Nada cambió mucho, la derecha sigue gobernando en alguna de sus versiones, salvo la alta abstención y un triunfo del todo extraño en Valparaíso por un proyecto de izquierda, lo demás es más de lo mismo. De todas formas, hay algunas cosas que quisiéramos destacar en función de una tesis a considerar en los años venideros: la desintegración de los partidos políticos y la desaparición de lo político.
La participación total en Chile alcanzó a menos de 4.7 millones de electores para los comicios municipales de 2016 celebrados ayer, esto es, cerca del 32% del padrón equivalente a poco más de 14.1 millones de personas. La alta abstención, en contexto de voto voluntario, revela el Chile real, un país despolitizado, como lo querían Jaime Guzmán y Pinochet y, por otra parte, un país desengañado, ese que sabe que esto es solo una representación, un imaginario del poder, puesto que este se encuentra en las asociaciones empresariales y finalmente, en los acuerdos financieros que se toman en luminosas salas de quizás qué edificio de Nueva York o Londres. Y eso, eso no se elige.
Pero antes de comenzar el análisis, debemos apartar lo ocurrido en territorios indígenas, puesto que estos procesos les son tan ajenos como complejos a su actual realidad.
La participación en el Wallmapu no es distinta a las de las comunas rurales, por ejemplo, un 57.6% en Alto Biobio y un 60.1% en Tirúa. Sin embargo, se dan excepciones, en Ercilla la participación fue de un 50.3% y en Lautaro fue solo de 35.7%, aquí se da el caso de menor participación para comunas de fuertes conflictos territoriales y que presentaron altercados el día de ayer.
En territorio mapuche se generaron cortes de rutas y la quema de un autobús, esto en clara alusión a lo improcedente que las comunidades consideran estos procesos electorales. Cabe señalar que las formas de relación política debieran pensarse bastante más, pero para ello habría que cambiar de plano el estado, cuestión que no se resuelve con sufragios necesariamente. También en relación a conflictos con comunidades indígenas, debemos agregar las tomas de colegios en Colchane y Camiña, al interior de Iquique, las comunidades aymaras demostraron así su hartazgo con el acarreo de votantes a sus comunas. Tal vez va siendo hora entender que las comunidades de pueblos originarios conciben de otra manera las formas de representación política y esta distorsión, tan propia de nuestra “democracia” les afecta con mayor fuerza, dado lo reducido de sus comunidades, pudiendo incidir todavía menos en las instituciones.
Despejado esto, vemos que pasó en el Chile electoral.
La participación fue de 4.753.747 según cifras del Servel a horas de la mañana post electoral. Nos referimos a los votos que manifestaron una opción válida (sin nulos ni blancos) sobre un universo de electores de 14.121.136 (todos los mayores de 18 años), visto esto solo el 33.66% votó, indicando la poca legitimidad de estas elecciones. Ahora bien, esto tiene que revisarse comuna a comuna y es ahí donde encontramos elementos importantes para el análisis. Definimos un cálculo que llamaremos índice de legitimidad de la elección, dado por los votos del candidato a alcalde ganador, multiplicado por 100 y dividido por el total de electores de la comuna -datos disponibles en servel.cl-
Siguiendo esa fórmula, en Concepción solo el 12.6% de los penquistas habilitados reeligieron a Álvaro Ortiz, en Talcahuano, el 9.9% de los choreros dio su voto al nuevo alcalde, por primera vez uno de derecha desde 1990. Puedes seguir haciendo este cálculo en cada caso, siguiendo la fórmula descrita, será entretenido y después podrás reírte de las celebraciones de los ganadores, en casi todos los casos del país, el índice de legitimidad es ridícula y solo aumenta en comunas rurales como por ejemplo, en Santa Juana, donde el alcalde cuenta con el respaldo del 64.2% de sus vecinos. Pero este es un caso excepcional, pues hasta en los municipios rurales apenas se llega al 50% de legitimidad.
Hasta el celebrado triunfo de la izquierda en Valparaíso está en la dinámica que expresamos, su cálculo de legitimidad es de 16.2%, y el hilarante alcalde más votado de Chile, Germán Codina de RN (delfín político del inocuo presidenciable José Manuel Ossandón), tiene un ridículo 17.9%. En fin, sigue tú en tu casa, es más entretenido que un sudoku.
En relación a otros fenómenos, fueron 53 los alcaldes electos fuera de pacto, presentados como independientes. La verdad es que en su inmensa mayoría son descolgados, esto incluyendo al corrupto alcalde de Tomé, al inefable Audito Retamal de San Pedro de la Paz, que repite y otros apoyados, fuera de partido, por figuras políticas, como Katherine Torres en Hualpén (apoyada por el diputado Campos) ganándole a la mafia Rivera, aun sustentada por el no menos corrupto PPD. Entonces, a tener cuidado, seguramente estos gobernarán con la partidocracia de la nueva mayoría, muy atados al poder de la burocracia. Es decir, de independientes nada, muy por el contrario, necesitarán aún más a los partidos, presentes en los concejos municipales.
Esto nos lleva a nuestra tesis inicial: realmente los partidos fingen pérdidas de poder. Si sumamos, por ejemplo, en nuestra provincia de Concepción, independientes más o menos, la partidocracia de la Nueva mayoría gobierna en todas las comunas, excepto en Talcahuano, donde el pinochetismo alcanzó la alcaldía. Ello nos lleva a pensar que la estructura partido se está convirtiendo en una cáscara seca, pero los mecanismos de ejercicio del poder continúan en otras formas, llámense independientes o construcción de pactos burocráticos que acabarán beneficiando a los mismos de siempre.
Dentro del grupo de alcaldes supuestamente no alineados al duopolio hay 2 alcaldes del pacto C (ecologistas) electos en el país, curiosamente en comunas de nuestra región, Bulnes y San Fabián, afectadas por conflictos socio-ambientales, lo que demuestra que los movimientos sociales pueden crear agendas, aunque los problemas que planteen sean aprovechados por algún caudillo que supo leer bien la coyuntura en su territorio o sean personas sensibles a este asunto a las cuales cobrar su programa.
Algo similar podría darse en Chiloé. Comunas como Ancud y Dalcahue, territorios donde se ha vivido un importante conflicto socio-ambiental este año, están ganando candidatos independientes a los dos bloques hegemónicos, aunque debemos tener en cuenta que provienen de ellos; es así que en los próximos días debemos estar atentos a los territorios que presentan conflictos de algún tipo para ver quiénes y cómo fueron electos, ello nos dará datos para ver cómo se componen y planifican los diversos movimientos y sectores en lucha en áreas de conflicto.
Respecto al panorama general, indicamos que hay desintegración del orden de los partidos de la Nueva Mayoría, no se prevé que puedan alinearse en los concejos municipales afectando una institucionalidad ya debilitada y ahora entrarán solo en dinámicas presidenciales, buscando evitar el peor de los mundos, que vuelva la otra derecha, la de Piñera y los saquen de los cargos que habían reconquistado con Bachelet.
Yendo a nuestro territorio, en la provincia de Concepción, gobernará la Nueva Mayoría con un bajísimo apoyo ciudadano como ya vimos, lo que realmente destaca es la abstención, cercana al 70% y que pone una lápida definitiva a la democracia protegida, para llamar de un modo elegante al actual sistema simbólico de poder, que llamamos política. Los índices de legitimidad electoral debieran hacer pensar a los proyectos de izquierda, tal vez para cambiar sus estrategias o redefinir la manera de acercarse a la acción política.
Como proyección del resultado de estas municipales, se deja servida la mesa para un triunfo de Piñera; por otra parte, el escenario es propicio para un posible apoyo de los bloques progresistas, hoy tan celebrados, hacia figuras como Ricardo Lagos o alguna que prometa detener a la derecha, pero eso funciona para la izquierda política, el pueblo llano se aleja rápidamente de los colegios en día de elecciones, proceso que parece no detenerse, ¿será hora de plantearse otras formas de acción política?
Es una cuestión clara que con tan baja participación ganan quienes logran movilizar a sus bases más comprometidas, al votar tan pocas personas se deslegitima esta forma representativa de la democracia. Cabría pensar en cambios profundos, pero ello no ocurrirá, la derecha está cómoda en este escenario y la Nueva Mayoría es una bolsa de gatos, el paso que viene es volver a discutir el voto obligatorio y ese es un zapato chino que desnudará para que están hechas las elecciones: para esconder que el poder real no está en la política, ella es solo su reflejo.