El Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR) representa sólo el 8% de los fondos de libre disposición regional, entendiendo por “libre” que quienes deciden su empleo son los Consejeros Regionales por quienes no votan los ciudadanos sino que aparecen fruto de una elección indirecta. Todas las decisiones de inversión, o bien el 92% de lo que se invierte en las regiones del país, se decide en Santiago. Este año, luego de 3 votaciones el Consejo Regional aprueba el presupuesto del FNDR para el “anhelado” Teatro Regional del Bío-Bío, obra que entre 2013 y 2015 debiese contar con una inversión aproximada de 9.000 millones de pesos. El Consejo Nacional de Cultura y las Artes (CNCA) financia sólo el 20% de la obra y el FNDR se pone con el 80% de los fondos restantes del total. Los argumentos que esgrimiera el CNCA para convencer los esquivos fondos regionales aseguran que la demanda por espectáculos musicales, artísticos y recreativos, pagados o gratuitos, sólo para el año 2011, representaban un total de 805.851 personas, fundamento suficiente para justificar la inversión en un Teatro Regional.
Oponerse a proyectos que contemplen el desarrollo de la actividad artística regional, cuestionando el gasto en zona de catástrofe, es caer en una línea de panfletería barata, con argumentos sobre la hipotética ayuda que pudieron haber significado en la reconstrucción. No se trata de desconocer las necesidades de la población, pero si tanto el gobierno nacional como regional han sido incapaces de dar solución durante 3 años a las urgencias post terremoto, no puede caer toda la responsabilidad de esta incompetencia en el destino de los FNDR, que sólo son una mísera fracción del gasto regional. Sobre lo mismo, rechazar estos argumentos tampoco significa tragarse a buenas y a primeras que el Teatro es la solución total a la falta de espacios destinados a la expresión artística en la región.
El precario sistema de financiamiento cultural en nuestro país, consiste casi exclusivamente en la dependencia de los fondos de estado, a través de los cuales sobreviven iniciativas artísticas de agrupaciones o personas naturales, quienes son evaluadas por personas y criterios no artísticos. La posibilidad de contar con un edificio especializado en artes, como se propone será el Teatro, contribuiría a aliviar la demanda de espacios para preproducción, ensayo y posterior exposición de expresiones artísticas masivas. Por ello, no es un problema la inversión en el teatro, sino que se trata de cuestionar que el origen de los fondos tuviese que salir de las únicas cifras de las cuales los habitantes regionales pueden decidir su destino.
Cabe reflexionar entonces, que si sobre los únicos fondos que es posible decidir regionalmente su uso son el principal aporte en la construcción del Teatro Regional, es de esperar que el beneficio sea para todas y todos nosotros los ciudadanos, no haciendo de esta obra, una nueva concesión a privados y su consecuente uso de élite.