Escrito por Nafeez Ahmed / Middle East Eye Traducción del inglés para rebelión.org por Carlos Riba García.
Fotografía: Un soldado estadounidense hace guardia junto a un pozo petrolero en llamas en el campo petrolífero Rumaila, Irak. 2 April 2003. Fuente: Wikipedia.
Las fuentes de energía siempre han tenido un papel en los conflictos bélicos; los expertos militares estiman que la geopolítica de la energía, la tierra y el agua es cada día más importante para quienes gobiernan –o arruinan– el planeta.
Dos documentos de investigación publicados en los últimos meses por el Ejército de Estados Unidos revelan con sorprendente franqueza el pensamiento más reciente del establishment militar. La investigación no solo da crédito a las advertencias medioambientales, también confirma las preocupaciones acerca de que la escasez de recursos que se avecina podría desestabilizar la economía mundial. Veredicto de escasez En junio, el Ejército de Estados Unidos publicó su informe para el departamento de Estado; en él se delinea la nueva estrategia de seguridad energética. Las operaciones futuras del Ejército de Estados Unidos, dice el informe, estarán relacionadas con “la creciente urbanización, el aumento de la población, el desempleo de los adultos jóvenes y una clase media en crecimiento que derivará hacia una competición por los recursos”. El informe también destaca “el cambio climático, la rápida proliferación tecnológica y los cambios en los centros de actividad económica” como las fuerzas mayores del cambio: “las restricciones en los recursos globales también debilitarán la integridad de la cadena de suministros del Ejército... Ya no podemos suponer un acceso sin impedimento a la energía, el agua, la tierra y otros recursos necesarios para adiestrar, sostener y desplegar una fuerza militar capaz de responder en todo el mundo”. Por consiguiente, el informe plantea un proyecto en el que se establece la forma en que el Ejército de Estados Unidos piensa mantener su eficacia operativa, basada en la minimización de la huella relacionada con los recursos, la maximización de la eficiencia, como también el asegurarse los recursos críticos para las cadenas globales de suministro militar. Sostenibilidad y seguridad nacional Muchos de los cambios propuestos recurren a las últimas investigaciones científicas sobre sostenibilidad medioambiental. El proyecto llama a integrar las “consideraciones sobre los recursos y el coste de la gestión” en el centro de los procesos de toma de decisiones del Ejército de Estados Unidos, entre ellos los “costos de todo el ciclo vital” e incluso la “administración mejorada de los recursos”. Procesos de negocios, estrategias de adquisiciones, gestión de las tecnologías e incluso la misma conducción de las operaciones militares; todo será rediseñado para incorporar los nuevos conceptos de “resiliencia” y “sostenibilidad”. Mientras el sector corporativo y el privado son a menudo criticados por la utilización de conceptos como si fueran palabras de moda de las relaciones públicas pero que no se aplican en su totalidad, la nueva estrategia del Ejército de Estados Unidos es inusualmente diferente. El informe para el Pentágono muestra que el Ejército de Estados Unidos no ve que la “administración de los recursos” sea una liviandad de esos hippies que abrazan los árboles y quieren salvar el planeta sino un imperativo fundamental de la seguridad nacional. Para que las fuerzas armadas de Estados Unidos mantengan su capacidad en el futuro deben estar preparadas para hacer frente a la nueva era de escasez de los recursos con duro realismo. El resultado reivindica a los científicos y activistas que instan a los gobiernos a que reduzcan la dependencia de las fuentes de energía tradicionales y mejoren nuestra capacidad de administrar el acceso al agua y la tierra. El futuro es verde Buena parte de la visión [del informe] bien podría formar parte de un manual de Greenpeace. Por ejemplo: “El ejército puede utilizar la energía con más eficiencia comprando productos que ahorren energía, modernizando edificios y sistemas, adquiriendo vehículos energéticamente eficientes y utilizando más fuentes renovables/alternativas de energía. Podemos usar más eficientemente el agua comprando productos más eficientes, ajustando la calidad del agua que se emplee, maximizando las posibilidades de reutilización del agua e incrementando la recarga de agua. El ejército incorporará un Programa de Alcance Sostenible, planes de gestión integrada de recursos naturales y planes maestros de propiedad de la tierra para optimizar los requisitos de uso de la tierra, al mismo tiempo que se protegerán los recursos naturales y culturales confiados a nuestro cuidado. Además, el ejército puede apoyar la sostenibilidad de los recursos empleando materiales de construcción o productos provenientes o manufacturados dentro de la región”. Las lecciones para unas tecnologías de producción, transporte, infraestructura, etc. de combustibles fósiles propias de la era industrial son claras y concisas. El origen de muchas tecnologías ampliamente utilizadas hoy está relacionado con restringidos propósitos militares. La decisión del Ejército de Estados Unidos de ser la punta de lanza de una rápida transición a la energía, la tierra y los sistemas hídricos sostenibles suena como un toque de difuntos para la antigua era de los sistemas industriales. Intereses de Estados Unidos; protegerlos de las perturbaciones El plan no es perfecto. La idea que el Ejército de Estados Unidos tiene del concepto de “resiliencia” –la capacidad de anticiparse, prepararse para, resistir a y adaptarse a las “perturbaciones tanto las naturales como las producidas por la acción humana” y de “recuperarse rápidamente” de sus efectos– está basada en el supuesto incuestionable de que el capitalismo global dominado por Estados Unidos debe ser protegido. La noción de resiliencia [que se maneja] no tiene nada que ver con la transformación de un sistema que crea desórdenes con el aumento de la capacidad del poder militar estadounidense de resistir perturbaciones que afecten al capitalismo de modo que el sistema continúe funcionando: “La resiliencia es esencial para un ejército capaz de responder positivamente y para la eficiencia de una red de instalaciones y capacidades tanto en el interior de Estados Unidos como en el extranjero que proteja nuestros intereses y los de nuestros aliados”. El ejército debe llegar a ser eficiente respecto de los recursos de modo que puedan tener continuidad “los intereses de Estados Unidos” ligados a la explotación de los recursos allí donde sea. No es sorprendente que esta posición determine que el ejército solo puede planificar dentro del marco de las directivas del Pentágono. Guerras por la energía El imperativo de proteger la continuidad de los negocios está reflejado en un informe aparte publicado por el instituto para la geoestrategia y la investigación de la seguridad nacional del Ejército de Estados Unidos. Ese informe, New Realities: Energy Security in the 2010s and Implications for the US Military (Nuevas realidades: energía para la seguridad en la segunda década del siglo XXI y sus implicaciones para las Fuerzas Armadas de Estados Unidos), prevé 100 años de ásperos conflictos en el suministro mundial de la energía debido a los dramáticos cambios en la producción y el consumo de la energía en regiones clave del planeta. Publicado a principios de este año, el informe es una compilación de documentos del Instituto de estudios estratégicos del congreso sobre energía y seguridad de la Escuela de Guerra (SSI, por sus siglas en inglés) del Ejército de Estados Unidos. El compilador es John R. Deni, ex consejero político y planificador estratégico de los comandos de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Europa. Normalmente, profesor e investigador en temas de seguridad en el SSI, Deni trabajó también como consultor en seguridad nacional para los departamentos de Energía, Defensa y Estado. El punto de vista del informe de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos es que el panorama global de la energía está sufriendo una importante transformación debido a la revolución de los combustible no convencionales en Estados Unidos, la declinación del poder de los productores de crudo y gas de Oriente Medio, el aumento de la demanda de China, India y los “países en desarrollo”, como también la mala administración rusa de sus planes de producción de energía. También advierte específicamente de que los intereses estadounidenses relacionados con la energía –entre ellos la necesidad de regular el suministro mundial de petróleo y el sistema de fijación de precios anejo– pueden conducir a un aumento de las intervenciones militares de Estados Unidos en Oriente Medio y África, especialmente en el contexto de proliferación de emergencias inducidas por el cambio climático: “La evolución de los intereses nacionales de Estados Unidos relacionados con la energía puede configurar el grado en el que las fuerzas armadas de Estados Unidos se vean implicadas en crisis políticas o humanitarias en esas regiones. El control estricto de los suministros de energía puede alterar radicalmente el modo en que EEUU ejerza la fuerza militar en una contingencia”. Los informes publicados por el SSI del Ejército de Estados Unidos no representan “necesariamente” la política oficial del gobierno estadounidense. Pero, efectivamente, el gobierno “utiliza análisis independientes para llevar adelante estudios estratégicos que elaboren recomendaciones políticas” relevantes para el Ejército, el departamento de Estado y la más vasta comunidad de la seguridad nacional” y particularmente “en apoyo de la participación del Ejército en la formulación de la política de la seguridad nacional”. Los combustibles fósiles están aquí para quedarse En el informe del SSI aparecen importantes tensiones con la estrategia de la seguridad energética propuesta por el Ejército de Estados Unidos. Un documento redactado por Karen Smith-Stegan, profesora de Energías Renovables y políticas Medioambientales de la Universidad Jacobs, de Brener, Alemania, advierte de que existen riesgos importantes en una estrategia energética centrada en las renovables, debido principalmente al monopolio chino de los minerales raros imprescindibles para la fabricación de paneles solares, turbinas eólicas, vehículos eléctricos y baterías. Sin embargo, el informe sí toma nota de los esfuerzos realizados actualmente por el Ejército de Estados Unidos y el Pentágono para aumentar su resiliencia y eficiencia, y reducir al mismo tiempo el uso militar de energía y la huella en los recursos. Pero todo esto sucede contra el telón de fondo de la protección de los intereses estadounidenses en un sistema global que –supone el informe– continuará siendo, en el futuro inmediato, extremadamente dependiente de los combustibles fósiles. “La creciente demanda de China, India y los países en desarrollo puede ser la causa de que los precios [de los combustibles] se mantengan porfiadamente altos; esto, a su vez, incrementaría el costo de las operaciones militares con uso intensivo de combustible en entornos remotos y poco propicios”, advierte el informe. El informe no solo pronostica la continuación sino la intensificación de una economía global totalmente dependiente de los combustibles fósiles. Las necesidades [energéticas] de los países más pobres y en desarrollo serán mayormente satisfechas mediante el uso de combustibles fósiles, “exacerbando el cambio climático inducido por la actividad humana e intensificando las consecuencias de los desastres naturales. Además, según se expande exponencialmente la producción de combustibles fósiles en el hemisferio occidental, se producirá el correspondiente aumento de los movimientos en el mundo contrarios a su utilización”. La cada vez mayor vulnerabilidad al terrorismo y los desastres naturales será acompañada de la “más tradicional pugna entre estados por el cada vez más limitado recurso de los combustibles fósiles”, sobre todo entre los países más pobres. La expansión militar hacia el Este En algunas zonas, la declinante producción de petróleo podría reducir el compromiso regional de Estados Unidos: “La disminución de la producción de petróleo en el África subsahariana, junto con el notable descenso de esos mismos recursos energéticos en el conjunto de las importaciones de Estados Unidos, puede limitar mucho el interés de EEUU en esa región al mismo tiempo que aumentaría el riesgo de inestabilidad social y política en África debido a la reducción de los beneficios estatales”. Sin embargo, en líneas generales, la continuada centralidad del petróleo en la economía mundial acude en apoyo de la necesidad de un activo poder militar estadounidense. En su contribución, Michael Klare, profesor de Paz y Seguridad Mundial en el Colegio Hampshire, pone de relieve el papel de vanguardia en las rutas de tránsito del petróleo que Estados Unidos se ha adjudicado. Los mayores flujos del crudo “se mueven desde zonas en perpetuo conflicto del norte de África y Oriente Medio hacia Europa y el este de Asia pasando frecuentemente por puntos de ‘estrangulamiento’ que suelen tener un poderoso atractivo para insurgentes, terroristas y piratas”. Es por esto que, a pesar de la revolución de los combustibles no convencionales de Estados Unidos, hay una continua necesidad de que las fuerzas armadas estadounidenses vigilen estas regiones críticas para mantener la seguridad mundial en beneficio del capitalismo. Según palabras del propio Klare, “la estabilidad de la economía global descansa en gran parte en el flujo ininterrumpido de los cargamentos marítimos de petróleo desde el golfo [Pérsico]. El capítulo de Klare proporciona una historia franca de la evolución del expansionismo militar estadounidense en función de la diversificación y protección del acceso a los suministros globales de combustibles. Las investigaciones destinadas a encontrar nuevas fuentes de energía han llevado a que las operaciones militares estadounidenses se hayan expandido mucho más allá de Oriente Medio, hacia regiones como el Cáucaso, el mar Caspio y el oeste de África. El informe advierte de que a medida que la demanda mundial de energía se traslade cada vez más hacia el Este hay un riesgo cada vez mayor de choque entre Estados Unidos y China debido a la determinación que ambos países tienen de aumentar sus respectivas capacidades de defensa de sus rutas marítimas donde navegan los buques tanque: el océano Índico, el mar Septentrional de China y el Pacífico occidental. Como consecuencia del agotamiento de los antiguos yacimientos de petróleo barato se está recurriendo cada vez más a los combustibles no convencionales –más caros– extraídos gracias a las nuevas tecnologías [fracking]; esto amenaza claramente a entornos medioambientales como el Ártico: “A medida que las reservas en las zonas de producción más antiguas empiezan a agotarse –una consecuencia normal de la intensa producción de petróleo de la que hemos sido testigos en los años transcurridos desde la segunda Guerra Mundial– las empresas petroleras se ven forzadas a confiar en yacimientos cada vez más lejanos y de aprovechamiento más difícil”. El problema de las democracias nacionalistas En otro lugar, el informe recomienda un intervencionismo mucho más marcado en América latina, que es descrita como “potencialmente rica en petróleo y gas no convencionales, como también en energías renovables. Estos recursos pueden alimentar el crecimiento nacional [de Estados Unidos]” y al mismo tiempo compensar la declinante importancia del petróleo de Oriente Medio. Según el profesor David Mares, especialista en energía latinoamericana del Instituto de Políticas Públicas James Baker III, los países más favorables para los intereses de Estados Unidos son Colombia y Perú, ya que ambos “alientan la exploración y la producción”. No obstante, renuncia a explicar que la apertura de ambos países a la inversión extranjera ha sido permitida por una extensiva intervención militar estadounidense que ha implicado enormes violaciones a los derechos humanos. Por el contrario, Mares señala a Venezuela, Brasil, Argentina y México por “obstaculizar significativamente” las inversiones en petróleo y su producción. Esas democracias deben ser “trabajadas” hasta que adopten posiciones políticas favorables a los intereses de Estados Unidos: “El desafío esencial para que América latina se encuentre con su potencial hidrocarburífero es elaborar alianzas políticas en cada país que vean el beneficio de ofrecer incentivos al inversor extranjero para que aporte el capital, la tecnología y el conocimiento que hagan falta en la región. Históricamente, las democracias de América latina no tienen registros espectaculares en brindar esos incentivos cuando perciben que tienen un activo que otros desean”. La observación es reveladora, dada la insinuación de que Estados Unidos considera que su misión es oponerse a las democracias del continente si insisten demasiado en el “nacionalismo de los recursos” mediante la resistencia a las corporaciones extranjeras. Mares lamenta el hecho de que ese tozudo nacionalismo democrático en la región impediría la deseada “bonanza para América latina y un corrimiento del centro geopolítico de la energía en dirección al Hemisferio Occidental”. Renacer del imperio petrolero Ese corrimiento hacia el Oeste, según Robert Manning, ex funcionario del departamento de Estado –su cargo más reciente en la administración Obama fue el de estratega principal en la oficina del director nacional de inteligencia (DNI, por sus siglas en inglés)– ha sido impulsado por la revolución de los combustibles no convencionales en Estados Unidos. Manning, junto con los principales colaboradores en la redacción del informe del SSI del ejército de Estados Unidos, está de acuerdo con que los combustibles shale contribuirán al renacer de la economía estadounidense en la tercera década del siglo XXI y al mismo tiempo podrá librarse de la inmediata dependencia de los combustibles convencionales extraídos en regiones inestables [del planeta]. Por supuesto, el reconocimiento –por parte del ejército de Estados Unidos– de la urgencia de una transición a un utilización más resiliente y sostenible de la energía, la tierra y el agua es algo alentador. Muestra que las preocupaciones medioambientales no son un territorio exclusivo de los activistas verdes sino que son cada vez más reconocidas por los más altos niveles del poder militar. Sin embargo el contexto geopolítico de la nueva estrategia energética del ejército de Estados Unidos pone de relieve la crónica cortedad de miras de los planificadores militares; en última instancia, la estrategia de sostenibilidad del ejército se basa en el mantenimiento de la dominación militar estadounidense a pesar de la penuria de los recursos, mediante la salvaguardia del sistema centrado en los combustibles fósiles y no el cambio de ese sistema. El inquebrantable compromiso de proteger la naturaleza del negocio capitalista, la fatalista capitulación a un futuro de expansión de la dependencia del petróleo y la ciega creencia de que la salud económica del mundo está ligada a la explotación de unos recursos “infinitos”, todo muestra que los encargados de formular las políticas de Estados Unidos continúan haciendo lo del avestruz. Si los funcionarios del Pentágono quieren de verdad defender la seguridad nacional de Estados Unidos deben tomar conciencia del hecho de que es el mismo sistema global el que debe realizar una transformación fundamental, en el que la estabilidad ya no puede depender del ilimitado empleo de los combustibles fósiles.