Casi catorce años después del éxito de la película ‘Avatar’ (2009) llega esta semana a los cines una nueva entrega en lo que promete ser un éxito de taquillas por su expectación entre distintos públicos interesados por el camino que tomara la historia en sus siguientes sagas. El tiempo sin embargo no ha transcurrido en vano, la película hoy convertida en un clásico de las mega producciones ha enfrentado juicios por derechos de propiedad, críticas a sus personajes y constantes preguntas relativas al origen de su trama como de los conflictos expresados en ella.
Por Jorge Acuña
Una de las versiones sobre la fuente que inspira esta historia más extendida es la donde supuestamente James Cameron, director de la obra audiovisual, se inspiró del libro “El Nombre del Mundo es Bosque” (1976) de la famosa escritora norteamericana Ursula K Le Guin, texto que retrata un planeta colonizado por seres humanos quienes deforestan y esclavizan la población local que posee características antropomórficas y socioculturales más menos similares a las nuestras aunque no en la línea del progreso ni civilizatoria que acá en la tierra se promueven.
Ambas narrativas, la del cine y la de la literatura, nos ofrecen una versión incomoda de la humanidad en donde ya abandonado nuestro mundo como proyecto de vida y en consecuencia acabado con la mayoría de sus recursos con fines de explotación quedan otros lugares o planetas en donde la diversidad ambiental aún existe, junto a ella también otras especies inteligentes que se asemejen a nuestra especie pero diferente en sensibilidad y cultura, aun así nuestra misma ‘naturaleza’ -la humana- nos lleva como destino inexorable a someterles bajo las propias concepciones e intereses particulares, contando por supuesto excepciones retratadas en personajes de nobles militares y científicos apasionados movilizados por la empatía representados estos últimos por una bióloga/botánica en la pantalla grande y por un antropólogo en las hojas de papel.
Pese a que el sinfín de paralelismos entre las historias expresadas en Avatar y El Nombre del Mundo es Bosque invitan a sospechar que la película es una versión hollywoodense del libro ganador del premio Hugo esto no parece cierto, principalmente por el hecho que los momentos retratados existen, sucedieron pudiéramos decir cuando una parte del mundo colonizó todas las demás (precisamente por recursos) atribuyendo categorías infrahumanas e infantilizadas a las poblaciones que allí hacían su vida, atributos asignados que todavía persisten en varios imaginarios colectivos. Es decir, retratar nuestra situación colonial y expresarlas en mundos fantásticos no es necesariamente plagio.
En general esta clase de tópicos promueven una de las reflexiones más extendidas de esta forma de interpretar el mundo y a nosotros en la cual nuestra naturaleza, la esencia que nos conforma, el irremediable modo en que nos comportamos trae destrucción, barbarie y egolatría lo que es directamente proporcional a fenómenos como sequía, guerra y devastación.
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Cada quien podrá optar por que alternativa escoger, pero lo cierto es que en ambas se nos plantean interesantes conflictos para reflexionar sobre el planeta y nuestro rol en él como lo son el papel de la ciencia en tanto herramienta auxiliar para la sobreexplotación de recursos, el poder de las compañías que extraen materias primas y los peligros del creciente militarismo al servicio de mega transnacionales (que para la ciencia ficción llegan inclusive a otros planetas) y por último el uso de la violencia también como forma de defensa y autopreservación de la vida.
“ Pero aun un alma poco misionera, a menos que pretenda no tener sentimientos, se ve a veces obligada a elegir entre comisión y omisión. El "¿Qué están haciendo?" se convierte de pronto en un "¿Qué estamos haciendo?", y acto seguido en un "¿Qué debo hacer?" ” (Ursula K Le Guin “El Nombre del Mundo es Bosque”)
Desconociendo aún cuales destinos tomará ‘Avatar 2 El Sentido del Agua’ y las próximas secuelas ya comprometidas sí valoramos el rol de la imaginación a favor de representaciones que nos fuercen a cuestionar el estado actual de cosas, lo único permanente de la naturaleza es el cambio y eso también puede significar que “nuestra naturaleza” puede no ser necesariamente las versiones ofrecidas acá, al menos imaginarlo nos da un sentido de realización que puede eventualmente cumplirse para así poder seguir llamando a nuestro mundo un bosque.