Esta semana que pasó estuve en Quito, Ecuador, participando de la reunión del Comité Directivo de CLACSO, y de un conjunto de iniciativas académicas desarrolladas en simultáneo, todas relativas a la crisis de la economía mundial, el impacto en la región latinoamericana y caribeña y por supuesto los planteamientos alternativos. Las actividades se realizaron en la Universidad Andina Simón Bolívar, ámbito de concentración en estos días del debate en torno al pensamiento crítico y los desafíos para la región en las Jornadas Clacso sobre Filosofía Política e integración regional: crisis y migraciones; integración; ciudadanía y políticas públicas; desigualdad, derechos humanos y democracia. Se destacó un encuentro organizado por la Fundación Rosa Luxemburgo de Alemania, que se concentró en debatir bajo el rótulo “Democracia, Participación y Socialismo” la situación en Venezuela, Bolivia y Ecuador, los países en el que todos coinciden se procesa la experiencia más importante de cambio político regional y quizá, mundial. Claro que en la cuestión económica es donde aparece el mayor retraso relativo al cambio.
La cuestión de la Economía
Es coincidente el avance en esos países y otros de la región en materia de innovación política, especialmente reflejado en las reformas constitucionales de esos tres países, principalmente de Bolivia y Ecuador, los más audaces al momento de avanzar en un nuevo constitucionalismo que incluye la categoría del “buen vivir” y a la naturaleza como sujeto de derecho, en un momento de exacerbado extractivismo de recursos naturales que hace funcional a Latinoamérica a las necesidades del desarrollo capitalista contemporáneo. Se reitera así el papel de la región en la división internacional del trabajo desde la acumulación originaria del capital.
Ahí está la clave de una gran discusión. ¿Qué modelo productivo deben asumir nuestros países? No solo se discute el petróleo, sino la soja, el cobre, la minería, el agua, la biodiversidad. El debate es qué producir y para quién, ya que los datos generalizados aluden a una creciente producción primaria exportadora. Los países están produciendo para el mercado mundial y no para privilegiar una demanda alimentaria o energética para la propia región y la satisfacción de las necesidades de los sectores de menores ingresos.
En todos los países se acudió a políticas sociales compensadoras, que cumplen el papel de paliativos de las miserias derivadas del desempleo, la pobreza y la indigencia. Con distintos nombres e impacto cada país organiza programas, generalmente focalizados, aún beneficiando a una importante cantidad de personas, sin resolver la universalidad de beneficios sociales. Es la novedad de la década y la diferencia con los 80´ y 90´, singularmente en los países con gobiernos críticos al ideario y política hegemónica de los años previos. Es un sesgo distintivo con el sempiterno ajuste que renuevan los organismos financieros internacionales ante la crisis en Europa.
El tema de fondo (más allá de las políticas sociales) y lo que se discute es el mantenimiento del modelo extractivo para la exportación, que además, profundiza la dependencia con los insumos provistos por las transnacionales que definen el rumbo de la economía mundial. La política social compensa pero no resuelve, siendo el desafío la transformación de la organización económica al interior de los países y su articulación integrada para resolver soberanía alimentaria, energética o financiera. En este último aspecto vale mencionar que el Parlamento de Ecuador aprobó esta semana su pertenencia al Banco del Sur (en los marcos institucionales que definieron las últimas cumbres y que requieren aprobaciones parlamentarias de sus integrantes) y al Sistema Único de Cambio Regional, el S.U.C.RE, que apunta a constituirse en moneda regional. Es una audaz iniciativa que se toma en plena crisis de las principales monedas globales y que integra el paquete de la nueva arquitectura financiera mundial aportada desde América Latina y el Caribe.
La necesaria discusión en Argentina
Para la Argentina resultan interesantes estas discusiones, especialmente por el retorno del crecimiento económico (puede oscilar en torno del 6% para el 2010, contra el escaso 0,9% reconocido en la estadística oficial para el 2009); la recaudación fiscal récord, de 10.000 millones de dólares durante el mes de mayo pasado; y el abultado nivel de reservas internacionales (48.981 millones de dólares al 28/05/10 según informa el BCRA en su sitio en internet), aún destinando parte a la cancelación de deuda pública en lo que va del año.
El debate es la calidad del crecimiento, que para el caso argentino es la previsión de un nuevo récord en la producción y venta de automotores, que se estima para el año en 700.000 unidades. ¿Es el transporte individual el que debe privilegiar un modelo de desarrollo en la Argentina? ¿Qué proyecto existe para la promoción del transporte público, por tierra, agua y aire? Pero el crecimiento también se manifiesta en la construcción, en general como inversión de activos líquidos excedentes y con destino a sectores de elevada capacidad de consumo, mientras espera solución la crisis habitacional por insuficiencia de ingresos de los afectados, o por ausencia de crédito en condiciones adecuadas. El crecimiento renueva problemas estructurales tales como la provisión de energía y su correlato en cortes de electricidad, dificultades en el abastecimiento de gas, o la suba de importaciones de bienes intermedios y de capital para la producción en ascenso.
Son en rigor temas postergados. La conclusión que extraigo de importantes debates en el mundo y en la región, útiles para nuestra realidad nacional y regional, es que está bien compensar las falencias sociales derivadas del desarrollo capitalista, pero que necesitamos discutir al sistema y su modelo de producción, especialmente en tiempos de crisis y cuando el poder mundial no tiene más recetas que el ajuste y la profundización de la liberalización. Es lo que surge del encuentro de ministros del G20 esta semana en Corea del Sur, reunión preparatoria de la Cumbre presidencial en Toronto a fin de mes, y que nada presagia conclusiones alternativas y favorables a los pueblos. Es que lo alternativo es la novedad que se procesa por estos lares, y eso requiere creatividad en la dinámica popular en lucha contra el poder, y desafío intelectual para el pensamiento crítico, emancipador, en la perspectiva del orden capitalista en crisis y su superación.
Eso nos lleva al interrogante sobre el orden pos crisis y sus posibilidades de renovación exacerbada de la explotación de la fuerza de trabajo y de los recursos naturales; o de nuevos rumbos pos neoliberales y más precisamente pos capitalistas.
Julio Gambina es Profesor Titular de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, UNR. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Miembro del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.