando su PIB pese a la caída de las exportaciones. En poco tiempo, Chile dio un giro económico, que pasó desde la apertura exterior a la demanda interna. El crecimiento de los últimos cuatro años se ha debido a la inversión y, en especial, al consumo interno, ambas variables apuntaladas por un alto precio del cobre.


Caída de las exportaciones

Las exportaciones cayeron desde 81 mil millones de dólares el 2011 a 78 mil millones el 2012, en las del primer trimestre del 2013 se han mantenido estancadas respecto a los primeros tres meses del 2012. Las importaciones, que dan cuenta del nivel de la inversión y el consumo interno, pasaron de 40 mil millones de dólares el 2009 a 74 mil millones el 2012. La balanza comercial, que son las exportaciones menos las importaciones, pasó desde 15.600 millones el 2010 a solo 3.400 millones el 2012. Pero es en la cuenta corriente ( que registra todas las transacciones que ingresan y salen) donde se han comenzado a registrar desequilibrios. Esta pasó de un saldo positivo de 3.500 millones a uno negativo de 9.400 millones. Esto significa que ha salido más capital que el ingresado. Es aquí cuando comienza a enredarse la madeja. Porque el desequilibrio lo expresa el precio del cobre, que aun cuando se mantuvo a cifras históricamente altas durante muchos años, ha comenzado a descender.


Desde finales del año pasado el producto chileno disminuyó sensiblemente su paso. Tras crecer a tasas superiores al cinco por ciento, en febrero disminuyó a un 3,8 por ciento y en marzo cayó a 3,1 por ciento. De mantenerse esta tendencia los efectos comenzarán a sentirse en otras variables, como es la inversión, el consumo y el empleo.


Nada está asegurado para los gestores del modelo económico, levantado cual paradigma del desarrollo durante los últimos 20 o 30 años. Hoy, con manifestaciones casi diarias en las calles solo sus oficiantes y más recalcitrantes defensores podrían volver a decir que el neoliberalismo ha favorecido a los chilenos. Y tampoco afirmar que el modelo está, como tantas veces lo hemos oído, ni blindado ni reforzado. Lo cierto, es que trasunta grandes debilidades.


Es lo que dijo hace poco más de una semana el economista chileno de la Universidad de Cambridge José Manuel palma. En una entrevista al diario argentino Página 12, la que fue difundida a través de la BBC y silenciada por la prensa nacional, el académico afirmó que la economía chilena pende de un hilo muy fino: el alto precio el cobre. “Si ese hilo se corta podemos caer más hondo que en la crisis de 1982, cuando el Producto Interno Bruto (PIB) cayó el 20 por ciento entre el tercer trimestre de 1981 y 1983, el desempleo llegó al 30 por ciento y el nivel de pobreza se duplicó. Incluso si no lo hace, no veo cómo podremos sostener la actual bonanza, la cual no se ha usado en inversión sino en consumo.”


Una señal de este creciente desequilibrio es la cuenta corriente de la balanza de pagos que, según Palma, pasó de un excedente de 3,2 mil millones de dólares en 2009 (y 7,1 en el 2007) a un déficit de 9,5 mil millones de dólares en el 2012; esto es, un deterioro de casi 17 mil millones de dólares en cinco años, equivalente al 8 por ciento del PIB. “Esta economía en expansión precariamente sostenida por una bonanza temporal en el precio del cobre es el gran Caballo de Troya que Piñera generosamente le va a dejar al próximo gobierno”, dijo en la entrevista al diario argentino.


Atados al cobre

El precio del cobre ha tomado una clara tendencia descendente, aun cuando se mantiene en valores históricamente altos. Comparativamente, para hacerse una idea de los precios actuales, durante la década de los noventa el promedio no superó el dólar. Pero desde enero del 2012 a la fecha ha pasado desde 3,64 a 3,28 dólares la libra, con fuertes señales de continuar en esta tendencia. Indicadores como la contracción de la producción industrial china, además de continuar con el hundimiento del precio del cobre han comenzado a hacer tambalear los mercados de valores, el chileno incluido.


Por cierto que nada de ello es un tema para la ortodoxia neoliberal chilena. No lo han sido ni sus efectos, como el colapso ambiental provocado por la explotación indiscriminada de los recursos naturales, ni por la insostenible desigualdad en la distribución de la riqueza. Por tanto, tal como ocurre hoy en varias de las grandes economías mundiales, la estadounidense incluida, tampoco será tema las bases en las cuales se apoya actualmente el crecimiento económico.


La economía chilena, tras una década de crecimiento moderado como lo fue la pasada, y con un precio del cobre en torno a los dos dólares, gozó a partir del 2010 y 2011 de una fuerte aceleración, la que ha coincidido con el aumento explosivo en los valores internacionales del metal. Un fenómeno que se desarrolla como gran paradoja de forma simultánea a la crisis europea y al estancamiento de Estados Unidos, la que tiene como efecto directo una caída en las exportaciones chilenas.


Hay aspectos, si no extraños, sí muy peculiares en la actual coyuntura nacional. Porque el crecimiento de la economía sucede con una merma de las exportaciones. El auge de la demanda interna, que es inversión y consumo, se desarrolla en un escenario de crisis internacional, de menores exportaciones pero con un alto precio del cobre. Es éste por tanto el único factor sobre el que está sustentado el actual auge económico.


No solo el economista chileno de Cambridge observa con bastante desconfianza esta enorme dependencia de Chile del precio del metal. Un informe recién publicado del colectivo Andamios refrenda esta visión. “El significativo aumento de los precios de las materias primas ha consolidado a las ramas primario-exportadoras, dejando en evidencia el carácter rentista de estas, y acentuado su peso relativo en el total de la actividad económica. Entre los cambios más importantes operados en la estructura economía chilena está el aumento de la importancia relativa de la minería. A partir del inicio del boom de los precios del cobre, el peso de la actividad minera prácticamente se duplica, pasando del 8,9% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2003 al 16,6% en 2011”


Este boom del precio del principal mineral de exportación no deja indiferente al resto de la economía nacional. De partida, el resto de las actividades exportadores pierden importancia respecto al PIB nacional, en tanto favorece otras actividades, como la construcción y los servicios financieros. Estos cambios se explican dice Andamios, en parte “por la apreciación sostenida del peso chileno, fruto de la mayor entrada de divisas provocada por la situación del cobre, y la consecuente merma de competitividad de los de los sectores exportadores que no están insertos en el boom de los precios internacionales de las materias primas”.


Auge de la construcción, del consumo y los créditos

A partir de este fenómeno tenemos la actual situación económica chilena, en la que el sector financiero tiene un papel prioritario a través de créditos para la construcción, para la compra de viviendas y para el consumo masivo. En el sector inmobiliario es tanta la presión que se ha conformado un proceso especulativo con los precios de las viviendas y los terrenos que ha generado una burbuja inmobiliaria, la que recuerda las etapas previas a las crisis estadounidense y española.


El informe ahonda en el problema del déficit de la cuenta corriente. De continuar la actual tendencia, el déficit para el año en curso será superior a los 13 mil millones de dólares, con efectos en la capacidad de ahorro del gobierno, la que caerá desde un 25 por ciento del PIB el 2010 a un 21 por ciento el 2013.


El banco central ya ha alertado sobre este proceso. En un reciente informe advirtió que se trata de un factor de preocupación, ya que “en el pasado, gran parte de las crisis que ha vivido el país han sido precedidas por déficits elevados y persistentes en la cuenta corriente, aumento excesivo del endeudamiento y descalces cambiarios relevantes”.


Andamios, en tanto, recuerda, del mismo modo que Palma, que a comienzos de los ochenta la economía chilena enfrentó un boom del consumo que terminó con la quiebra y el rescate de la banca por parte del Estado, deuda que por lo demás aún no ha sido cancelada del todo por los bancos. “La extensión del desempleo y la pobreza entre los trabajadores marcaron la irrupción de los sectores populares en la escena política, abriendo un ciclo de ascenso en las movilizaciones y protestas contra la dictadura, que contribuyó finalmente a su salida del poder”.


Repatriación de utilidades

El creciente déficit en la cuenta corriente tiene una clara explicación: se debe a la enorme penetración de capital extranjero en la economía chilena, en especial la minería, y a su repatriación de utilidades. “No es extraña la estrecha relación entre la evolución de los precios del cobre y la de las remesas hechas desde Chile al exterior por concepto de pago a factores de producción de propiedad extranjera. Esto porque es precisamente la minería el sector que presenta históricamente el mayor aflujo de inversión foránea”.


Así es como es el cobre con su alto precio lo que explica los cuantiosos retornos de la inversión extranjera. “De este modo, fruto del modelo de desarrollo impuesto por la contrarrevolución neoliberal, lo que ayer era el sueldo de Chile hoy por hoy ha devenido ganancia-renta del capital transnacional”.


A modo de cuantificar la magnitud de las ganancias obtenidas por el capital transnacional en este período, cabe señalar que solo en el período 2003-2011 la suma total de flujos anuales por concepto de renta de la inversión extranjera (136 mil millones de dólares) supera a toda la inversión extranjera materializada entre 1974 y 2011 (82 mil millones de dólares). Estas mismas cifras expresadas en dólares de 2012 arrojan que entre 2003 y 2011 la inversión extranjera rentó 148 mil millones de dólares, mientras que los flujos de inversión materializada entre 1974 y 2011 totalizaron 107 mil millones. “En otras palabras, en solo nueve años las utilidades obtenidas por el capital extranjero alcanzan para financiar todo el plan de inversión que el mismo ha desarrollado en 38 años, y financiar entre 40 a 70 por ciento de un plan adicional de similar magnitud”.


En un periodo de menos de diez años, el capital foráneo recuperó su inversión histórica. No sólo es una clara expresión de la expoliación de las riquezas de un país, sino también del camino para conducirlo a un desastre económico.


PAUL WALDER

Publicado en Punto Final

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