Por: Esperanza Aurora
El día jueves 3 de marzo despertamos con la dura noticia del asesinato de la dirigenta indígena y ambientalista Berta Cáceres en Honduras. Suceso que ha generado gran conmoción y repudio a nivel internacional, pues Berta mantenía una activa historia de compromiso en diversas luchas en defensa de su territorio y su pueblo. Dicho compromiso heredado de su madre, luchadora, partera y enfermera, tal como ella lo reconocía públicamente "crecí en un hogar dirigido sólo por mi mamá y desde temprano ella trabajó en la defensa de los derechos humanos”.
Su oscuro asesinato, producto de la fuerte resistencia ofrecida junto a su pueblo Lenca en contra de la instalación de un proyecto hidroeléctrico, y los más de 110 asesinatos a activistas ambientales e indígenas en Honduras entre 2002 y 2014, no hacen sino reflejar la tremenda maquinaria de poder a la que nos enfrentamos cada vez que se logran altos niveles de organización y lucha directa contra el despojo y la acumulación constante de los grandes capitales mundiales.
Es por esto que el caso de Berta no es un hecho aislado, sino que se convierte en un fiel reflejo de la continua represión que viven las mujeres que se organizan y rebelan; desde los anales de la historia se asoman las indígenas y negras sistemáticas oprimidas, las brujas quemadas en la hoguera, las obreras del siglo XIX y XX fuertemente reprimidas y en muchos casos asesinadas, las compañeras de los 70’ y 80’s torturadas y desparecidas y tantas otras.
En este sentido, al analizar la realidad actual de quienes habitamos la región chilena podemos observar como esa misma maquinaria que asesinó a Berta mantiene en la cárcel a las lamngen que luchan por la recuperación de sus tierras usurpadas por el Estado chileno, mantiene en la cárcel y somete a torturas a las compañeras que se han posicionado en abierta rebeldía contra el Estado y el patriarcado, permite abusos sexuales por parte de carabineros a estudiantes en las manifestaciones, por mencionar algunos ejemplos.
Pero así como indignan estas situaciones que viven mujeres organizadas, y aun cuando se entiende esta muerte en un contexto de lucha y resistencia, se hace necesario establecer el vínculo de su muerte con todos los asesinatos que se cometen a diario contra las mujeres -solo en este país se han cometido 7 femicidios en lo que va del año- puesto que se entiende que todo asesinato contra las mujeres responde al mismo sistema patriarcal-capitalista, que nos menosprecia, nos objetiviza, nos viola, nos apresa en las casas, controla nuestros cuerpos, nos mercantiliza.
Por todo esto, el asesinato de Berta Cáceres nos duele, porque nos golpea a todas, porque no nos es una realidad ajena, y porque sabemos por nuestra historia que la osadía de ser mujer y además luchadora es una afrenta que el Poder no perdona.
Por Berta Cáceres, Por todas!