Por Yerko Aravena.
Justo en estos momentos en que los profesores y las profesoras ponen en la palestra cómo afecta el proyecto de carrera docente en su tarea educacional y en sus condiciones laborales, resurgen diversas explicaciones desde los rincones más apartados de la academia, de las escuelas e instituciones gubernamentales. Algunos señalan que el problema es técnico, otros dicen que es pedagógico, otros señalan que el asunto es administrativo, otros que no es más que laboral o salarial. Teniendo cada una de estas apreciaciones una cuota de razón, a mi parecer no dan en la centralidad que conecta a todos estos problemas, por lo que impide reconocer su origen e importancia, imposibilitando ver coherentemente lo que podemos llamar “una crisis sistemática de la educación”.
Si, porque todo lo anterior es muestra de que la educación está enferma, pero a su vez denota que nuestra sociedad también lo está. Lo que podemos señalar al respecto es que el trasfondo de las protestas estudiantiles y de los trabajadores y trabajadoras de la educación responde a que las actuales propuestas de gobierno no vienen más que a profundizar el modelo neoliberal expresado, en este caso, en la educación. Es sabido pero sin ser divulgado masivamente hasta la explosión de las movilizaciones estudiantiles de 2006 y 2011, que los problemas de la educación fueron inducidos para desmantelar la educación pública para así abrirle el paso a la empresa privada, al lucro y la corrupción tal y como la conocemos hoy en día, mismo proceso que vivimos cada día también en la salud, las jubilaciones, etcétera.
Por lo mismo, el problema no es sólo de la educación, sino que es mucho más gran que eso; el problema es de la actual sociedad en donde los derechos sociales son un negocio, en donde quien posee mayores recursos tiene mejores expectativas de vida o en fin, evidencia que hoy en día existe un Chile para ricos y otro Chile para pobres, en donde quien posee más dinero tiene mayores probabilidades de adquirir mejores “servicios”, olvidando que tanto la salud, la educación, la vivienda, etcétera no sólo son un derecho, son una obligación social que hoy no es correspondida.
Esto puede tener diversas explicaciones, pero lo que sí es cierto es que los problemas sociales que llevan a multitudes a manifestarse en las calles de Chile no son mera casualidad; hoy existen pobres, endeudados y marginados por que existen ricos y éstos basan su riqueza en el robo y abuso hacia quienes trabajan día a día para sostener nuestro país, es decir, hacia los trabajadores y trabajadoras de Chile, y ante esto ninguna profesión u oficio se salva. Por lo mismo, la lucha de los profesores y profesoras también es la lucha de los asistentes de la educación, también es la lucha del padre o madre de cada estudiante de Chile, los que a su vez son trabajadores y trabajadoras muchas veces explotados, con malos sueldos, pensiones indignas, abusos patronales, agobio laboral etcétera. Justamente, estas problemáticas que azotan a los profesores y profesoras y que se han evidenciado en los últimos meses son los mismos problemas que aquejan a todas las trabajadoras y todos trabajadores de Chile.
Por lo tanto, el problema de fondo no radica (sólo) en la educación, radica en la sociedad y en el sistema en que vivimos, en sus desigualdades impuestas por quienes gobiernan, en sus objetivos políticos, en sus condiciones económicas y en sus valores negativos que justifican, reproducen y potencian la desigualdad social que vemos reflejada todos los días en el aula, en las calles y poblaciones de nuestros territorios. Por lo mismo, futuros y futuras colegas, como estudiante de pedagogía y futuro profesor, insisto en que hoy sigue vigente esa vieja pero visionaria frase la que señala que necesitamos “una nueva educación para una nueva sociedad y una nueva sociedad para una nueva educación”. Esta es la tarea que tenemos de ahora en adelante: Si queremos cambiar la educación, tenemos que cambiar la sociedad.