Estados Unidos quiere consolidarse como productor y hasta exportador de petróleo pese a que eso pueda representar grandes daños al medio ambiente, a los pobladores de las zonas donde existen los yacimientos y hasta a las áreas más extensas de su geografía.
Se estima que este año, el gigante estadounidense producirá 9,5 millones de barriles diarios con la peligrosa técnica de fracking, proceso que según los expertos produce contaminación de la atmósfera, de las aguas subterráneas, emisiones de gases de efectos invernadero (metano), sismicidad inducida, daños acústicos e impactos al paisaje.
Parece que todos los riegos son aceptables siempre y cuando el país pueda alcanzar la auto suficiencia energética y con su alta producción disminuir las importaciones y afectar, con la actual fuerte caída de los precios del crudo, a exportadores enemigos de su sistema como Rusia, Irán y Venezuela.
La técnica del fracking consiste en extraer gas atrapado en el subsuelo para lo cual se fracturan las rocas de esquisto (pizarra), ubicadas entre 4 000 y 5 000 metros de profundidad y entre 1,5 y 3 kilómetros de longitud horizontal. Para que fluya el gas o petróleo se inyecta agua a presión, así como varios productos químicos con altos riesgos de contaminación de los acuíferos.
A través de una tubería de acero se inyecta 95 % de agua y 5 % de arena con químicos. Se requieren entre 9 000 y 29 000 metros cúbicos de agua para las operaciones de un solo pozo, lo que causa graves problemas con la sostenibilidad de los recursos hídricos en momentos que organismos internacionales indican la falta de ese líquido en muchas partes del mundo, que podría provocar guerra futuras por su control. Datos no oficiales señalan que en todo el país se han abierto más de 80 000 pozos, con una producción que declina rápidamente.
Escuchen con atención: algunas de las 260 sustancias químicas presentes en alrededor de 197 productos utilizados, son tóxicos, cancerígenos o mutagénicos que pueden contaminar el agua debido a fallos en la integridad del pozo y a la migración de contaminantes a través del subsuelo.
Asimismo, entre 20 % y 80 % del líquido inyectado para provocar la fracturación de las rocas de esquisto, retorna a la superficie y el resto permanece bajo tierra con todas las sustancias contaminantes ligadas, a las que se suman los metales pesados ya existentes en el subsuelo: hidrocarburos y elementos naturales radiactivos.
En ocasiones, las aguas residuales no son procesadas con un mínimo de seguridad antes de ser vertidas a las fuentes de abastecimientos públicos, y en otras son concentradas en estanques de poca confiabilidad que después vierten los químicos al medio ambiente.
Recordemos el caso de la compañía Texaco, (en 2001 la compró la Chevron) en la amazonía ecuatoriana que construyó sin protección numerosas piscinas para almacenar los desechos provenientes de la explotación indiscriminada de hidrocarburos y que provocaron un daño irreparable al medio ambientes, a las fuentes naturales de agua y por consiguiente a poblaciones de la provincia de Sucumbios.
La Texaco construyó más de 900 fosos de fango de petróleo, muchos del tamaño de piscinas olímpicas, sin revestir la tierra, es decir, no se colocó ningún concreto para proteger el suelo y el veneno se escurrió al agua subterránea.
Texaco derramó más de 64 340 000 de litros de petróleo crudo además de 68 130 000 litros de aguas de formación, las que brotan de la tierra con petróleo, contaminadas con hidrocarburos tóxicos.
Otro factor de destrucción ambiental que provoca el fracking, es el tráfico vehicular que se utiliza en los pozos: entre 4 300 y 6 600 viajes de camiones pesados para la limpieza, cargar maquinaria, extracción de los hidrocarburos y abastecimiento en general.
La técnica de extracción por medio de fracking ya se realiza en 17 Estados de la Unión. En Nuevo México las balsas para los desechos provenientes de las perforaciones de petróleo y gas han contaminado acuíferos en más de 400 ocasiones.
Las operaciones de extracción en Colorado han dañado cerca de 23 000 hectáreas de tierra que equivale a un tercio de la superficie de parques existentes en el Estado.
Un informe de la Institución Fracking by the Numbers asegura que en Estados Unidos, por la explotación con esa técnica, se generaron en 2012 un billón de litros de fluido tóxico suficiente para inundar a Washington DC en una laguna de siete metros de profundidad, además de 408 000 toneladas métricas de aire contaminado.
Desde 2005, cuando comenzó esa técnica a gran escala, cerca de un billón de litros de agua dulce se han utilizado; alrededor de 146 hectáreas de suelo degradadas; 100 millones de toneladas métricas de equivalente de CO2.
Otra dificultad para mantener esa producción es que requiere grandes inversiones que solo se pueden sostenerse con un precio del crudo que supere los 60 dólares por barril. O sea, con los actuales precios por debajo de 50 dólares el barril, la extracción resulta incosteable.
Por ejemplo, en los yacimientos de la Faja del Orinoco, Venezuela, unos 30 pozos pueden llegar a producir 30 000 barriles, mientras que en los proyectos de esquisto para alcanzar esta cifra se requiere explotar 1 000 pozos.
Con todos estos negativos datos podríamos preguntarnos, ¿hasta cuándo Estados Unidos continuará afectando al medio ambiente y a sus habitantes por tratar de obtener una efímera autosuficiencia petrolera? ¿En esta subrepticia guerra petrolera quién saldrá más afectado, Washington o sus enemigos productores de crudo: Rusia, Irán y Venezuela? Esperemos que florezca la sensatez.