El macartismo alemán

Por Edmundo Artl, corresponsal en Berlín Mientras preparaba el desayuno hace un par de semanas, las noticias reporteaban intensivamente un gran escándalo ocurrido en la premiación del festival de cine de Berlín, la Berlinale. Durante la gala se habrían realizado no sólo comentarios “anti-israelíes” y/o “antisemitas” por parte de algunos ganadores, sino que se reportaba también que estos habían sido aplaudidos por el público. A los aplausos se sumaron algunas autoridades como la ministra federal de cultura, Claudia Roth, y el alcalde de Berlín, Kai Wegner. Ambos debieron posteriormente disculparse públicamente. Por último, reprochaban también al Instagram oficial del festival de haber subido una imagen claramente “anti-israelí” y/o “antisemita”. Los medios discutían intensamente el uso de conceptos como “apartheid” o “genocidio”. También cuánto antisemitismo/anti-israelismo contenía la ya famosa consiga “Palestina libre desde el río hasta el mar”. En Alemania es habitual enterarse primero sobre la indignación pública de las élites antes de brindarle al espectador o a la espectadora una presentación pormenorizada y destemplada de los hechos. Esta vez no fue distinto. Para hacerme una idea rigurosa de lo sucedido tuve que bucear por internet, fracasando en encontrar las declaraciones en su totalidad. En un segundo intento, logré encontrar la transmisión completa de la gala. Un video de más de dos horas. Te puede interesar | "Macartismo sionista": La cancelación y persecución a artistas que condenan el genocidio contra Palestina En éste pude ver la primera declaración clasificada como anti-israelí y/o antisemita provenía de los directores y periodistas Basel Adra y Yuval Abraham (min 46:00), ganadores del premio al mejor documental. Ambos junto a Hamdan Ballal realizaron el documental No other Land, donde se exhibe el activismo de estos directores y su colectivo contra la violenta invasión de Cisjordania por colonos y soldados israelíes. Adra, quien vive en Cisjordania y ha sufrido la colonización forzosa desde niño, instó en la gala a un "alto al fuego en la Guerra Hamas-Israel" y a un embargo armamentístico de parte de Alemania para con Tel-Aviv. Nombró, asimismo, a la muerte de miles de palestinas y palestinos en Gaza como una matanza. Por su parte, Abraham, quien es ciudadano israelí, hizo referencia a la diferencia de regímenes jurídicos en que viven ambas poblaciones en el territorio en disputa. Mientras la población palestina vive bajo la justicia militar, la población israelí vive bajo un régimen jurídico que reconoce todos sus derechos fundamentales y humanos. A esto le llamó un “apartheid”, instando a las autoridades a empujar una solución pacífica al conflicto. En días posteriores a la Gala, Abraham ha denunciado haber recibido amenazas de muerte, así como ataques a su familia por israelíes de ultraderecha. La segunda declaración provino de los directores Guillaume Cailleau y Ben Russell, quienes ganaron el premio a mejor película por el documental Direct Action. En éste,  se retrata la vida de una comunidad francesa en resistencia contra la construcción de un aeropuerto y la brutal represión sufrida a manos de la policía. En la grabación de la entrega del premio, ambos directores cuchichean después de los agradecimientos rituales. Cailleau, vestido con una tradicional Kufiya palestina sobre los hombros, tomó la palabra, señalando que estaban por la vida, contra el genocidio, por un cese al fuego y en solidaridad con todas y todos los compañeros (min 1:06:00). La tercera causa del escándalo se encuentra en una imagen publicada en el Instragram oficial de la Berlinale. Un caballo parado en dos patas con un desconocido jinete; debajo del clásico oso del festival se lee “Palestina libre desde el río hasta el mar”. Según la interpretación de la prensa y la política, esta frase sería profundamente antisemita pues significaría una Palestina desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo, cuestionando así la existencia del Estado de Israel. La historia de la frase es un poco más complicada. En una declaración oficial, el festival aclaró haber sido víctima de un hackeo. Ya con la información disponible, preparé mis argumentos para las discusiones que se vendrían. Primero, ¿estaríamos ante una imagen antisemita y/o anti-israelí? Una vía para responder a la pregunta, sería analizar la historia de la frase para decidir sí o no.  Complementariamente, también intentar descifrar la intención de quien la puso en circulación. No soy experto en la frase, menos aún un mentalista. Sin embargo, existe otra vía para responder a la pregunta. Asumamos, que la imagen es efectivamente una que busca propagar el objetivo de destruir al Estado de Israel. A todas luces, por tanto, antisemita y/o anti-israelí. Este sería, a mi gusto, un objetivo irracional. Ningún Estado con poder nuclear ha sido reemplazado por otro. Menos aún, por una resistencia armada que ni siquiera cuenta con un ejército regular amparado por un Estado, como lo es Hamas. De igual manera, considero absolutamente probable que las personas que defienden dicha frase, si se vieran ante la posibilidad real de la creación de dos Estados para solucionar el conflicto, apoyarían dicha solución. Todo lo demás cae dentro del derecho a la libertad de expresión, en especial frases absurdas o propagandísticas. Tipo “destruyamos al capitalismo” o “castremos al machismo”, aún cuando sea posible señalar que se busca el aniquilamiento físico de los burgueses o la castración de la población masculina. Esta posición la defiendo en una Alemania, donde la expresión pública de la consigna “Palestina libre desde…” está bajo amenaza política de persecución penal. Especial resquemor entre varios de mis interlocutores e interlocutoras causaba el uso del concepto “genocidio”. Al mencionar esta palabra en Alemania, se piensa automáticamente en el Holocausto. Más aún, en un contexto que involucra población judía. Es prácticamente imposible cuestionar la “singularidad” del Holocausto, en tanto evento irrepetible en la historia de la humanidad. Esta imposibilidad tiene causas muy complejas, en especial las relacionadas con uno de los mitos fundacionales de la República Federal post catástrofe nacionalsocialista, sea este la culpa colectiva por los crímenes cometidos contra la humanidad. “Ser alemán” es “ser culpable”. De esta manera, la enorme mayoría de la población alemana considera una afrenta comparar lo ocurrido en Gaza con Auschwitz. Esta reacción, habitualmente más emocional que racional, se expresa de las más diversas maneras. Desde el discutir todas las posibles definiciones de genocidio para señalar que no describen en lo que ocurre hoy en Gaza, hasta desdeñar la acusación como mera propaganda de Hamas y sus aliados. Mi posición fue la siguiente: “Dejemos de lado la definición de lo ocurrido centrándonos en el fenómeno”. Cómo llamarle al bloqueo absoluto de los bienes vitales a una población civil. Cómo llamarle al asesinato de civiles, en su mayoría mujeres y niños, en una escala que supera actualmente veinte veces la masacre perpetrada por Hamas. Una escala tan aterradora que supera casi en un cien por ciento las muertes civiles de la guerra ruso-ucraniana. Cómo llamarle al objetivo de un gobierno, sea este la aniquilación total de su enemigo, cuando eso sólo es posible con la aniquilación completa de la población o una limpieza étnica. Si no es “genocidio”, qué palabra describen estos incontestables hechos. ¿Es acaso una mera matanza? ¿Una crisis humanitaria? La misma estrategia puse en práctica con la discusión sobre si existe un “apartheid” en Israel. Cómo llamarle a un Estado que divide los derechos de su población en términos étnicos, aplicando unilateralmente el derecho militar a unos y los principios del Estado de derecho a otros. La conversación giró rápidamente desde la catalogación de expresiones, es decir si estas eran antisemitas o no, hacía una sobre los hechos. Tres conclusiones pueden derivarse de estas cotidianas experiencias de un extranjero que discute en alemán con alemanes. La primera es la incapacidad de las elites alemanas de poner en práctica las mismas virtudes de la vieja democracia liberal que dicen defender. No existe un debate sobre problemas complejos, en el cual haya soluciones absolutas. Las soluciones son siempre incompletas y precarias.  Se alcanzan a través del debate informado y honesto. Siempre aceptando el poder estar equivocado. Más aún: aplicando un principio de caridad, en el cual se debe siempre, no desformar las argumentaciones contrarias, sino tomar su mejor versión. En los tiempos que corren esto es una tarea dificilísima. En segundo lugar, se traiciona el mismo compromiso de amistad que se dice honrar con el Estado de Israel y con la población judía. La amistad involucra ejercer influencia sobre el amigo o la amiga, cuando este hace daño a otras personas o a sí mismo.  Aún cuando esto signifique una enemistad. Es por eso que la amistad verdadera tiene algo de hermandad. Alemania, al no establecer acciones concretas para detener la guerra, no está honrando la amistad que dice sostener. Una amistad que se define, desde el gobierno de Angela Merkel, como una parte de la razón de Estado. La política actual del gobierno de Israel va en contra de su propio bienestar e interés. Sigue efectivamente los objetivos de Hamas, es decir, destruir sostenidamente la reputación de Israel y sus aliados, situando nuevamente el conflicto en la agenda mundial. Todo esto, en el contexto de una convulsionada sociedad israelí, la cual posee un gobierno de una extrema derecha religiosa. “Israel pelea en estos momentos por su alma como nación” al decir del historiador Yuval Noah Harari. En tercer lugar, en Alemania se ha perdido absolutamente de vista un objetivo que todo Estado democrático de derecho debe perseguir: la convivencia pacífica y fructífera entre los diferentes colectivos que componen la sociedad. Especialmente, cuando dichos colectivos están atravesados por profundas diferencias étnico-culturales. Parece ridículo, pero la elite alemana no toma en consideración alguna que la población judía en Alemania suma alrededor de 200.000 mil personas, mientras la población musulmana suma alrededor de 5,6 millones. Si un extraterrestre pisara Berlín, probablemente se preguntaría si esas 200.000 mil personas y sus organizaciones poseen un tipo de ciudadanía especial que los protege de la legítima crítica, cuando la discusión ronda alrededor de un Estado que los dice representar. Esto aún, cuando ellas y ellos no sean ciudadanos de él. Finalmente, ¿qué pasa con las decenas de miles de ciudadanas y ciudadanos israelíes que se oponen a la política de guerra del actual gobierno de Netanyahu? ¿dónde se ven representados públicamente en Alemania? ¿dónde se discute el hostigamiento a los opositores al actual gobierno israelí? ¿Dónde encuentran lugar posiciones cómo la de Abraham y Adra? Por el momento parece que solamente en la condena, generalización y penalización. Ojalá las muy alicaídas fuerzas de la izquierda alemana puedan hacer algo en contra de este Macartismo alemán. Algo que dudo.
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